Sharm el Sheij (Egipto) (AFP) – En pleno debate sobre las pérdidas y daños del cambio climático, la conferencia del clima de la ONU (COP27) recibe la visita del campesino y guía de montaña peruano Saúl Luciano Lliuya, alguien con una experiencia muy personal al respecto.

«Los daños son irreparables allá en los glaciares, pienso que es muy difícil que vuelvan a recuperarse», declaró Lliuya en una entrevista con la AFP, a su llegada a la COP27 en el balneario egipcio de Sharm el Sheij.

Este campesino de aire tranquilo lleva siete años litigando contra la gran compañía energética alemana, RWE, con el apoyo de la organización no gubernamental Germanwatch.

En mayo, dos jueces alemanes y un equipo de peritos acudieron a su ciudad de Huaraz, capital de la provincia andina de Áncash, para comprobar personalmente el alcance del deshielo ineluctable del glaciar que alimenta la laguna de Palcacocha, encima del valle.

Huaraz sufrió en 1941 una inundación gigantesca causada por el desborde de Palcacocha, que causó al menos 1.800 muertos.

La laguna vuelve a estar en límites peligrosos, argumenta Lliuya.

La multinacional RWE no está presente en Perú, pero fue fundada en Alemania en 1898, y por lo tanto, esgrime la acusación, es culpable de haber contribuido al cambio climático global durante décadas.

Y en consecuencia, responsable del peligro que se cierne sobre Huaraz y el hogar de Saúl Luciano Lliuya.

Hacerse amigos en el mundo entero –

Lliuya presentó su caso contra RWE tras conocer a Germanwatch durante la COP20 de Lima, en 2014.

Tras un revés inicial, la demanda fue aceptada por un tribunal superior alemán en Hamm.

Uno de los asesores de Lliuya, Noah Walker-Crawford, de la Universidad de Londres, explica a la AFP que el informe de los expertos sobre la laguna de Huaraz debería estar listo «en unos meses».

El siguiente paso sería una audiencia pública para determinar las siguientes etapas.

Con media sonrisa, Lliuya acepta que su caso no tiene parangón, así que no sabe qué rumbo tomará.

Por el momento, ha puesto encima de la mesa el concepto de «justicia climática». Y de paso ha conocido a otros combatientes en el mundo entero.

«Me he hecho amigos. Hemos conversado de los problemas de las montañas. Hemos visitado lagunas, y bueno, hay que contar lo que está ocurriendo», explica.

Lliuya interpuso su demanda en 2015. «Los vecinos se enteraron. Algunos reaccionaron bien, algunos reaccionaron mal», reconoce.

«Decían que yo estaba haciendo mal, que estaba vendiendo el agua que tanto necesitamos», añade. Un caso de «fake news», de «mala información» que se solventó, asegura.

«Allá todos sabemos que hay una desglaciación, todos sabemos del problema».

Lliuya reconoce que las autoridades locales han instalado diques y tuberías para desaguar la laguna e impedir una desgracia.

Pero el argumento de su defensa es que el peligro es de todas formas inminente. Si los jueces se fueron de Perú convencidos de ello, el caso podría continuar adelante.

Y más allá de su caso, Lliuya cree que Perú debería recibir también dinero si algún día se crea ese fondo de pérdidas y daños que está siendo discutido en Sharm el Sheij.

«El gobierno ha invertido mucho dinero en proyectos para construir diques», dice.

«Se tiene que retribuir todo lo que ha gastado», añade.

«No estoy solo» –

«Soy hijo de pequeños agricultores, y me he formado como guía de montaña. Tienes que pasar cierto entrenamiento. Y ahí es cuando te encuentras con los guías antiguos. Y ellos te cuentan cómo eran los glaciares antes», explica.

«Estamos perdiendo la belleza natural. ¿Qué vas a mostrar a los turistas, a los visitantes?», se pregunta.

A sus hijos, un chico de 22 años y una niña de 11, Lliuya quiere enseñarles el ejemplo de la lucha.

«Pienso que no estoy solo, hay gente que está preocupada por el cambio climático y me siento igual que ellos», añade.

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