Ginebra (Suiza).- La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha validado oficialmente un nuevo récord mundial para el rayo más largo jamás registrado: una descarga eléctrica que alcanzó una asombrosa extensión de 829 kilómetros (515 millas), equivalente al trayecto entre París y Venecia.
Este megarrayo se originó durante una compleja serie de tormentas en octubre de 2017 y cruzó desde el este de Texas hasta las inmediaciones de Kansas City, en una de las regiones más propensas a la actividad eléctrica en el planeta.
Este fenómeno fue identificado con ayuda de tecnología satelital avanzada, en particular por el satélite geoestacionario GOES-16 de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), y posteriormente confirmado por el comité especializado de la OMM en fenómenos extremos. El récord anterior, registrado en 2020, también en Estados Unidos, tenía una longitud de 768 kilómetros (477.2).
La marca superada por este nuevo hallazgo reafirma la magnitud y el poder impredecible de las tormentas de enorme escala en zonas como las Grandes Llanuras, donde los llamados sistemas convectivos de mesoescala permiten la formación de rayos que desafían las concepciones tradicionales.
La importancia de este hallazgo no radica solo en el asombro que provoca su magnitud, sino también en su implicación para la seguridad pública. Como recordó la Secretaria General de la OMM, la profesora Celeste Saulo, los rayos constituyen una amenaza constante y letal en todo el mundo, siendo responsables de numerosos fallecimientos cada año.
Además de los peligros directos, estos fenómenos pueden interferir con operaciones aéreas, provocar incendios forestales y afectar infraestructuras sensibles. De allí la relevancia de iniciativas como «Alertas tempranas para todos», que buscan aumentar la preparación ante estos eventos extremos.
Lo más revelador del descubrimiento es que el rayo récord no fue detectado en los análisis inmediatos tras la tormenta de 2017, sino que fue identificado años después gracias a una revisión exhaustiva de los datos satelitales.
Este hecho demuestra la importancia del almacenamiento y procesamiento de vastos volúmenes de información meteorológica, así como el avance sostenido de las capacidades de observación desde el espacio. El método de medición utilizado para validar esta marca fue el arco de círculo máximo, el mismo que permitió establecer el récord anterior.
Además de este registro de longitud, la OMM también mantiene otros hitos extremos relacionados con los rayos. Por ejemplo, el de mayor duración fue documentado en junio de 2020 sobre Uruguay y el norte de Argentina, con una descarga continua de más de 17 segundos.
Por su parte, el impacto directo más mortífero ocurrió en Zimbabwe en 1975, cuando 21 personas murieron al ser alcanzadas por un rayo dentro de una choza. Igualmente trágico fue el caso de Dronka, Egipto, donde en 1994 murieron 469 personas debido a un incendio generado por un rayo que impactó en depósitos de petróleo.
El análisis del rayo récord fue liderado por un comité internacional de expertos en meteorología y física atmosférica, integrado por científicos de Estados Unidos, Brasil, Alemania, España, Israel y Nepal, entre otros. Entre ellos destaca el profesor Randall Cerveny, portavoz de la OMM en materia de fenómenos extremos, quien subrayó el valor científico de estos descubrimientos para el entendimiento del entorno natural.
Según Cerveny, estos registros no solo documentan casos excepcionales, sino que reflejan el enorme progreso tecnológico alcanzado en la observación y análisis del clima.
Walt Lyons, otro miembro del comité y experto en rayos, enfatizó que este tipo de investigaciones ha revelado un fenómeno especialmente peligroso. Los rayos se generan en la periferia de las tormentas y pueden recorrer cientos de kilómetros, incluso afectando zonas aparentemente fuera del alcance de una celda de tormenta.
Esto refuerza la necesidad de tomar precauciones incluso si el cielo local parece despejado, siempre que haya descargas activas en un radio de 10 kilómetros.

Con el desarrollo de nuevos sensores espaciales, como los generadores geoestacionarios de mapas de rayos (GLM) y sus versiones europeas y chinas, los científicos ahora tienen la capacidad de mapear rayos en amplias regiones del planeta, con notable precisión y continuidad temporal.
Michael J. Peterson, investigador del Instituto Tecnológico de Georgia, señaló que estos avances permiten observar fenómenos extremos anteriormente invisibles para las redes de monitoreo terrestres, y que, con el tiempo, podrían incluso llevar a descubrimientos aún más impresionantes.
En última instancia, estos datos no solo contribuyen al conocimiento científico, sino que tienen implicaciones directas en la prevención de desastres naturales y la formulación de políticas públicas.
Tal como afirman los expertos, solo con tecnología avanzada, cooperación internacional y conciencia pública es posible anticiparse a los efectos devastadores del clima extremo y sus manifestaciones más imprevisibles, como los megarrayos.