Coacalco (México) (AFP) – El espectáculo se detuvo, pero Douglas Osorio, malabarista y trapecista, entrena con el mismo ímpetu y disciplina en espera de que pronto acabe el confinamiento por el coronavirus en México y pueda escuchar nuevamente los aplausos del público.

A sus 22 años Douglas es una de las estrellas del Circo Bardum, donde hasta antes de que el gobierno restringiera las actividades no esenciales por la pandemia, protagonizaba actos con coloridos aros y mazas y desataba la euforia a bordo de su motocicleta.

«Ha sido un poco difícil para nosotros en el circo, porque estamos acostumbrados a llevar una rutina (…) y cuando se acaba eso, te quedas así, no sabes qué hacer, se te van los días, se te hacen eternos», dice nostálgico el artista a la AFP.

El joven pasa la cuarentena en el circo con 59 compañeros que no tienen a dónde ir para escapar del virus.

Pequeñas y grandes casas rodantes lucen desoladas sobre el pavimento hirviente del estacionamiento en una plaza comercial del municipio de Coacalco, en el Estado de México, vecino de la capital, donde la compañía quedó varada hace más de un mes.

Debido a ello unos 80 trabajadores entre técnicos, payasos, acróbatas y trapecistas se vieron obligados a suspender una gira programada en otras ciudades del país.

Los Bardum son una de las 500 empresas circenses registradas en México -según la Unión Nacional de Empresarios y Artistas de Circo (UNEAC)- y de los centenares de compañías de espectáculos a las que el nuevo coronavirus ha dejado en la cuerda floja.

«Es triste para nosotros, porque nos dedicamos a esto, entonces que nos digan ‘vamos a cerrar tanto tiempo’, pero ya llevamos más de un mes (…) ¿Hasta cuándo vamos a empezar a hacer lo que nos gusta?», cuestiona Alondra Gaone, acróbata de 25 años.

Cuarentena en la carpa

Ernesto de la Cruz, productor y presentador del circo, explica que llegaron a Coacalco, de unos 270.000 habitantes, a mediados de marzo cuando el brote aún se propagaba lentamente.

Hasta el miércoles, México registraba 17.799 contagios y 1.732 defunciones, según el gobierno.

«Esto es algo inédito (…) Algunos hemos gastado nuestros ahorros», afirma el animador de 64 años, subrayando que nadie estaba «preparado para algo de tal magnitud».

Ni siquiera la pandemia de la gripe H1N1, cuyo epicentro fue México en 2009, colapsó de tal forma los circos, recuerda De la Cruz.

Pero el estado de alerta por el coronavirus hizo que 20 integrantes de la compañía -incluida una docena de chinos contratados temporalmente- regresaran a sus ciudades y países de origen.

Los otros 60 integrantes, repartidos en 12 familias, residen en el circo aunque aplicando de forma estricta el aislamiento social para protegerse.

En tiempos normales, todos viven de la venta de entradas y golosinas durante las funciones.

Pero sin show ni beneficios por ahora del gobierno para enfrentar la crisis, dependen de las donaciones de los vecinos de Coacalco.

«Hemos tenido una experiencia maravillosa, ver que muchas personas que, incluso, no tienen muchos recursos económicos, vienen a dejarnos una despensa, algunos kilos de arroz o frijol», cuenta De la Cruz.

«El circo sigue viviendo»

El coronavirus agravó la ya frágil situación de los trabajadores y artistas circenses en México. En 2015, esta industria sufrió un duro golpe tras la aprobación de una ley que prohibió la presencia de animales en espectáculos.

Sin tigres, elefantes o caballos la asistencia decayó y provocó que algunas de las compañías con mayor tradición emigraran a Estados Unidos para captar al público latino, según la UNEAC.

Aunque ilusionados de que el 30 de mayo el gobierno levante la cuarentena, como está previsto, los artistas no ocultan su temor de que la epidemia los obligue finalmente a cerrar.

Muchos «no tenemos a dónde llegar, tenemos nuestras casas rodantes, no tenemos a dónde más ir si cierra el circo», afirma Douglas.

Pero De la Cruz mantiene firme la esperanza. «El circo sigue viviendo porque tenemos una capacidad enorme de readaptarnos a los tiempos, y con esta pandemia será lo mismo», anticipa.

Por ahora, los Bardum descartan el uso de redes sociales para ofrecer funciones en línea como han hecho otros circos ante la crisis sanitaria y económica.

«Queremos ofrecer al público la experiencia de un show en vivo», dice el presentador.