San Sebastián (España).- El Festival Internacional de Cine de San Sebastián confirmó en su 72ª edición su relevancia más allá del ámbito cultural al dejar un notable impacto económico de 47,9 millones de euros en la ciudad y su entorno, según un estudio encargado al grupo consultor Ikertalde.
Esta cifra consolida al certamen no solo como una de las citas cinematográficas más prestigiosas del panorama internacional, sino también como un potente dinamizador económico y social para Donostia y Euskadi.
El análisis, basado en datos de 2024, clasifica el impacto en tres categorías principales: directo, indirecto e inducido.
El impacto directo, estimado en 18,3 millones de euros, se deriva principalmente de la propia organización del evento. Esta suma incluye 12 millones destinados a contratación de servicios y personal, además de 6,3 millones correspondientes al gasto generado por las estancias y consumos de quienes trabajan en el Festival. Se trata de un movimiento económico considerable que activa múltiples sectores locales, desde la hostelería hasta los servicios técnicos.
En cuanto al impacto indirecto, cifrado en casi 14 millones de euros, este se relaciona con el gasto realizado por el público asistente al certamen. Aquí destaca la aportación de los visitantes que llegan desde fuera de San Sebastián y que requieren pernoctaciones, con un total de 10,7 millones de euros. Los habitantes de Donostia también aportaron cerca de 2 millones, mientras que los visitantes que no durmieron en la ciudad generaron alrededor de 1 millón. Estas cifras confirman que el turismo cultural ligado al cine tiene un fuerte poder de atracción para el territorio.
El impacto inducido, valorado en casi 16 millones de euros, corresponde al efecto arrastre de toda esta actividad sobre la economía general, incluyendo las transacciones a lo largo de la cadena de valor. Esta dimensión económica refleja cómo un evento cultural puede irradiar beneficios hacia ámbitos aparentemente ajenos a la cultura, como transporte, alimentación, comercio y servicios diversos.
Otro de los elementos relevantes del informe es el retorno económico para la administración pública. El Festival generó 8,4 millones de euros en ingresos para las arcas públicas, ya sea a través de impuestos, tasas u otros mecanismos. Esta cifra refuerza el argumento de que la inversión en cultura no solo es rentable simbólicamente, sino también fiscal y financieramente.
El empleo es otro de los ámbitos claramente beneficiados. La plantilla anual del festival cuenta con 40 puestos estables, pero en 2024 se sumaron aproximadamente 320 contratos temporales, el 80% de ellos concentrados en el mes de septiembre. Esto no solo refuerza el tejido laboral de la ciudad, sino que aporta oportunidades de empleo en sectores creativos y técnicos.
Uno de los aspectos que hacen del Festival de San Sebastián un evento singular es su enraizamiento local. En 2024, se contabilizaron 172.301 asistencias a proyecciones, de las cuales el 71,5% correspondió al público general.
La unidad de medición clave utilizada en el informe es la jornada activa de cine, definida como un día en el que una persona asiste a al menos una película. En total, se registraron 95.966 jornadas activas de público general, con una media de 1,3 películas vistas por persona.
De estas jornadas, 46.064 fueron generadas por donostiarras, 15.462 por visitantes sin pernocta y 34.440 por visitantes con alojamiento, lo que permite observar la diversidad del público y su impacto proporcional en la economía local.
Finalmente, la proyección internacional de San Sebastián es uno de los valores intangibles más destacados del evento. El estudio revela que el Festival fue objeto de más de 162.000 noticias en medios de comunicación nacionales e internacionales, con un potencial de 144.000 millones de visualizaciones.
El contravalor publicitario asociado a esta exposición se aproxima a los 1.900 millones de euros. Esta presencia global refuerza el posicionamiento de Donostia como ciudad cultural de referencia, fortaleciendo su marca, su atractivo turístico y su identidad como destino de calidad.