Martissant (Haití) (AFP) – La nube de polvo frente al hospital de Médicos sin Fronteras (MSF) en la capital de Haití es una buena noticia: es signo de que las pandillas que suelen controlar el área no están y el tráfico de vehículos es intenso.

«Es una zona difícil», resume sobriamente Frandy Samson, responsable de operaciones médicas en el centro de emergencias MSF implantado desde 2006 en el sector de Martissant.

Las laderas que se adentran en la bahía de Puerto Príncipe, antaño un suburbio arbolado, han sido invadidas por construcciones anárquicas y precarias.

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Ignorada por las autoridades, la jungla urbana está ahora bajo el control de bandas armadas, que se enfrentan regularmente para controlar este territorio densamente poblado.

«Por supuesto, hay enfrentamientos entre bandas, pero nuestra seguridad depende de la calidad de la atención que prestamos y de la colaboración que tenemos con la población», explica Samson, médico ortopédico. «Aunque haya disparos, verán que en la UC (centro de emergencias), las operaciones continúan».

Heridas de bala y de cuchillo –

La constante afluencia de pacientes en la puerta de entrada confirma el atractivo del centro médico, el único que atiende gratuitamente todas las urgencias, de día y de noche.

«Vemos accidentes de tráfico y también traumatismos violentos, porque recibimos heridas de bala y de cuchillo», dice Samson.

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Con la parte posterior de su camisa empapada de sangre, James Chery refunfuña por tener que esperar a que le pongan puntos de sutura en una herida en el cráneo, resultado de un altercado con su cónyuge, pero agradece al personal su atención.

«En otros lugares, se necesita mucho dinero», se queja el joven de 30 años. «Hay otro hospital en la esquina, si no tienes 10.000 gourdes (110 dólares), ni siquiera tienes derecho a una consulta», dice.

El acceso a la atención sanitaria ilustra las flagrantes desigualdades que rigen la sociedad haitiana.

Mientras una minoría de personas va a Florida un fin de semana para vacunarse contra el covid-19, la inmensa mayoría de la población sobrevive por debajo del umbral de pobreza, sin siquiera lo suficiente para comer.

Desde hace tres décadas, Médicos sin Fronteras diseña sus instalaciones en este país caribeño para beneficiar a los más vulnerables, respondiendo tanto a las catástrofes humanas como a las naturales.

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En enero de 2010, cuando un terremoto devastó la capital, que dejó más de 200.000 muertos, y destruyó muchos de los ya escasos centros de salud, MSF desplegó hospitales de campaña.

En los meses siguientes, cuando los haitianos más pobres y sin acceso al agua potable fueron diezmados por una epidemia de cólera importada por las fuerzas de paz nepalesas, la organización creó varios centros de tratamiento en el país.

En 2015, abrió una clínica en la capital dedicada a las víctimas de la violencia sexual, una emergencia de salud pública totalmente ignorada hasta entonces.

«Una emergencia que se agrava» –

En lugar del Estado, que no dedica ni el 5% de su presupuesto a la sanidad, secciones enteras de la protección de la salud son asumidas por las ONG.

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«Es una emergencia que perdura y se agrava. En 30 años, la gente es cada vez más pobre y el acceso a la atención médica es cada vez más caro», lamenta Walter Lorenzi, jefe de misión de MSF Bélgica en Haití.

Con sólo 11 camas de observación, el centro de urgencias de Martissant se enfrenta a diario a la dificultad de encontrar una plaza en otros hospitales para sus pacientes que necesitan ser operados.

«O no hay sitio, o a veces tenemos problemas de accesibilidad: si hay disparos, no podemos pasar», dice Samson.

Durante las recientes crisis políticas, siempre permitió a las ambulancias de MSF cruzar las barricadas. Y aunque su presencia es tolerada por las bandas de Martissant, MSF sufre los riesgos de la creciente inseguridad en la capital haitiana.

La semana pasada, uno de sus empleados fue asesinado a tiros cuando volvía a casa. «Fue un incidente muy triste de violencia urbana, pero no iba dirigido a MSF», dice Walter Lorenzi.

Tras 30 años de presencia entre catástrofes e inseguridad, ¿es posible que MSF abandone el país?

«Si esto ocurre, significa que la situación de seguridad se ha deteriorado hasta el punto de que ya no podemos garantizar nuestro trabajo», afirma Lorenzi.

Haití «es una emergencia en curso, pero sigue siendo una emergencia: no nos vamos a ir así nomás».

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