Northridge (California).- El arqueólogo y profesor de historia del arte Owen Doonan, de la Universidad Estatal de California en Northridge, ha pasado el verano explorando los bosques y tierras agrícolas de la Rumanía rural. Su objetivo es encontrar rastros de los pueblos indígenas que habitaron las fortificaciones en colinas que alguna vez dominaron el paisaje de la estepa euroasiática occidental durante la Edad de Hierro.
Su investigación ofrece pruebas importantes que apoyan una idea que se acepta más: estas comunidades eran al principio iguales y solo se convirtieron en reinos después de una mayor interacción entre diferentes grupos culturales.
Gracias a drones recreativos, Doonan y su equipo pudieron localizar fragmentos de cerámica y otros objetos que revelan detalles sobre la vida de hace aproximadamente 2.500 años en una región profundamente influenciada por su cercanía al mar Negro.
Lo que han encontrado indica que las antiguas fortalezas en colinas, lejos de ser símbolos de poder jerárquico, fueron centros de organización comunitaria donde predominaba la igualdad social. Con el tiempo, estos asentamientos se transformaron en entidades más complejas debido al contacto con culturas distintas, lo que llevó a la formación de reinos.
Doonan explicó que estas fortalezas eran grandes asentamientos en los que no existía una jerarquía rígida. Con el paso de los siglos y el aumento de interacciones entre grupos diversos, surgieron estructuras políticas más complejas.
La clave para entender esta transformación social radica en el análisis minucioso de los restos materiales que estos antiguos pueblos dejaron atrás.
«Al estudiar estas fortalezas, podemos entender cómo se relacionaban los habitantes entre sí y con otros grupos como granjeros, pastores o artesanos del metal, construyendo así comunidades complejas y multicéntricas», señaló.
Este proyecto de investigación ha sido posible gracias a una beca de la Loeb Classical Library de la Universidad de Harvard y ha sido designado como expedición destacada por el prestigioso Explorers Club.
Doonan lidera un equipo internacional con expertos de Rumanía, Georgia, Bulgaria, Turquía y Ucrania. Juntos recorren la región del mar Negro, en el oeste de Europa, buscando fortalezas y huellas de vida humana entre los años 1.000 y 600 a. C.
En el terreno, el equipo de investigadores recorre caminos rurales entre campos de girasoles y bosques de robles, guiándose por la forma del relieve para identificar posibles sitios arqueológicos.
Cuando encuentran un lugar prometedor, lo inspeccionan caminando cuidadosamente entre los cultivos y recolectando fragmentos de cerámica, piedra y otros objetos dejados al descubierto por el arado de los agricultores. El uso de drones ha sido esencial para documentar estos hallazgos y el equipo espera contar pronto con tecnologías más avanzadas como cámaras térmicas y escáneres LiDAR para facilitar el trabajo de campo.
Según Doonan, los hallazgos muestran una notable capacidad de organización comunitaria en ausencia de estructuras jerárquicas estables. En regiones como España, estudios similares sugieren que los líderes surgían de forma temporal según la necesidad, ya fuera en contextos diplomáticos, rituales o militares.
Una vez cumplido su papel, estos líderes regresaban a su estatus común dentro de la comunidad, sin dejar herencias de poder. Fue más adelante, con el aumento de las relaciones interculturales, cuando comenzaron a consolidarse formas de organización más jerarquizadas.
Con más de dos décadas de experiencia investigando la región de Sinop, en el lado sur del mar Negro en Turquía, Doonan aporta una visión renovada sobre los procesos coloniales en esta zona. A partir del año 600 a. C., los griegos comenzaron a colonizar las costas del mar Negro, fundando ciudades como Sinop y Apolonia.
Sin embargo, lejos de imponer su cultura, el arqueólogo argumenta que lo verdaderamente relevante fue el «fermento cultural» que surgió del encuentro entre griegos e indígenas.
Para Doonan, la innovación cultural no fue un producto de la influencia griega directa, sino de la interacción entre pueblos distintos que debieron aprender a convivir y colaborar.
«Hay una discusión muy extendida sobre cuánta ‘influencia griega’ existió en las culturas locales», explicó. «Pero yo sostengo que no se trata tanto de influencia como de la creatividad que surge cuando dos culturas vecinas se ven forzadas a enfrentar los retos del contacto intercultural».
El equipo presentará los resultados preliminares de su trabajo en enero próximo, en un simposio durante la reunión anual del Instituto Arqueológico de Estados Unidos en San Francisco.
Este encuentro promete aportar nuevas luces sobre cómo los primeros habitantes del mar Negro pasaron de estructuras igualitarias a la formación de reinos, no por imposición externa, sino como resultado de un proceso dinámico de innovación sociocultural.