Gulrez (Tayikistán).- Cuando los habitantes de Gulrez, una pequeña aldea del este de Tayikistán, se sienten mal, no siempre van a la ciudad más cercana para recibir atención médica. En su lugar, suelen recurrir a Dzhamolov Mahmadali, un curandero local de su comunidad que ofrece tratamientos naturales con plantas de las montañas cercanas.
“Preparo medicamentos con lo que crece cerca de aquí”, dice. “La gente acude a mí porque confía en estos remedios. Los conocen desde su infancia”.
En su lugar de trabajo, una pequeña habitación de su propia casa, Mahmadali clasifica las hierbas secas en compartimentos de madera abiertos, etiquetados y cuidadosamente ordenados. El aire huele a tomillo de montaña, espino amarillo y clavel silvestre (Mahalaska). Hay una pequeña moledora junto a un extractor de aceite; herramientas modernas como estas han cambiado la forma de trabajar de Mahmadali.
Para algunas de sus mezclas de hierbas, Mahmadali usa clavel silvestre y Chi boy, una planta que, según dice, ayuda a limpiar la sangre. Su aceite de espino amarillo es uno de los remedios más solicitados.
En todo Tayikistán, las terapias tradicionales están estrechamente vinculadas a la rica agrobiodiversidad del país. Aquí crecen decenas de especies medicinales autóctonas, como la cañaheja, el regaliz y el espino amarillo. Estas hierbas, que desde hace tiempo forman parte de la vida cotidiana de la gente, se utilizan en remedios caseros y dietas locales y se han ido transmitiendo de generación en generación.
Mahmadali, de 39 años, que nació y creció en Gulrez, aprendió todo lo que sabe de su padre, quien a su vez se había formado con un conocido curandero de la región.
“Crecí al lado de mi padre”, cuenta, “viéndole mezclar aceites, moler hojas y dar consejos a los vecinos”.
Pero esta agrobiodiversidad está amenazada. Debido al cambio climático, la recolección y el pastoreo excesivos y los cambios en el uso de la tierra, muchas plantas son más difíciles de encontrar o incluso están desapareciendo por completo. A esto se suma que las generaciones más jóvenes se están distanciando cada vez más de la cultura local, lo que ocasiona a su vez una mayor pérdida de conocimientos.
Reconociendo el importante papel de la agrobiodiversidad en las dietas rurales, los medios de vida y los conocimientos tradicionales, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con el apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), está trabajando con las comunidades locales para promover la biodiversidad y el uso sostenible de las plantas locales a través de capacitaciones y actividades de sensibilización sobre el valor que aportan a la alimentación, la salud y los ingresos.
En esta zona montañosa, donde los caminos son escabrosos y los centros de salud están a horas de distancia, la gente depende desde hace mucho tiempo de la medicina tradicional. De hecho, en muchas zonas rurales de Tayikistán, las plantas medicinales siguen siendo el primer recurso sanitario. Los curanderos locales utilizan sus conocimientos sobre hierbas, raíces y extractos para tratar dolencias comunes.
Mahmadali formalizó sus conocimientos en 2015 al completar un curso de medicina tradicional de seis meses de duración en un centro de capacitación médica de Dushanbe. Después, recibió una licencia del Ministerio de Salud para ejercer la profesión oficialmente. Pero incluso con esta capacitación, se enfrentaba a graves limitaciones.
“Toda la preparación se hacía a mano”, relata. “El corte, el secado y la molienda llevaban demasiado tiempo. No siempre podía ayudar a la gente con suficiente rapidez. A veces, no podía atenderlos”.
El trabajo era lento, con una gran exigencia física. Sin equipos o apoyo, Mahmadali solía sentirse atascado.
En 2023, Mahmadali recibió capacitación a través del proyecto sobre métodos seguros para la recolección, el secado y el almacenamiento. La FAO también le proporcionó equipos básicos: una moledora de hierbas, un extractor de aceite y herramientas sencillas para la siembra y la labranza, entre ellas una sembradora y un pulverizador manuales. Esto redujo la carga de trabajo físico y ayudó a mejorar la uniformidad de sus remedios.
“Recogemos hierbas durante la temporada, después de septiembre”, dice. “Luego las secamos, las limpiamos y las preparamos. Con las nuevas herramientas, puedo hacer en horas lo que antes me llevaba días”.
Actualmente, Mahmadali atiende a entre 10 y 15 pacientes por semana. Algunos vienen de pueblos cercanos y otros distritos, atraídos por su reputación como hábil curandero. Sus hierbas están clasificadas y etiquetadas en un lugar de trabajo limpio y sombreado. La zona de secado está protegida de la luz solar directa, y prepara cada mezcla con cuidado, ajustando los ingredientes en función de las necesidades individuales.
En algunas zonas, la FAO también promueve el uso de plantas nutritivas y diversas, cultivadas localmente, para apoyar las dietas y medios de vida rurales. Estas iniciativas ayudan a conservar las plantas curativas al tiempo que brindan a las comunidades razones prácticas para proteger y transmitir sus conocimientos.
Cuando las comunidades siguen cultivando, recolectando y utilizando plantas locales, contribuyen a mantener vivos esos conocimientos. La agrobiodiversidad apoya no solo la alimentación y la salud, sino también la identidad y la resiliencia en las zonas rurales.
“Tayikistán es el lugar de origen de valiosas variedades de cultivos y sus parientes silvestres”, afirma Carolina Starr, Oficial agrónoma de la FAO. “Al recuperar la conexión con estas especies que crecen de forma natural y con los conocimientos relacionados, comunidades como la de Mahmadali están ayudando a conservar esta diversidad y a reforzar la nutrición y la resiliencia”.
Mahmadali también observó que había menos personas jóvenes interesadas en aprender. Empezó a pensar más seriamente en lo que podría perderse si todo seguía igual.
“Además de las plantas, estábamos perdiendo los conocimientos”, afirma. “Y una vez que se pierden, es difícil recuperarlos”.
Mahmadali está enseñando estos métodos a sus propios hijos para así continuar con la tradición familiar. “Tengo cinco hijos. Uno de ellos parece estar muy interesado. Me observa cuando trabajo y hace preguntas”.
El apoyo que recibió también cambió la vida de su familia. Gracias a las mejores herramientas con las que cuenta y a su capacitación, sus ingresos han mejorado y tiene más tiempo para dedicar a su familia.
Mahmadali se siente orgulloso de continuar la labor de su padre. Para él, las terapias tradicionales no eran solo un medio de vida, sino una forma de cuidar tanto de las personas como del medio ambiente.
“Si protegemos estas plantas y transmitimos los conocimientos, podremos cuidar la salud de nuestras comunidades durante generaciones”, sostiene. “Esto no es solo mi trabajo. Es parte de nuestra identidad”.