Montes Azules (México).- “Este libro trata de un etnocidio”. Así comienza La paz de Dios y del rey (1988), del historiador Jan de Vos, una obra que denuncia el exterminio de los lacandones-ch’olti’es, los últimos mayas rebeldes de Chiapas.
Su último bastión, Sak-Bahlán, cayó en 1695 y fue renombrado como Nuestra Señora de los Dolores, antes de ser abandonado en 1721 y devorado por la selva. Tres siglos después, un equipo multidisciplinario asegura haber encontrado la mítica ciudad perdida, gracias al Proyecto Arqueológico Sak-Bahlán, codirigido por los arqueólogos Brent Woodfill (Estados Unidos) y Yuko Shiratori (Japón).
El hallazgo ha sido posible gracias a la labor del investigador Josuhé Lozada Toledo, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien desarrolló un sofisticado modelo predictivo mediante Sistemas de Información Geográfica (SIG).
Este modelo, basado en información histórica y georreferenciada, permitió ubicar con precisión la zona donde probablemente se encontraba Sak-Bahlán, conocida como la “tierra del jaguar blanco”.
El sitio ha sido registrado oficialmente como «Sol y paraíso. Probablemente Sak-Bahlán», en el Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos del INAH. Se encuentra en la Reserva de la Biosfera Montes Azules, una de las regiones más inexploradas de México, y fue ubicado tras un arduo trabajo de reconstrucción de rutas prehispánicas y coloniales. El proceso incluyó capas de altimetría, vegetación, cuerpos de agua y cálculos del esfuerzo físico por carga transportada.
La metodología aplicada por Lozada toma como base una crónica escrita en 1698 por fray Diego de Rivas, que narra la ruta de los frailes y soldados que partieron de Dolores hacia el Petén Itzá, en Guatemala. Con esta información, el arqueólogo reconstruyó el trayecto de cuatro días de caminata más dos días de navegación, apoyado en el software ArcGIS Pro y en coordenadas precisas que ayudaron a delimitar el área de búsqueda.
Este enfoque científico y tecnológico marcó un antes y un después en la exploración de Sak-Bahlán, que ya había sido intentada en 1999 por una expedición de Conservación Internacional, en la que participó el mismo Jan de Vos, sin éxito. Ahora, el trabajo conjunto de arqueólogos de México, Estados Unidos y Japón, con apoyo del INAH y financiamiento de Discovery Channel, ha producido no solo hallazgos científicos, sino también el documental Discovering the Hidden Mayan City: Sac Balam.
El arqueólogo mexicano Josuhé Lozada describe la expedición como el recorrido de campo «más pesado» de su vida, con condiciones similares a las de los exploradores del siglo XIX, pero con la ventaja del internet satelital. Pese a la dificultad, lograron encontrar restos arqueológicos exactamente en el punto indicado por el modelo predictivo.
Actualmente, el sitio se encuentra en fase de mapeo y excavación. En dos temporadas de campo se han realizado pozos de sondeo para determinar la temporalidad del asentamiento. La evidencia encontrada hasta ahora respalda la hipótesis de que se trata de Sak-Bahlán, el enclave donde los lacandones-ch’olti’es resistieron durante más de un siglo tras la caída de su capital Lacam-Tún en 1586.
La importancia del hallazgo va más allá del ámbito arqueológico. Sak-Bahlán es también un símbolo de resistencia cultural y un recordatorio de los estragos del colonialismo. En 1769, según documenta De Vos, los últimos tres sobrevivientes de esta tribu fueron encontrados en un barrio abandonado de Guatemala. Hoy, el redescubrimiento del sitio representa una forma de devolverles el lugar que les corresponde en la historia.
El Proyecto Arqueológico Sak-Bahlán sigue en curso y promete revelar más sobre la vida y organización de esta comunidad maya que logró mantenerse libre frente al dominio español por más de cien años. La fusión de historia, arqueología y tecnología ha demostrado su efectividad para resolver uno de los mayores enigmas del pasado mesoamericano.
El impacto del descubrimiento no solo transforma nuestra comprensión de la resistencia maya, sino que también revitaliza el interés por la historia profunda de Chiapas y del mundo maya. Tres siglos después, Sak-Bahlán ya no es solo un nombre perdido entre crónicas coloniales: vuelve a figurar, con fuerza, en el mapa y en la memoria.