México (AFP) – Valeria hace fila en el Nacional Monte de Piedad, principal casa de empeño de México. Desempleada por la pandemia, no tuvo más remedio que deshacerse temporalmente de unas alhajas de oro para conseguir algo de dinero.

El local donde vendía teléfonos celulares cerró por las restricciones que impuso la emergencia sanitaria, y de momento no es seguro que reabra.

«Yo me dedico a vender telefonía, no dejan abrir ciertos lugares, y entonces pues ahorita ya llevo un rato sin trabajo», dice a la AFP la joven de 27 años, reservándose el apellido.

Además de sus joyas, Valeria lleva las de sus padres, quienes también se quedaron sin empleo.

«No están trabajando y me las dieron para que, de una u otra forma, solventemos nuestros gastos», cuenta, a la espera de su turno.

Valeria y sus padres son parte de los 12 millones de mexicanos que -según cifras oficiales- dejaron de trabajar a raíz de la covid-19, la mayoría del sector informal.

A lo largo de la cola en el Monte de Piedad se repite una palabra: «crisis». Pero también los gestos de vergüenza.

Al ver a la prensa, algunos voltean la mirada. «Es la crisis», suelta un hombre con los ojos llorosos.

«La crisis…», repite otro antes de volver a enfocarse en su celular.

Viejo salvavidas

Valeria espera que un empleado avalúe sus joyas para después firmar un contrato y obtener el dinero a través del empeño.

Si no se paga el préstamo con los intereses, los artículos salen a la venta en la tienda de esta asociación sin ánimo de lucro, donde cada pieza parece contar la historia de sus dueños originales.

Hay relojes, anillos de graduación y de compromiso, collares y gargantillas.

Algunos artículos llaman aún más la atención por su precio: una caja pequeña de oro de 600.000 pesos (unos 26.613 dólares) y relojes de más de 100.000 pesos (unos 4.400 dólares).

El empeño ha sido una práctica común para muchos mexicanos. De hecho, el Monte de Piedad existe desde 1775, cuando lo que hoy es México era el Virreinato de la Nueva España.

Entonces, la institución -construida encima de un palacio azteca descubierto recientemente- nació para evitar que las personas que requerían un crédito cayeran en manos de usureros.

Hoy son un salvavidas para quienes, en medio de la epidemia, necesitan resolver las urgencias cotidianas o difícilmente podrían acceder a un préstamo bancario.

El gobierno, que estima que en julio se detendrá la pérdida de empleos, ofrece dos millones de microcréditos para impulsar la economía.

Situación «atípica»

Desde que se decretó la cuarentena, el número de empeños se ha mantenido casi igual respecto a años anteriores a pesar de que Monte de Piedad solo abrió 100 de sus 300 sucursales del país y que la crisis se llevó por delante las vacaciones de Semana Santa, uno de los periodos de mayor demanda de préstamos junto con las fiestas de diciembre y el comienzo del curso escolar, en agosto.

Pero desde el 1 de junio, cuando el gobierno anunció el final del confinamiento y la reapertura de algunos negocios no esenciales, las situación que viven las casas de empeño son “atípicas”, señala Joel Rodríguez, presidente de la asociación de instituciones prendarias de México.

Monte de Piedad ha hecho cerca de 1,7 millones de préstamos por 6.000 millones de pesos (unos 266 millones de dólares) desde entonces, una cifra inferior a la de otros años, según Luis Enrique Padilla, director de operaciones de la entidad.

Para Padilla, esta caída se explica porque México aún transita hacia la conocida como nueva normalidad. Un destino incierto ya que el coronavirus, con 39.184 muertes y 344.224 contagios, sigue golpeando con fuerza a este país de 127 millones de habitantes.

«Todavía dependemos mucho de los semáforos (que miden el nivel de alerta). La gente todavía no sale a hacer su vida normal», afirma Padilla.

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