Lima (AFP) – Hacía ya un buen rato que había acabado el maratón de los Juegos Panamericanos de Lima-2019 y Christhian Pacheco seguía corriendo.

Primero con la bandera extendida junto a los abarrotados aficionados, luego a paso ligero rumbo a la zona de prensa, después a atender la felicitación del presidente Martín Vizcarra y colgarse la medalla de oro, otra vez a recibir el aplauso del alcalde y, de nuevo, a responder a los periodistas que cubrían la histórica jornada del sábado en Perú.

Apenas 40 minutos antes, su compatriota Gladys Tejeda había ganado el primer oro para el país organizador de la cita continental, que levantó el telón el viernes en el Estadio Nacional y tiñó la fiesta de local horas después sobre el asfalto del céntrico Ovalo de Miraflores, barrio insignia de Lima.

A pesar de correr en solitario por la baja de su compañera Inés Melchor, aquejada de dolor lumbar, Tejeda arrancó por todo lo alto en la fresca mañana limeña, firmando un récord regional con un crono oficial de 2 horas 30 minutos 55 segundos, cinco minutos menos que la marca establecida en Toronto-2015 por la brasileña Adriana da Silva.

Pacheco, entretanto, se impuso con una nuevo récord continental para sellar el doblete dorado, superando incluso a su hermano mayor Raúl, quien conquistó la medalla de plata hace cuatro años.

El menor, de 26 años, cruzó la meta con un tiempo de 2H09:33 segundos, batiendo no solo el registro familiar de 2H17:13, sino también el panamericano (2H12:43), establecido por el puertorriqueño Jorge González en Caracas-1983.

«Este triunfo de Perú es un premio al entrenamiento y la constancia», declaró emocionado Pacheco. «Jugamos de local y lo dejamos todo sobre la cancha. Salí decidido desde la partida».

Resultó una validación de lo más especial para el fondista oriundo de Huancayo, forjado primero como liebre de su hermano y, ya como maratonista en solitario, en la temida carrera del Cerro de Pasco, la más alta del mundo que se disputa a 4.400 metros de altitud a lo largo de la llamada Meseta de Bombón, en caminos pedregosos de sube y baja donde escasean tanto los botellines de agua como el oxígeno.

Pacheco y Tejeda han sufrido incontables veces esa sensación de bombeo acelerado del corazón y constreñimiento del pulmón en busca del aire que falta en los entrenamientos elevados de Huancayo, donde acuden atletas de todo el país para fortalecer las piernas que, esperan, alcancen algún día la mayor cima posible: el primer lugar del podio.

«Ha sido un apoyo muy importante de mi familia y mi entrenador», destacó Pacheco.

– La revancha se sirve fría –

La trayectoria de Tejeda tampoco fue fácil: ganadora en Toronto, fue despojada del título y sancionada seis meses tras dar positivo por dopaje.

«Aunque no lo tomo así, fue una revancha, porque fue injusto: estaba muy preparada y se perdió la medalla por una negligencia. Obviamente esta vez me tocó en casa. Simplemente decirle a la gente que este oro es para ellos, porque han sido el punto principal para mantenerme en adelante y no tener miedo», dijo Tejeda.

Rendida, Tejeda se desplomó apenas cruzar la meta, y sólo tras ser atendida por miembros de la delegación se animó a encarar las felicitaciones. Pacheco, entretanto, hizo lo contrario: destacado líder de la carrera tras acelerar a falta de 15 kilómetros, anticipó el baño de multitudes nada más avistar el final.

«Faltando 400 metros, me dan una bandera y la llevo. Me alentaron todo el recorrido y quise celebrarlo con ellos», relató el huancaíno, que superó su mejor marca personal y clasificó a Tokio-2020, donde espera subirse al podio. «Esta medalla de oro se valora más porque detrás hay mucho sacrificio».

Unos metros más allá, y pese a los reclamos del atleta denunciando escaso apoyo institucional, sonreía el presidente de la federación peruana, Gustavo Cárdenas.

«Raúl es un chico reservado. Ha sufrido altibajos pero tiene un gran empuje. Cuando se propone algo lo suele conseguir. Con este logro, ha opacado un poco a su hermano», bromeó el directivo.

Y en horas de la tarde Perú sumó su tercera presea dorada, con la victoria de Diego Elías en el squash individual masculino, además de las platas de Hugo del Castillo y Marcela Castillo en taekwondo.

Nada mal para la capital, no solo del país, sino de la gastronomía regional, y que degustó un sabroso primer plato de los Juegos en Perú, cocinado en Huancayo y servido en bandeja por dos fondistas que, ahora sí, ya son de oro.