Irvine (California).- En una búsqueda constante por métodos efectivos para combatir la crisis climática, una nueva investigación de la Universidad de California, Irvine (UC Irvine) ha revelado una herramienta sorprendentemente accesible y práctica para cuantificar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel municipal: el césped gestionado.
Este descubrimiento proporciona a las ciudades de todo el mundo, que están comprometidas con la limitación de las emisiones que calientan el clima, una forma tangible de medir si sus esfuerzos están dando frutos.
Hasta ahora, la medición precisa y local de si los gases de efecto invernadero estaban disminuyendo en un municipio determinado presentaba un desafío considerable.
Sin embargo, la nueva metodología, detallada en un estudio publicado en el Journal of Geophysical Research: Atmospheres, utiliza el análisis de radiocarbono en el pasto para crear una herramienta práctica y espacialmente sensible capaz de evaluar los patrones de dióxido de carbono de origen fósil en entornos urbanos.
La profesora de ciencias del sistema terrestre de UC Irvine y autora principal del estudio, Claudia Czimczik, enfatizó la relevancia del hallazgo al señalar que las emisiones de dióxido de carbono de origen fósil son el principal motor del cambio climático.
El estudio, liderado por la exestudiante de doctorado de UC Irvine, Cindy Yañez, demuestra que el análisis de radiocarbono en el césped gestionado no solo es viable, sino que puede usarse para mapear lo que los científicos han denominado «domos de dióxido de carbono urbanos» y, crucialmente, evaluar el progreso hacia los objetivos de descarbonización.
Esta capacidad de mapeo resulta especialmente valiosa en aquellas áreas que carecen de infraestructura de monitoreo de dióxido de carbono adecuada.
El equipo de investigación centró sus mediciones en pastos gestionados —conocidos comúnmente como césped o grama— en regiones urbanas y rurales del sur de California. En estos mismos puntos de muestreo, utilizaron un instrumento de gases de efecto invernadero proporcionado por Manvendra Dubey, del Laboratorio Nacional de Los Álamos, para cuantificar la cantidad total de dióxido de carbono presente en la atmósfera.
La información extraída de estas plantas ofrece imágenes de alta resolución de las emisiones de GEI en municipios individuales, lo que permite a los gobiernos locales calibrar si sus iniciativas de reducción de emisiones están siendo efectivas o si requieren ajustes estratégicos.
Esta investigación innovadora se cimentó en un estudio previo realizado durante la pandemia de COVID-19, cuando un equipo conjunto de UC Irvine y UC Riverside solicitó la colaboración de voluntarios para recolectar y enviar muestras de pastos invasores de sus vecindarios a los laboratorios de UC Irvine.
Aquel análisis inicial arrojó resultados significativos: se observó una disminución drástica en las emisiones de dióxido de carbono de combustibles fósiles durante los primeros días de la pandemia, seguida por un repunte en las emisiones a medida que las restricciones se relajaban y la gente retomaba sus hábitos de conducción.
Si bien el estudio inicial con pastos invasores fue revelador, el equipo de investigación determinó que para el estudio actual sería más beneficioso trabajar con césped gestionado. Este cambio estratégico permitió realizar observaciones durante todo el año y facilitó la colaboración con expertos de la comunidad de monitoreo de gases de efecto invernadero.
La clave para la consistencia del método reside en la gestión regular del césped. Uno de los principales retos científicos a la hora de utilizar la vegetación como registrador de datos es determinar con exactitud cuánto tiempo la planta estuvo registrando la señal de dióxido de carbono.
El equipo resolvió este dilema enfocándose en los céspedes gestionados que se cortan de forma rutinaria, lo que en el sur de California ocurre típicamente cada una o dos semanas. Al tomar muestras específicamente de la parte superior del pasto que ha sido cortado con frecuencia, los científicos se aseguraron de que la muestra representara aproximadamente dos semanas de crecimiento reciente.
Este marco de tiempo consistente es fundamental, ya que permite realizar una comparación directa y fiable con las mediciones atmosféricas de las concentraciones de gases de efecto invernadero tomadas simultáneamente.
La investigación se puso a prueba en condiciones atmosféricas complejas y únicas, como las de Los Ángeles. La profesora Czimczik explicó que Los Ángeles presenta una situación particular donde las montañas circundantes atrapan las emisiones en una cuenca. El método desarrollado por el equipo demostró ser capaz de capturar con éxito estos patrones específicos.
No obstante, los investigadores señalaron que es necesario continuar con las pruebas en otras ciudades que presenten diferentes condiciones meteorológicas. Esto se debe a que desean comprender si la eficacia del método se mantiene en lugares donde las emisiones están sujetas a un transporte eólico más consistente, a diferencia de la situación de cuenca y montaña observada en Los Ángeles.
La aplicación exitosa de esta herramienta en diversas condiciones geográficas podría catapultarla a ser un estándar global para la monitorización local del impacto de la contaminación urbana.
Este esfuerzo colaborativo subraya la importancia de integrar diversas especialidades para ofrecer soluciones tangibles a uno de los desafíos ambientales más apremiantes del siglo XXI: la medición y mitigación de las emisiones de CO2 en los entornos urbanos.
El césped, ese elemento tan común en parques y jardines, se convierte así en un silencioso pero fidedigno sensor biológico, transformando la jardinería urbana en una pieza esencial de la infraestructura de monitoreo climático.
Es como si el césped actuara como un cuaderno de bitácora biológico, registrando las huellas de la contaminación invisible que respiramos, ofreciendo a las ciudades el reflejo honesto de su impacto climático.
Este artículo fue elaborado con la ayuda de herramientas de inteligencia artificial y revisado por un editor de Hispanos Press.
































































