Ciudad del Vaticano (AFP) – Enarbolando banderas salvadoreñas y cargando la foto de «San Romero de América», muchos de los 7.000 salvadoreños que asistieron este domingo a la canonización del arzobispo asesinado Óscar Arnulfo Romero en el Vaticano, manifestaron su esperanza de que interfiera para que cese la violencia en su país.

«Lo que esperamos muchos de los salvadoreños es que esta consagración, por la que esperamos 38 años, se transforme en una energía renovadora que lleve al país a la paz tanto esperada, a una situación de mayor justicia e igualdad, que es lo que pedía Romero y por lo que lo mataron», comentó a la AFP la salvadoreña Carmen Argüello, quien viajó desde Apopa, cerca de la capital San Salvador, para asistir a la ceremonia presidida por el papa Francisco.

Emocionados, alegres, la mayoría con una gorra azul con el nombre del país o remeras alegóricas a monseñor Romero, los salvadoreños atiborraron la plaza desde muy temprano para rendir homenaje al santo defensor de los pobres, de los derechos humanos, que dio «voz a los sin voz».

Si bien no todos provenían de El Salvador, muchos llegaron de distintas regiones de Italia, pero también de Estados Unidos, Australia y España.

Todos llegaron a la inmensa plaza con una gran sonrisa y transmitían esperanza con sus miradas. Parecían no poder creer todavía que un personaje tan humilde como monseñor Romero hubiera llegado a tan alto nivel en la Iglesia.

«Esta canonización es muy importante, porque se trata de una persona justa, porque él se lo merece, porque vivió en tiempos de guerra y murió de forma atroz», comentó Marta Rodríguez de Orellana, una salvadoreña que vive en Milán desde hace dos años.

– ¿Un nuevo ciclo? –

«Los salvadoreños tenemos la esperanza de que con este primer santo, las cosas puedan cambiar en el país porque estamos hartos de muerte, de que nos quiten a nuestros hijos, ya no se puede más…», se lamentó.

El asesinato de Romero, el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba misa, ordenado por el mayor del ejército y ultraderechista Roberto D’Aubuisson, polarizó aún más a los salvadoreños que luchaban por mejores condiciones de vida e hizo estallar la guerra civil, que en 12 años (1980-1992) cobró la vida de al menos 75.000 personas.

El país nunca se pacificó completamente y desde hace algunos años vive acosado por las «maras» o pandillas que viven de la extorsión y el tráfico de drogas, explican algunos de los asistentes, que piden justicia.

«Hoy, en esta plaza, se cierra un ciclo y se abre otro. Pero se abrirá de verdad uno nuevo sólo cuando haya justicia para los asesinos de Romero», comentó por su parte Carmen Arguello.

«Por fin se reconoció a este luchador incansable, que ofreció su vida por decir siempre la verdad. Él no se acobardó, él tuvo ese coraje que no todos tienen porque el poder aplasta siempre a los desprotegidos», subrayó Estela Reyes, comerciante en San Salvador, quien acababa de aterrizar en la capital italiana y arrastraba aún su valija.

Como todos, quería compartir ese momento en plaza de San Pedro y venerar a su santo.

«Hoy se escribe una nueva página de la historia de mi país. Le pedimos a este nuevo santo que interceda ante Dios para que nos dé finalmente la paz. Como dijo el papa Francisco, el verdadero pastor es el que tiene el olor de las ovejas en su piel. Monseñor Romero caminaba en medio de su pueblo, de sus ovejas. Yo soy una de esas ovejas», contó por su parte Mirna Medrano, otra salvadoreña radicada en Italia.

Marvin Serom viajó desde El Salvador con toda su familia: tías, sobrinos, hermanos, padres. Vienen de San Marcos.

«Sentimos una alegría inmensa y esperamos que nuestro país no sea tan violento. Es que la Iglesia somos todos, tenemos que poner todos nuestra parte como salvadoreños. Si no, nuestro país va hacia el fracaso», comentó.

Para Pablo de Jesús Calderón, un sacerdote diocesano, la canonización de monseñor Romero puede estimular ciertos cambios en la sociedad: «Hay que seguir denunciando la injusticia y sobre todo la corrupción que hoy está afectando toda el área latinoamericana. Yo creo que esta canonización va a ayudar», asegura. Un legado para toda América Latina.