Pacora (Panamá) (AFP) – En medio del olor a pintura y serrín, varios presos cortan una plantilla de madera sin salirse de las líneas marcadas, mientras otros apuran los acabados de los confesionarios que serán utilizados en la visita del papa Francisco a Panamá.

Entre música, martillazos y trozos de madera desperdigados por el piso, los reclusos fabrican 250 confesionarios en un improvisado taller dentro del complejo penitenciario La Joya, al noreste de la capital panameña.

Estos pequeños inmuebles serán utilizados durante la visita del papa a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se realizará en Panamá del 22 al 27 de enero y de la que todavía se desconoce la agenda.

De ocho de la mañana a cuatro de la tarde una treintena de privados de libertad plasman los diseños, cortan madera, arman cruces, lijan, pintan, tapizan y montan los confesionarios bajo las órdenes de un instructor.

Por este trabajo no remunerado la mayoría de ellos sueña con un indulto papal que le permita abandonar este complejo carcelario, el mayor del país, donde hay más de 9.700 detenidos -el doble de su capacidad- y cuyas condiciones han denunciado organizaciones de derechos humanos y la Defensoría del Pueblo.

Una pintada en una de las paredes a la entrada del penal parece premonitoria: «Dios impacta tu vida, déjate llevar hacia él».

Al papa «yo le pediría que me diera una oportunidad, un indulto por lo menos, porque eso es lo que nosotros todos anhelamos aquí», dijo a AFP Félix Salinas, un conductor de 50 años preso desde 2015.

Su compañero Justino Hernández, un católico empedernido de 62 años, apoya su petición: «Todos tenemos derecho a una oportunidad y a la libertad, que nos dé esa oportunidad de salir de este lugar». Hernández se mostró dispuesto a pedir perdón a Francisco «las veces que quisiera».

– Expectativas superadas –

Los confesionarios están hechos de madera, cartón comprimido acrílico y conglomerado. Unos son abiertos para hablar con el sacerdote y otros cerrados para confesarse exclusivamente.

Estos habitáculos, que tienen un diseño curvo, una cruz y están pintados de azul, rojo y blanco, serán ubicados en el denominado Parque del Perdón, una zona del capitalino Parque Omar donde habrá actividades durante la JMJ.

La mayoría de los detenidos nunca había realizado este tipo de trabajo, pero ha sido tal el éxito que ahora han llegado pedidos para la construcción de 70 kioscos informativos y la elaboración de bolsas de comida para los peregrinos.

Sharon Díaz, subdirectora general del Sistema Penitenciario, manifestó a AFP que el proyecto, que permite descontar un día de cárcel por cada dos días de labor, ha superado las expectativas.

«Ellos se han tomado esta tarea no solo de forma personal si no también espiritual y lo sorprendente de toda esta iniciativa es que hay personas privadas de libertad que no profesan la religión católica y que aún así han estado entusiasmados trabajando fortísimo», sostuvo Díaz.

«No ha habido ninguna complicación con ellos, son muy colaboradores», dijo el instructor de los reclusos, Luis Vega.

– 25 años después –

La visita de Francisco ha generado expectación en Panamá, un país mayoritariamente católico que recibió su última visita papal en 1983, con Juan Pablo II.

Las autoridades locales esperan que cientos de miles de peregrinos, mayoritariamente latinoamericanos, visiten Panamá.

«Es como agregar un grano de arena a una megaobra, va a ser algo grandioso a nivel mundial y va a ser aquí en Panamá», señaló Jesús Argüelles, un albañil evangélico encargado de armar los confesionarios.

«Siento que todo esto es un mensaje de Dios», afirmó por su parte Melis Guerrero mientras daba forma a unos tacos de madera.

Mientras tanto, a la entrada del penal, varios reclusos, uno de ellos encadenado, vociferan sentados ante dos policías. Afuera un perro pulgoso se rasca plácidamente debajo de un viejo autobús escolar con imágenes del Cristo Negro de la ciudad de Portobelo (Caribe).

«Yo he escuchado de muchos de ellos que tienen la ilusión de que el papa vaya, los bendiga, los mire y que reconozca que se esforzaron por hacer este trabajo. Quieren mostrar su perdón y su arrepentimiento ante el papa», dijo Díaz.

Sin embargo, la funcionaria advirtió que para cualquier hipotético indulto o rebaja de condena «hay que cumplir los preceptos legales que tiene nuestro país» y hay que «tener los perfiles».

«Con toda la mierda que hablé de la Iglesia y termino haciendo confesionarios. Por cada clavo que pongo me trago cada palabra», declaró a AFP otro de los presos, quien prefirió omitir su nombre.