Tokio (AFP) – El atletismo latinoamericano afronta desde el viernes los Juegos Olímpicos de Tokio con el reto de superar su techo de nueve medallas en una misma edición, que logró en Barcelona-1992 y Sídney-2000.

En el contador histórico, Pekín-2008 también suma la misma cifra, pero uno de los metales se logró años después tras una descalificación por dopaje, por lo que no fue conseguido justo en el momento de los Juegos.

Sin embargo, en Rio-2016, ‘en casa’, fueron mucho menos propicios y la cuenta bajó a cinco medallas, dos de ellas de oro, con la colombiana Caterine Ibargüen (triple salto) y el brasileño Thiago Braz (salto con garrocha).

Pese a ser los Juegos que marcaron un antes y un después para el atletismo de la región, de los nueve de Barcelona solo dos habían sido de oro.

Los dos oros para el atletismo latinoamericano en el estadio de Montjuic en 1992 fueron conseguidos por dos cubanos, el saltador de altura Javier Sotomayor y la lanzadora de disco Maritza Martén.

Del total de nueve medallas, siete fueron cubanas. Las únicas que no lo fueron terminaron en el cuello del mexicano Carlos Mercenario, plata en los 50 kilómetros marcha, y de la colombiana Ximena Restrepo, bronce en los 400 metros.

A un paso –

En Sídney 2000, de las nueve medallas dos fueron también de oro, la del cubano Anier García en 110 metros vallas y de Iván Pedroso en el salto largo. Cuatro años antes, en Atlanta-1996, la cuenta fue de cuatro metales.

Las otras ediciones con más medallas fueron de una época reciente, 2004, 2008 y 2012, cada una con ocho preseas para los atletas latinoamericanos. En el caso de Pekín-2008, con la cuenta elevada oficialmente a nueve tras el reanálisis de muestras en controles antidopaje años después.

En Atenas en 2004, de las ocho tres fueron de oro, una de ellas para el dominicano Félix Sánchez, que ganó entonces el primero de sus dos títulos olímpicos de 400 metros vallas.

En Pekín son especialmente recordados los oros de la brasileña Maurren Maggi y el panameño Irving Saladino en el salto largo, mientras que el cubano Dayron Robles triunfó en los 110 metros vallas.

En Londres en 2012 hubo igualmente ocho medallas, pero la cuenta de oros bajó a una, la de Félix Sánchez en los 400 metros vallas, donde brindó una emotiva imagen llorando sin consuelo y besando la fotografía de su abuela fallecida.

Inicios complicados –

Barcelona-1992 y su récord de nueve medallas marcó un punto de inflexión.

Antes de esa cita, la cuenta de metales para el atletismo latinoamericano era sensiblemente más reducida de lo que fue a partir de la cita española.

Para encontrar la primera medalla latinoamericana en la historia olímpica del atletismo hay que remontar a París-1924, cuando el argentino Luis Brunetto fue plata en el triple salto.

En Ámsterdam-1928 hubo también un segundo puesto, para el chileno Manuel Plaza en el maratón, y en Los Ángeles-1932 llegó la primera medalla de oro, para el argentino Juan Carlos Zabala, en la misma prueba de 42,195 kilómetros.

En Berlín-1936 no hubo metales y, tras el parón obligado con motivo de la Segunda Guerra Mundial, en Londres-1948 se dio la primera edición con medallas de los tres colores (un oro, una plata, dos bronces) para el atletismo latinoamericano. Argentina logró la única de oro, con Noemí Simonetto en el salto largo e igualmente albiceleste fue el único título de las cuatro medallas en Helsinki-1952, para Reinaldo Gumo en maratón.

En Melbourne-1956 sólo se consiguieron dos medallas, en Roma-1960 ninguna y en Tokio-1964 una.

Juantorena, bicampeón en Montreal –

Los primeros Juegos en suelo latinoamericano, México-1968, supusieron un pequeño repunte con 4 medallas, aunque todas de plata, y en Múnich-1972 el balance se devaluó con tres, las tres de bronce.

Montreal-1976 y Moscú-1980 tuvieron cinco medallas para el atletismo latinoamericano cada uno. Especialmente importante en el caso de los Juegos canadienses, con tres oros -dos de ellos para el cubano Alberto Juantorena, en 400 y 800 metros.

En Los Ángeles-1984 hubo cuatro medallas, tres de oro, con especial brillo para México y su ‘doblete’ histórico en la marcha masculina, con Ernesto Canto (20 kilómetros) y Raúl González (50 kilómetros).

En Seúl-1988 el honor lo salvó Brasil con la plata de Joaquim Cruz en 800 metros y el bronce de Robson Caetano en 200 metros.

Después llegó de repente el récord de Barcelona y un techo que Yulimar Rojas, Caterine Ibargüen, Anthony Zambrano, Alison Dos Santos y compañía quieren romper ahora en Tokio-2020.

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