Kara-Dobo (Kirguistán).- Siguiendo la tradición kirguís, Manzura Orolbaeva recibe a sus huéspedes con pan casero y un platillo de mantequilla derretida. El pan se elabora con cereales cultivados en su granja y la mantequilla procede del ganado que crían.

La agricultura es la principal fuente de ingresos y de alimentos para gran parte de la población local de este pueblo de montaña de Kara-Dobo, en el sur de Kirguistán, pero debido al clima seco y a la falta de tierras de labranza, es complicado cultivar aquí. El acceso al agua es especialmente difícil.

Para Manzura, la fuente de agua más cercana es un manantial de montaña situado a dos kilómetros de distancia. Todos los días, esta mujer de 63 años y sus allegados van y vienen a pie, no una, sino varias veces al día, para traer agua suficiente para las personas, animales y plantas de su granja.

“Se puede vivir sin gas; se puede vivir sin Internet, pero no se puede vivir sin agua”, afirma Manzura.

El agua escasea no solo en Kara-Dobo, sino también en muchos otros pueblos de esta región donde apenas llueve. En invierno hace frío y casi no nieva, y en verano hace mucho calor y prácticamente no hay lluvias. Las principales fuentes de agua son los manantiales de las montañas, pero suelen estar en lugares de difícil acceso.

Como país situado a gran altitud, Kirguistán experimenta de forma aguda los efectos del cambio climático. Las variaciones de temperatura están provocando patrones de lluvias poco fiables y picos de temperatura más frecuentes que generan aridez y sequía, en especial en los pastos de montaña.

Para aumentar la resiliencia de las comunidades ante estas anomalías meteorológicas, expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) propusieron la creación de un glaciar artificial en la región dentro del proyecto “Prosperidad compartida mediante la cooperación en las regiones fronterizas de Kirguistán y Uzbekistán”.

Financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz, el proyecto se implementa conjuntamente por la FAO y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y tiene como objetivo mejorar la cooperación medioambiental y socioeconómica transfronteriza entre Uzbekistán y Kirguistán.

También trabaja para fomentar la confianza entre los gobiernos locales, las comunidades y las organizaciones de la sociedad civil. El proyecto utiliza prácticas agrícolas climáticamente inteligentes para preservar y mantener los recursos naturales comunes.

Muchos pensaron que la idea de un glaciar artificial era una broma, dice Manzura Orolbaeva, pero los habitantes de la aldea de Kara-Dobo apoyaron la iniciativa.

“Si no regamos los huertos, todo se seca. No tendremos con qué cubrir nuestros gastos ni con qué alimentar a nuestro ganado”, afirma Manzura.

Los aldeanos llevaron a cabo la construcción ellos mismos, con el apoyo técnico y financiero de la FAO. La creación del glaciar artificial comenzó con la instalación de una tubería subterránea.

En tan solo una semana, 55 personas excavaron manualmente una zanja y colocaron tuberías desde el manantial de la montaña hasta el pastizal, donde pasta su ganado. El extremo de la tubería se elevó 20 metros por encima del suelo.

Mientras se realizaban estas obras, la casa de Manzura se convirtió en una especie de “sede” donde los aldeanos planificaban el curso de los trabajos. Ella invitaba con té y pasteles caseros a todos los que excavaban la zanja.

Al llegar el invierno, el glaciar vio la luz. El agua de la tubería empezó a congelarse y a convertirse poco a poco en una enorme torre de hielo. Luego, en los meses de verano, la montaña de hielo se derrite lentamente, proporcionando a los residentes un acceso regular a agua dulce para el riego y para su propio uso.

Durante el primer invierno, el glaciar creció hasta alcanzar más de 70.000 m3 de hielo. Agua suficiente para cubrir la superficie de 100 campos de fútbol.

“Ahora nuestra experiencia ha interesado a los habitantes de otros pueblos, que al principio no nos creían”, explica Manzura. “Quizá el año que viene en nuestra zona haya otros glaciares artificiales. Porque el agua es vida”, añade.

Las autoridades locales planean instalar un glaciar más con sus propias fuentes de financiación e incluir los gastos en el plan presupuestario local.

En Kirguistán, la FAO apoya varios proyectos para hacer frente a la escasez de agua y ayudar a los aldeanos a utilizarla con criterio. Por ejemplo, recientemente se ha introducido un sistema electrónico para medir el volumen de agua de riego, con ayuda técnica y financiera de la FAO, en el distrito de Kochkor de la región de Naryn, en Kirguistán.

Las tecnologías digitales de este tipo no solo han ayudado a la distribución racional del agua, sino que también han eliminado los conflictos entre los agricultores por este recurso vital.

El agua es vida; el agua es alimento. Es una fuerza motriz para las personas, las economías y la naturaleza, y la base de nuestros sistemas alimentarios. Pero este precioso recurso no es infinito.

En vísperas del Día Mundial de la Alimentación, el 16 de octubre, aprovechamos la oportunidad para dar las gracias a los #HéroesDeLaAlimentación que están emprendiendo la #AcciónPorElAgua para gestionar el agua de forma inteligente, al tiempo que nos proporciona alimentos ahora y en el futuro, sin dejar a nadie atrás.

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