La ciencia en Argentina al vaivén de la depreciación monetaria
Una estudiante de Doctorado trabaja en el laboratorio del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Retrovirus y VIH en la Facultad de Medicina de la UBA, en Buenos Aires, el 13 de septiembre de 2018 © AFP JUAN MABROMATA

Buenos Aires (AFP) – El biólogo argentino Osvaldo Rey llega todos los días a su laboratorio a las siete de la mañana. Junto con dos becarios de ciencia hacen investigación en cáncer de colon. Y aunque están volcados a las secuencias genéticas, ninguno deja de pensar en el tipo de cambio.

El laboratorio, dependiente del Instituto de Inmunología Genética y Metabolismo del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, lo montó Rey hace un lustro, cuando regresó a Argentina tras una carrera de más de 20 años en la Universidad de California, Estados Unidos.

Había partido en los años 1990, un momento de crisis para el financiamiento de la ciencia en Argentina.

Ahora, en medio de una crisis económica que llevó al presidente Mauricio Macri a pedir un auxilio al FMI, siente de nuevo frustración.

«Esta es una actividad que requiere una enorme pasión, paciencia y dedicación. No tener la posibilidad de llevar adelante lo que nos apasiona, realmente da por tierra con todo», dice.

La depreciación del peso, de cerca de 50% desde enero, lo atormenta, pues el 90% de los insumos que usa para sus investigaciones es importado.

«Cuando llegué a Argentina en 2012 los subsidios (para investigación) eran de unos 30.000 dólares al año. Era suficiente dinero porque no hay que pagar sueldos ni becarios. Hoy en día un subsidio es de 8.000 dólares por año» y el laboratorio subsiste con donaciones que hacen colegas desde el exterior, refiere Rey.

Aunque los laboratorios necesitan divisas para adquirir y mantener sus equipos, los fondos que se asignan en Argentina al sector de ciencia y tecnología están tasados en pesos, y tardan en promedio dos años para ser entregados. Eso afecta también a otras áreas.

Calculado en divisas, el presupuesto para ciencia y técnica pasó de 2.400 millones de dólares en 2015 a 1.600 millones de dólares en 2018.

«Hay subsidios que se cancelan, como los de colaboración con el extranjero. Se trata de proyectos que fueron llamados, concursados, evaluados y asignados y ahora se han cancelado», lamenta Luis Baraldo, vicedecano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.

«La ciencia argentina se beneficiaría mucho con mayor internacionalización», considera.

En julio, proyectos por 1.000 millones de dólares con el centro Investigación Aplicada, un instituto de vanguardia en tecnología espacial, fueron cancelados.

«Confío en la capacidad técnica del INVAP, pero los contratos que tenía previstos la nación eran de la época de la magia y la plata no está», dijo entonces el presidente Mauricio Macri, en referencia al gobierno de su predecesora Cristina Kirchner (2007-2015) reconocida por los muchos recursos que entregó a la investigación científica y por la creación del ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

– Computadora, satélite y premios Nobel –

Para los argentinos, sus universidades públicas y gratuitas a las que acuden casi dos millones de estudiantes son un orgullo. La Universidad de Buenos Aires fue la primera de América Latina en tener una computadora, en la década de 1960.

El país cuenta tres premios Nobel en ciencias: Bernardo Houssay (Medicina, en 1947), Luis Leloir (Química, en 1970) y César Milstein (Medicina, en 1984). Ha exportado reactores nucleares a Australia, Egipto, Argelia y Perú, y construyó el satélite geoestacionario Arsat, único en América Latina.

«Los investigadores en Argentina son muy buenos, la formación ha sido siempre excelente. Hay mucha gente afuera que ocupa posiciones importantes en institutos y universidades, que ha creado líneas de investigación, gente sobresaliente a nivel mundial», afirma Rey.

«Pero hoy por hoy es muy difícil conseguir a alguien que quiera hacer un doctorado, prácticamente no hay quien quiera hacer cinco años de estudios de posgrado para después no tener trabajo. La gente entre los 35 y 40 años está optando por irse», indica.

Los investigadores reclaman que se han frenado las contrataciones de los jóvenes y que los fondos destinados a ciencia y técnica vienen en declive: en 2016 representaron 1,5% del presupuesto nacional, en 2017 1,4% y en 2018 1,2%.

– Inversión a largo plazo –

Horacio Salomón, director del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Retrovirus y VIH en la Facultad de Medicina de la UBA, ha hecho toda su carrera en Argentina y recuerda momentos sucesivos de esplendor y de decadencia.

«La inversión en conocimiento es a largo plazo y tiene que ser sustentable, porque sino se pierde. Eso a veces es muy difícil de hacer entender a los políticos», dice al pedir que se fije un porcentaje del PIB para desarrollo de la ciencia y la tecnología.

«No vamos a salir de estos sistemas de pobreza, de estos subdesarrollos, de estos países con recursos limitados que no logran crecer si no hay una inversión fuerte en ciencia», concluye.