Cincuenta años de la tragedia en los Andes que se convirtió en milagro

Recuerda que era una noche sin luna, de cielo nublado, tormentoso. Escuchaba gritos. Una mujer chillaba. A sus pies, un chico al que le faltaba un pedazo de cara se atoraba con la sangre. «No tuve el coraje de arrimármele, de agarrarle la mano, de reconfortarlo. Yo tenía miedo. Tenía mucho miedo».