Irvine (California).- Las superficies del hogar, desde paredes pintadas hasta pisos de madera o concreto, pueden actuar como verdaderas esponjas químicas capaces de absorber y mantener compuestos tóxicos durante periodos que pueden extenderse hasta un año.
Así lo señala una investigación reciente llevada a cabo por científicos de la Universidad de California, Irvine, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
El estudio, que constituye un avance significativo en la comprensión de la química del aire en interiores, cuantifica por primera vez la capacidad de diversos materiales comunes para retener compuestos orgánicos volátiles (VOC), sustancias químicas que, al ser inhaladas o absorbidas por contacto con la piel, pueden tener efectos perjudiciales para la salud humana y animal. E
Estas sustancias provienen de fuentes tan cotidianas como la cocina, productos de limpieza en aerosol, artículos de cuidado personal, humo de tabaco y, en crecimiento, la contaminación atmosférica derivada de incendios forestales.
El peligro, según los expertos, no termina cuando desaparece la fuente del contaminante. Estos compuestos, una vez absorbidos por las superficies interiores, pueden liberarse de nuevo al ambiente con el tiempo —un proceso conocido como «off gassing»— o transferirse directamente al cuerpo humano a través del contacto con superficies contaminadas.
«Podemos pensar en las superficies interiores como grandes esponjas químicas que absorben y luego liberan compuestos orgánicos volátiles. Su capacidad para almacenar estas sustancias es mucho mayor de lo que se creía», dijo el profesor Manabu Shiraiwa, coautor del estudio y especialista en química atmosférica en UC Irvine.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores realizaron el estudio en un entorno controlado utilizando las instalaciones del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) en Maryland. Durante la primavera de 2022, el profesor Jonathan Abbatt, de la Universidad de Toronto, lideró el experimento Chemical Assessment of Surfaces and Air (CASA), que simuló el interior de una vivienda real con materiales de construcción típicos.
El equipo inyectó contaminantes al espacio y rastreó su movimiento y persistencia mediante espectrometría de masas, una técnica precisa para analizar la composición química del aire.
Hasta ahora, se pensaba que los principales reservorios superficiales de compuestos orgánicos eran películas orgánicas extremadamente delgadas a nivel nanométrico. No obstante, este nuevo estudio demuestra que materiales porosos como la madera, el cemento y las superficies pintadas son en realidad los principales almacenadores de estos químicos, cambiando radicalmente la perspectiva científica sobre cómo los VOCs interactúan con el entorno interior.
Los hallazgos tienen implicaciones directas en la salud pública, pues explican por qué algunos olores y contaminantes persisten durante tanto tiempo en los hogares. Un ejemplo claro es el del humo de tabaco: aunque una persona deje de fumar dentro de una habitación, los compuestos residuales, conocidos como «humo de tercera mano», pueden permanecer en las paredes, muebles y pisos durante meses, liberándose lentamente en el aire o a través del contacto físico.
Este descubrimiento también desafía la eficacia de estrategias tradicionales como la ventilación para eliminar contaminantes. Aunque airear los espacios es importante, el estudio subraya que no es suficiente para erradicar las sustancias con alta afinidad por las superficies.
Para lograr una limpieza efectiva, es necesario implementar acciones físicas como aspirar, trapear y quitar el polvo con regularidad. Estas medidas permiten retirar de forma más eficiente los compuestos retenidos por materiales porosos.
Los científicos involucrados en esta investigación forman parte de una red internacional de expertos de instituciones como la Universidad de Toronto, la Universidad de Colorado Boulder, la Universidad Estatal de Colorado y la Universidad de Washington en St. Louis. Su trabajo fue posible gracias al financiamiento de la Fundación Alfred P. Sloan, que apoya investigaciones pioneras en ciencia y tecnología.