Casamance (Senegal).- Durante generaciones, las comunidades de la región de Casamance, en el sur del Senegal, han recolectado los frutos silvestres de madd de las enredaderas de los bosques. En los meses de verano, los recolectores, a menudo jóvenes, trepan por las enredaderas, que a veces superan los 40 metros de altura, y recogen a mano o con estacas estos cilindros frutales de color naranja. Si bien es un trabajo difícil para el que pueden hacer falta cuerdas y un buen equilibrio, estos recolectores han perfeccionado esta habilidad a lo largo de años de práctica.

Los propios frutos pueden alcanzar hasta 10 cm de longitud, son ricos en vitaminas A y C y contienen antioxidantes. Las comunidades locales consumen principalmente el fruto fresco, pero solo alrededor del 2 % de los frutos que se recolectan se transforma en jugos y conservas dulces y saladas.

Los frutos de madd están muy arraigados en la cultura de la región del Bajo Casamance. Crecen en lo que se conoce como el “bosque sagrado”, un lugar de culto tradicional, por lo que en esta parte del Senegal existe un fuerte vínculo entre las tradiciones culturales y la gestión forestal. Las hojas y las raíces también se aprecian por sus propiedades terapéuticas y se utilizan en la medicina tradicional desde hace mucho tiempo.

Los jóvenes suelen recolectar estos frutos desafiando las alturas, las mordeduras de serpiente y las picaduras de abeja. La denominación de indicación geográfica ha hecho que aumente lo que los recolectores pueden ganar por estos frutos. © ETDS

Una denominación especial para un fruto especial

El madd (Saba senegalensis) crece de forma silvestre en toda África occidental, pero el fruto específico de la región de Casamance posee características únicas, moldeadas por el ambiente natural, unas condiciones específicas de maduración y los conocimientos tradicionales de las comunidades locales.

La región de Casamance, a menudo denominada el “pulmón verde del Senegal”, alberga un rico ecosistema que contribuye a la excepcional calidad de este fruto. Como resultado, el madd de Casamance ha desarrollado cualidades distintivas que lo diferencian claramente del fruto que se recolecta en otros lugares.

Los jóvenes suelen recolectar el fruto, mientras que las mujeres forman cooperativas para elaborar los productos derivados del madd y comercializarlos. Antes, los productores tenían poco control sobre los precios y se enfrentaban a las amenazas cada vez mayores que planteaban las prácticas de recolección insostenibles, la sobreexplotación y los incendios forestales que amenazaban tanto a las enredaderas como a los ecosistemas forestales de los que dependen.

Mamadou Baldé, recolector de madd con licencia para hacer este trabajo desde 2020, explica: “[p]rincipalmente se lo vendía a los comerciantes de Dakar, quienes nos imponían el precio”.

Esto cambió el 25 de junio de 2024, cuando sus dorados tesoros de sabor ácido se convirtieron en el primer producto senegalés que la Organización Africana de la Propiedad Intelectual registrara oficialmente como indicación geográfica.

El registro de indicación geográfica otorga protección sobre el nombre a los productores de madd. Solo los frutos que se recolectan en la región denominada “de Casamance” y se elaboran de conformidad con especificaciones rigurosas pueden llamarse “madd de Casamance” y llevar esta denominación protegida.

En las especificaciones se prohíbe cortar las enredaderas, recoger frutos inmaduros o utilizar métodos artificiales de maduración. Además, todas las actividades de elaboración deben realizarse a menos de 200 km de las zonas de recolección, de modo que las comunidades de los alrededores mantengan sus ingresos y puestos de trabajo en el ámbito local. Estas oportunidades económicas son especialmente importantes para los jóvenes de las zonas rurales que se plantean emigrar de forma ilegal o traficar productos protegidos de forma ilícita.

