Caracas (AFP) – El arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva invitó al artista estadounidense Alexander Calder a decorar con sus «nubes» el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, una obra mágica que dio pie a una gran amistad entre ambos, pero también al nacimiento de… «la silla del diablo».

Fue el español Josep Lluis Sert, que diseñó la Fundación Miró en Barcelona, quien «hace posible la reunión» entre los dos hombres en 1952, en el estudio del escultor estadounidense en Connecticut, explicó a la AFP la hija del arquitecto, Paulina Villanueva.

Carlos Raúl Villanueva, el arquitecto más importante del país, buscaba convencer a Calder para que fuera uno de los artistas que, como Jean Arp, Fernand Leger o Victor Vasarely, apareciera en las explanadas de la universidad, que ahora es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

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«Cuando mi papá muestra a Calder los planos de la universidad y sobre todo del conjunto central donde el él podría participar, Calder se queda asombrado y dice que es un proyecto demasiado ambicioso, que si logra hacerlo no es un hombre sino un diablo», recuerda la hija de Villanueva.

«Calder acepta participar», sigue. «Al principio su participación debía ser en la plaza cubierta, él dice que no, que quiere estar dentro y de esta decisión surgen las nubes del Aula Magna».

Tres años después, Calder se mudó a Caracas, en su único viaje al país. El Aula Magna estaba construida y al verla quedó «asombrado», señala Paulina Villanueva. «A partir de este momento, siempre lo llamó el diablo» a Villanueva, dice Paulina.

Durante su estancia, Calder se instaló en un estudio en Caracas y fabricó una silla típica de su obra, que bautizó «La silla del diablo» que regaló a su amigo Carlos Raúl.

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La silla aún reposa en Villa Caoma, la residencia personal de Villanueva, que él mismo diseñó. «No hay arquitecto que no se haya sentado en esta silla cuando ha visitado la casa», ríe Paulina, sentada precisamente en esta obra de arte.

Los dos hombres mantuvieron una correspondencia regular hasta la muerte del venezolano en 1975. En sus cartas, Calder siempre dibujaba un diablo o una cola de diablo», rememora.

En Villa Caoma, todavía cuelgan de las paredes varios bocetos o palabras firmadas por «Sandy», el apodo de Calder.

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