Tigre (Argentina) (AFP) – Es de mañana en el puerto de Tigre y una veterinaria pone en marcha su lancha-consultorio para atender a sus pacientes en las islas del Delta, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, en medio del confinamiento en Argentina.

A sus 27 años, Leila Peluso navega unos 100 kilómetros al día por ríos y arroyos del Delta del Paraná con el primer servicio móvil veterinario del lugar, que depende del turismo y ahora luce vacío.

A unos 30 minutos de la capital argentina, donde en vez de calles hay arroyos y canales, los habitantes del Delta quedaron aún más aislados por el confinamiento que se inició el 20 de marzo.

«En el Delta estamos más aislados pero no quiere decir que el virus no haya llegado, hay casos, pero pocos», asegura Peluso a la AFP.

Argentina registra registra más de 160.000 casos y casi 3.000 muertos por la pandemia del coronavirus. De ellos, el 90% se concentran en Buenos Aires y su periferia. El municipio de Tigre contabiliza unos 1.900 casos de coronavirus y 32 muertos.

En ese aislamiento reforzado, el trabajo de Peluso se ha vuelto «indispensable».

«La gente no puede llevar al animal en la lancha colectivo, ahora hay menos servicios por la pandemia», explica.

Las lanchas colectivo que conectan las islas pasan vacías de pasajeros. Sólo trabajadores esenciales tiene permitido abordarlas.

Tras unos veinte minutos de navegación, una familia la recibe en un amarradero para que atienda al perro de la casa. Luego visitará tres más y atenderá a gatos, perros y una cabra.

Con 14.000 kilómetros cuadrados, el Delta del Paraná es el quinto mayor del planeta y el más poblado, con unos 20.000 habitantes permanentes.

Su última porción antes de la desembocadura en el Río de Plata pertenece al municipio de Tigre y comprende un entramado fluvial de 350 ríos y arroyos.

Peluso tiene el único consultorio veterinario que recorre las islas.

«Soy la única que tiene la lancha preparada para atender sobre la embarcación. Tengo camilla, ecógrafo, microscopio como si fuera una (clínica) veterinaria, pero en el agua», explica a bordo de su embarcación de siete metros de eslora con cabina.

En las islas, que comprenden el 60% del territorio del municipio, viven en forma permanente unos 6.000 habitantes.

En tiempos normales, la población se duplica de viernes a domingos con la afluencia de turistas y propietarios de las casas de fin de semana.

El ambiente natural y la distancia entre las casas ayuda a crear cierta seguridad.

«Desde que me recibí trabajo en el Delta. Primero tomaba las lanchas colectivo, después pude comprarme un gomón, pero era complicado por la sudestada y la lluvia, hasta que pude ahorrar para comprar esta lancha», cuenta orgullosa.

«Lo que más me gusta es la gente de las islas. Antes siempre me esperaban con mate, comida casera, me regalan dulces. Aquí mi trabajo es más relajado y la gente más agradecida», añade.

Los isleños explotan emprendimientos forestales a pequeña escala, frutales y plantas aromáticas. También elaboran cestería que se vende en el puerto, un paseo tradicional que, hasta que llegó la pandemia, era visitado por miles de turistas.

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