Los jóvenes suelen recolectar estos frutos desafiando las alturas, las mordeduras de serpiente y las picaduras de abeja. La denominación de indicación geográfica ha hecho que aumente lo que los recolectores pueden ganar por estos frutos. © CIRAD/Raphael Belmin

Los ocho años de esfuerzos para conseguir la protección jurídica del madd incluyeron la capacitación de cientos de productores, el establecimiento de normas de calidad y la creación de nuevas estructuras de supervisión. En asociación con el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agrícola para el Desarrollo (CIRAD) y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dirigió el proceso desde los estudios de viabilidad iniciales hasta la certificación definitiva, aportando financiación, conocimientos técnicos especializados y apoyo organizativo. 

La organización local sin fines de lucro Économie Territoire et Développement Services (ETDS) ejecutó el proyecto junto con las comunidades y con la Asociación para la Protección y la Promoción de la Indicación Geográfica del Madd de Casamance, una agrupación de productores locales que recibió capacitación de la FAO en materia de gobernanza, manejo poscosecha y administración forestal. Ellos definieron las especificaciones, que deben seguir todos los miembros de la asociación. Estas normas garantizan que los consumidores reciban un producto de calidad constante y distintiva.

“El registro del madd de Casamance como indicación geográfica ha permitido que este fruto silvestre y su cadena de valor obtengan mayor reconocimiento de las autoridades públicas como sector que aporta un crecimiento local sostenible”, explica el Sr. Pape Tahirou Kanouté, Director Ejecutivo de la ETDS.

Dado que las indicaciones geográficas ofrecen garantías de origen, calidad y trazabilidad, los clientes suelen estar dispuestos a pagar más por estos productos. En algunos mercados, los precios han aumentado cerca del 20 % en promedio.

Mamadou cuenta: “[c]on la indicación geográfica, he podido ampliar mi red profesional en el sector, en particular los elaboradores a los que entrego madd fresco con indicación geográfica. Esto ha aumentado el volumen de madd que comercializo… Gracias a este trabajo, me conocen todos y he podido comprar una hectárea para cultivar un huerto, algo de lo que estoy muy orgulloso”.

Existen cerca de 9.500 indicaciones geográficas registradas en todos los continentes. En África, existen más de 200 indicaciones geográficas, como la de la pimienta de Penja del Camerún y la del “Attiéké des Lagunes”, un cuscús de yuca fermentada de Côte d’Ivoire.

La indicación geográfica del madd de Casamance refuerza asimismo la gestión forestal y la sostenibilidad de este fruto silvestre. © CIRAD/Raphael Belmin

Preservación del fruto silvestre y los bosques

La protección del medio ambiente sigue ocupando un lugar central en las indicaciones geográficas. Las especificaciones incluyen salvaguardias concebidas para evitar la sobreexplotación, haciendo que la conservación sea rentable en lugar de restrictiva. 

Para garantizar la sostenibilidad a largo plazo, la Oficina Forestal de Senegal, junto con los comités locales de las aldeas, gestiona este valioso recurso realizando una cartografía y seguimiento de las zonas de producción, garantizando la gestión de los incendios forestales y poniendo en marcha la reforestación e iniciativas de reforestación natural asistida. Además, se han establecido acuerdos comunitarios con las poblaciones rurales que se ocupan de la gestión de los recursos forestales.

Para la comunidad, mantener los bosques constituye una prioridad absoluta. Uno de los recolectores, el Sr. Moustapha Diassy, afirma: “[e]l trabajo de recolector, y en especial el de recolector de madd con indicación geográfica, constituye una profesión noble que hoy me permite ganarme la vida, mantener a mi familia y ahorrar dinero… De ahí mi gran compromiso con la defensa de los bosques. Incluso soy miembro de una asociación local que defiende el medio ambiente y, en particular, la preservación del madd. Es una lucha para mí porque el madd me lo ha dado todo. He llegado a ser lo que soy gracias a él”.

Para las comunidades rurales de Casamance, como en cualquier otra parte del mundo, las indicaciones geográficas ofrecen una manera de obtener más valor de los conocimientos y recursos tradicionales, al tiempo que preservan los sistemas ambientales y culturales que las sustentan.