Ibarra (Ecuador) (AFP) – El piloto peruano José Luis Cantt sube a su viejo Toyota Trueno. Al frente, todo es oscuridad. Ciego y con sordera parcial acelera a 180 km por hora en una demostración en el autódromo de Yahuarcocha en Ecuador.

«Hoy solo puedo distinguir entre el día y la noche, ya no puedo ver ni siquiera sombras», dice el corredor de 47 años a la AFP minutos antes de realizar su primera exhibición fuera de casa.

En 1998 le diagnosticaron síndrome de Usher, una enfermedad congénita que deriva en la pérdida progresiva de la vista y la audición, lo que lo marginó de las competencias profesionales en 2001. Pero no se rindió.

A orillas de la laguna de Yahuarcocha, cercana de Ibarra (norte andino), «Pacho» -como le dicen sus amigos- se prepara para dar un espectáculo que servirá de antesala a los «1.001 km de Ecuador», la máxima prueba del automovilismo nacional.

Su escuadra MT Team, que fundó en 2019 como un intento de mantener un pie en las pistas, disputará luego la competencia.

El altoparlante anuncia la hazaña de «Pacho». En los pits se coloca el protector de tela y el casco. De mirada seria, trepa al auto, se aferra al volante y espera las instrucciones de Piero Polar, su guía y copiloto de 38 años, que hilvana las instrucciones para recorrer los 3,7 km de longitud que le esperan.

Juntos inventaron un método de comunicación «por fuerza mayor» y que funciona a toda velocidad, comenta entre risas «Pacho», que en 2005 quedó invidente.

«Arriesgado» –

La primera vez que realizaron este tipo de exhibición en el circuito peruano de La Chutana en 2020, el rugido del motor cubrió sus voces. Polar, desesperado, sacudió insistentemente el brazo de Pacho en un intento por detenerlo y este gesto se volvió idioma.

«Si por A o B él no me escucha o yo no lo escucho, es un golpe para que haga el cambio de marcha (…) y varios golpes quiere decir que tengo que frenar», explica el automovilista, quien usa audífonos para compensar la pérdida del oído.

Antes de cada exhibición, el dúo procura recorrer la pista, de manera que «Pacho» memoriza el trazado y sabe cuándo girar a la izquierda o derecha. Polar también guía el volante cuando es necesario.

Ambos recuerdan con picardía el germen de lo que parecía un disparate en plena pandemia de covid-19.

«Pacho» quería volver al ruedo y Polar -que cuando conoció a su dupla creyó que no era ciego- aceptó y lo llevó a entrenarse a un estacionamiento.

Estoy «en las manos de Pacho» y yo tengo «que poner los ojos», afirma Polar, quien se considera un hombre «arriesgado».

En La Chutana, cuando «agarró velocidad, Pacho volteó y me dijo: ¡wow, no lo puedo creer!. La cara de emoción, no hay palabras. Me llena de orgullo», dice Polar, esforzándose por contener las lágrimas.

«Visión sin límites» –

Tan feliz estaba de volver a conducir y tener la sensación de control que esa noche «casi me quedo dormido con el traje (de piloto). No me lo quería sacar», manifiesta «Pacho».

A esa exhibición le siguió otro par en Perú.

El MT Team quedó subcampeón de la categoría TC light del torneo peruano en 2022.

El logro le animó a salir de su país con el Toyota Trueno de 1986 para hacer su debut internacional en Ecuador. Su equipo quedó en el puesto 14 de la categoría TC 1600 en la competencia de Yahuarcocha, organizada por la Federación Ecuatoriana de Automovilismo y Kartismo (Fedak).

De color rojo y con el número 63 en las ventanas, el auto deja el área de pits. El vidrio posterior lleva un adhesivo con su leitmotiv: «visión sin límites».

La pista está despejada y el Toyota Trueno empieza a rodar. Avanza con cautela hasta la primera curva y enseguida el estruendo del escape se impone.

Unos tres minutos le bastan para dar dos vueltas por el circuito de Yahuarcocha, que en lengua kichwa significa «laguna de sangre».

«No hay nada imposible en la vida, todo está aquí en la mente», expresa «Pacho» en un breve discurso dirigido al público tras gastar llantas.

Su compañero piloto Arturo Ariansen, de 49 años, sostiene que el equipo lo anima a continuar con las exhibiciones cada vez que «Pacho» parece desfallecer.

Verle «aventarse a hacer esta locura, que es manejar un carro cuando no tiene la posibilidad de ver, es un orgullo, es indescriptible la emoción que uno siente cuando lo ve haciéndolo», sentencia.

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