Ciudad de México (México).- En el marco de los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan, una nueva obra del investigador Ismael Arturo Montero García, titulada Entre el cielo y el lago: La fundación de México-Tenochtitlan, propone una lectura profunda y reveladora del origen de esta antigua urbe.

El texto, resultado de años de trabajo interdisciplinario entre arqueología, astronomía y cosmovisión indígena, ofrece una interpretación innovadora sobre las razones y los significados detrás de la elección del lugar donde surgió una de las ciudades más emblemáticas del mundo prehispánico.

Montero García, colaborador en proyectos de arqueología subacuática y de alta montaña del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), detalla en su investigación cómo el trazo urbano, el espacio físico y el tiempo sagrado se conjugaron en la fundación de Tenochtitlan.

La obra considera que este acto no fue simplemente una decisión política o militar, sino una consagración ritual, un evento cargado de simbolismo que buscaba establecer un nuevo centro del universo mexica.

El autor explica que Tenochtitlan no surgió en cualquier lugar, sino sobre un islote natural en el lago de Texcoco, que fue extendido artificialmente hasta convertirse en una metrópoli. En los registros históricos, el año 2-Casa (1325 d.C.) marca su nacimiento, según documentos como el Teocalli de la Guerra Sagrada.

Sin embargo, más allá de la fecha oficial, Montero propone que el momento fundacional clave fue la consagración del Templo Mayor, también conocido como Huey Teocalli.

Desde la perspectiva del autor, este templo cumplía la función de observatorio astronómico de precisión. Su orientación permitía registrar el movimiento solar a lo largo del horizonte de la Cuenca de México, hecho que conecta de forma directa la arquitectura con la astronomía. Así, la construcción de la ciudad se integró a un conocimiento profundo del cielo, del calendario ritual y de las fuerzas divinas.

El investigador subraya que para los mexicas, fundar una ciudad implicaba establecer un axis mundi: el eje simbólico del universo. No celebraban la fundación como hecho histórico concreto, sino el acto de consagración del templo principal, especialmente durante la veintena de Panquetzaliztli, periodo ritual vinculado con Huitzilopochtli, dios del sol y la guerra.

Entre dioses y estrellas el misterio cósmico detrás de la fundación de Tenochtitla
Monumentos como el Teocalli de la Guerra Sagrada, cuyo original se resguarda en el MNA, aluden a 1325 como el año de la fundación de la urbe. Melitón Tapia, INAH

Según Montero, la fundación mítica de México-Tenochtitlan ocurrió en este ciclo, cuando la conjunción de Venus y el Sol durante el solsticio de invierno marcaba el renacimiento simbólico del dios tutelar.

Esta interpretación incorpora elementos de la religión mexica, del calendario ritual y del trazado simétrico del Templo Mayor, revelando una cosmovisión donde todo está interrelacionado: el cielo, la tierra, el tiempo y lo sagrado.

Una de las propuestas más provocadoras del libro es la segmentación del año en ciclos de 73 días a partir del solsticio de invierno. Esta cuenta temporal marca el eje de simetría del Templo Mayor y, por ende, del trazo urbano de toda la ciudad. Aún más sorprendente es la afirmación de que este alineamiento coincide con la disposición actual del Centro Histórico de la Ciudad de México, lo que implica una permanencia simbólica de la antigua capital mexica en la capital moderna.

Montero también aborda el papel del discurso ideológico en la construcción del relato fundacional. Señala que fue durante el gobierno del tlatoani Itzcóatl, en colaboración con el cihuacóatl Tlacaélel, que se consolidó la versión oficial del origen mexica.

Entre dioses y estrellas el misterio cósmico detrás de la fundación de Tenochtitlan
Coatlicue, cuyo nombre significa Falda de Serpientes. Foto: Melitón Tapia INAH.-

En este contexto, se ensalzó la victoria sobre los tepanecas y se estableció la Triple Alianza, momento que permitió reescribir la historia para legitimar el poder político, militar y espiritual del pueblo mexica.

Más allá del dato arqueológico, «Entre el cielo y el lago» nos invita a comprender la ciudad no solo como un espacio físico, sino como un ente vivo conectado con el cosmos. Nos recuerda que la historia no siempre busca hechos verificables, sino que, en muchas culturas, se construye a partir de mitos que dan sentido a la existencia, al linaje y al destino de los pueblos.

En suma, la obra de Montero García aporta una nueva mirada a la fundación de México-Tenochtitlan, integrando ciencia, mitología y espiritualidad. Es un llamado a mirar más allá de las ruinas, a ver en cada piedra un fragmento de cielo y en cada alineación un mensaje ancestral que sigue vibrando en el corazón de la Ciudad de México.