Santiago (AFP) – La pandemia impuso una pausa obligada en los grandes observatorios astronómicos instalados en el norte de Chile, cerrando los ojos del mundo al Universo y motivando un retraso en las investigaciones científicas de nuestra galaxia.

Desde fines de marzo todos los observatorios levantados en el árido norte chileno, que concentra casi la mitad de la observación astronómica mundial, detuvieron sus operaciones y fueron puestos en «modo seguro», con poquísimo personal a cargo de su mantenimiento.

Los científicos escogieron este lugar en el extenso desierto de Atacama debido a las privilegiadas condiciones que ofrece para la observación nocturna, con una atmósfera limpia, escasas lluvias y baja humedad la mayor parte del año.

Separados por casi 400 km, en cerro Paranal se levanta el telescopio óptico más potente del planeta, mientras que en el llano Chajnantor, a más de 5.000 metros de altura, el Gran Conjunto Milimétrico/submilimétrico de Atacama (ALMA), que con sus 66 antenas es el radiotelescopio más avanzado del mundo. A estos dos centros, se suman otros observatorios como Tololo, La Silla o Campanas.

«Los observatorios de ESO están en modo seguro, porque la seguridad de la gente trabajando es la prioridad. Hay un número muy pequeño de personas que están cuidando del observatorio pero no se está realizando ninguna observación», dice a la AFP Itziar de Gregorio, jefa de la oficina de ciencias del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile, que opera Paranal y La Silla y el radiotelescopio APEX.

John Carpenter, científico jefe de ALMA, confirma que las operaciones del radiotelescopio están detenidas desde el 18 de marzo. 

– Investigaciones retrasadas –

Con telescopios cerrados y antenas apagadas, los científicos se concentran ahora en procesar la infinidad de datos recopilados durante las largas noches acumuladas de observación.

«Los astrónomos trabajamos con mucho volumen de datos. Tenemos observaciones que en condiciones normales estaríamos realizando en este momento, acabando al mismo tiempo investigaciones que empezaron hace años y preparando ya las investigaciones a futuro», explica De Gregorio.

Complementa Claudio Melo, representante de ESO en Chile: «Los equipos de astrónomos tienen datos acumulados y también datos disponibles en los archivos científicos que les permiten seguir por varios meses. Claro que en un punto dado se necesitarán nuevas observaciones pero no podemos saber aún cuando será».

Pero con peticiones de observación que rebasan la capacidad de los observatorios (normalmente se da curso a una de cada cinco solicitudes), las extensas semanas de paralización significarán un retraso importante en las investigaciones, especialmente para los científicos jóvenes que trabajan con tiempos ajustados para obtener sus grados de doctor o aplicar a algún empleo.

«Será un retraso significativo. Observamos aproximadamente 4.000 horas cada año en ALMA con el complejo de antenas de 12 metros, por lo que si el cierre dura seis meses, son 2.000 horas de observación perdidas», dice Carpenter.

En lo inmediato, agrega, el impacto más relevante sería sobre estudiantes y jóvenes investigadores, «porque ellos de cierta manera tienen plazos más críticos» para la entrega de sus investigaciones.

– Oportunidades perdidas –

En estas semanas de paralización, ¿podría perderse alguna oportunidad importante de observación?

Si bien los objetos del Universos permanecen allí, hay ciertos fenómenos transitorios que ocurren de improviso. Por ejemplo, los llamados brotes de rayos Gamma (Gamma Ray Burst o GRB) o las supernovas.

«Cualquier GRB o supernova que se disparen mientras estemos cerrados no podemos realmente observarla; perdimos la oportunidad de observarla porque se prenden muy rápido y en seguida se desvanecen, entonces son estas oportunidades las que se pierden», dice Carpenter.

Ocurre lo mismo con la famosa estrella gigante «Betelgeuse», una de las más brillantes de la Vía Láctea, que se cree podría convertirse en supernova, un fenómeno rarísimo y que ha generado una gran expectación.

«Estábamos empezando una campaña para observarla y monitorearla cuando tuvimos que cerrar, por lo que no pudimos seguir», se lamenta Carpenter.

De Gregorio plantea una mirada más optimista: «Estos fenómenos transitorios no suelen ser únicos. Si ocurren hoy, mala suerte, pero al año siguiente seguro que ocurren muchos más».

El cierre forzado llevó también a los científicos de Chile a detenerse después de años de una búsqueda frenética por responder a las respuestas que por años desvelan a la humanidad, como cuál el origen del Universo y si hay vida extraterrestre.

«Es un tiempo para parar un poquito y reflexionar sobre los datos que ya tenemos», dice De Gregorio, sorprendida también del gran trabajo colaborativo entre la comunidad científica que se ha dado en este tiempo forzado de paralización.

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