Los Ángeles (California).- Durante décadas, la salud mental masculina ha sido un tema silenciado, envuelto en estigmas que asocian la vulnerabilidad con la debilidad. Sin embargo, esta realidad está cambiando. Cada vez más hombres reconocen que lidiar con la depresión, la ansiedad o la soledad no es una señal de fragilidad, sino una necesidad humana.
Según Mark Stevens, profesor de psicología educativa en la Universidad Estatal de California, Northridge, este cambio ha permitido que muchos comiencen a buscar apoyo después de años de resistencia.
«Desde que tengo memoria, los hombres se resistían incluso a decir la frase ‘estoy deprimido’», comenta Stevens, quien lleva más de 15 años dirigiendo un grupo de psicoterapia para hombres.
No obstante, en la última década, el panorama ha comenzado a transformarse. Las conversaciones sobre salud mental masculina se han vuelto más comunes, y aunque persiste cierta resistencia, cada vez más hombres están dispuestos a sentarse frente a un terapeuta.
Uno de los factores que ha catalizado este cambio es la visibilidad. Campañas protagonizadas por atletas profesionales que han compartido sus propias experiencias con la depresión o la ansiedad han generado un efecto dominó.
Al ver que figuras admiradas hablan abiertamente sobre sus luchas internas, muchos hombres se sienten con la libertad de hacer lo mismo. “Esto les da un poco de libertad para acudir a un terapeuta”, señala Stevens.
La evolución de la percepción sobre lo que significa ser hombre también ha sido fundamental. Tradicionalmente, la masculinidad se asociaba con la fuerza, el silencio emocional y el autocontrol extremo.
Admitir tristeza o soledad era visto como una amenaza a esa imagen de fortaleza. Stevens lo resume así: «Se supone que los hombres son fuertes y no admiten su vulnerabilidad porque es señal de ‘debilidad’. Esa fue la forma de pensar durante años».
No obstante, hoy muchos hombres están desafiando ese modelo. Entienden que no hay contradicción entre ser fuerte y ser vulnerable. A veces, basta con que un amigo rompa el hielo y pregunte sinceramente «¿Cómo estás?» para abrir una puerta hacia una conversación significativa. En esa simple pregunta se esconde un acto de valentía y empatía que puede salvar vidas.
Uno de los temas más preocupantes es la soledad masculina, especialmente tras la pandemia de COVID-19, que modificó profundamente los hábitos sociales.
Con el cierre o la pérdida de los llamados «terceros lugares» —cafés, clubes, centros comunitarios— muchos hombres perdieron espacios cruciales de interacción. Según datos del Survey Center on American Life, uno de cada siete hombres asegura no tener amigos cercanos. Esta carencia de vínculos afecta no solo el bienestar emocional, sino también la salud física.
Frente a este panorama, están surgiendo nuevas formas de conexión. Stevens ha observado un incremento en actividades como retiros para hombres, grupos religiosos y clubes deportivos exclusivamente masculinos.
Estas iniciativas no solo ofrecen compañía, sino también un sentido de pertenencia.
«Todas estas interacciones y conexiones sociales son beneficiosas para el cerebro, el corazón y el sistema nervioso», afirma. «Es bueno sentir que pertenecemos a algo, y se crea una conexión humana saludable cuando hacemos estas cosas, que son más poderosas que cualquier medicamento».
La reapropiación del concepto de masculinidad está dando paso a una nueva generación de hombres dispuestos a priorizar su bienestar emocional. El silencio ya no es la única respuesta ante la angustia. Reconocer que se necesita ayuda, pedir apoyo o simplemente compartir una emoción ya no se ve como debilidad, sino como una forma madura y consciente de cuidarse.
Aunque todavía queda camino por recorrer, lo cierto es que el cambio está en marcha. Desde los consultorios hasta los círculos de conversación en retiros o gimnasios, los hombres están comenzando a construir nuevas redes de apoyo. Están aprendiendo a escuchar y a ser escuchados. Y, sobre todo, están descubriendo que no están solos.