Recuerdos del regreso a la ESMA, emblema de la dictadura argentina
La fachada de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el centro de detención clandestina más emblemático de los años de la dictadura argentina, en Buenos Aires en enero de 2016 © AFP/Archivos EITAN ABRAMOVICH

Buenos Aires (AFP) – A los 15 años de volver a entrar al lugar donde habían permanecido secuestrados y bajo tortura en dictadura (1976-1983), sobrevivientes del emblemático centro clandestino ESMA estiman que la recuperación de ese predio fue un «punto de inflexión» en Argentina.

«Fue la primera vez que entramos y salimos libres de la ESMA», evocó Miriam Lewin, una de la treintena de sobrevivientes que el 19 de marzo de 2004 volvió a ingresar a ese sitio de tortura y muerte a dos décadas de terminada la dictadura.

En el terreno de 17 hectáreas enclavado en el elegante barrio de Núñez al norte de la capital aún funcionaba en 2004 la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), transformada desde entonces en un «Espacio de memoria y promoción de derechos humanos».

«El día que volvimos nos parecía que estábamos soñando. Era un día de sol, era un lugar lleno de flores, el mismo lugar donde (durante la dictadura) entraban los autos llenos de (detenidos) encapuchados», afirma Lila Pastoriza, militante en los años 1970 de la organización guerrillera peronista Montoneros y que estuvo 15 meses secuestrada en la ESMA.

«Hubo un antes y un después de ese día», agregó. En 2004, recién habían sido anuladas las leyes de amnistía de 1986 y 1987 y se reanudaban los juicios por crímenes durante la dictadura que dejó 30.000 desaparecidos, según los organismos humanitarios.

Tres procesos se refirieron ya a la megacausa ESMA, el último en 2018, y decenas de militares fueron condenados a prisión perpetua.

– Escarbar en la memoria –

En una semana de conmemoraciones al cumplirse este domingo 43 años del golpe de Estado, un grupo de sobrevivientes evocó aquella primera recorrida del lugar, una iniciativa del entonces presidente Néstor Kirchner (2003-07).

Conocida como Rosita, Ana María Soffiantini fue secuestrada en la calle junto a sus dos pequeños hijos el 16 de agosto de 1977, permaneció en la ESMA hasta 1978. Días después supo que sus hijos habían sido llevados a los abuelos maternos.

El 8 de diciembre de 1977, fue testigo del revuelo que provocó la llegada de un grupo de detenidos. Eran las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet y un grupo de Madres de Plaza de Mayo, entre ellas su fundadora Azucena Villaflor, secuestradas por un «grupo de tareas» en la Iglesia Santa Cruz en Buenos Aires. Marcadas por el excapitán Alfredo Astiz, que las había infiltrado, fueron torturadas y asesinadas.

Para Soffiantini, el regreso a la ESMA permitió «terminar de enlazar los eslabones. Entre todos poder armar lo que habíamos vivido. Fue un hecho trascendental para escarbar la memoria».

Cinco días después de la primera recorrida casi en intimidad, el 24 de marzo de 2004 una multitud franqueó las puertas de la ESMA. A regañadientes, los marinos tuvieron que devolver los terrenos que el Estado había cedido 80 años antes.

– Templo del terror –

Mientras funcionaban sus escuelas navales, la ESMA fue la más emblemática cárcel clandestina de la dictadura argentina. Por ella pasaron unos 5.000 prisioneros que permanecían secuestrados, encapuchados, tabicados y con grilletes antes de ser -en la mayoría de los casos- arrojados desde aviones al Río de la Plata o al mar en los llamados «vuelos de la muerte».

En esas condiciones, también allí dieron a luz 36 mujeres, cuyos bebés les fueron arrebatados y apropiados por militares o sus cómplices.

Los pocos sobrevivientes fueron usados como «mano de obra esclava», debían escribir documentos, revelar fotografías o hacer trabajos de albañilería para modificar el lugar. «Lo hacíamos o moríamos», recuerdan.

En 1979 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) hizo una visita que legitimó las denuncias sobre secuestros, torturas y desapariciones en Argentina. Inspeccionaron la ESMA pero había sido desmantelada y sus presos trasladados provisoriamente.

En lo que fue el Casino de Oficiales, funciona hoy el Sitio Memoria, una instalación museográfica permanente.

Los organismos de derechos humanos ocupan los otros edificios de la ESMA, que también alberga el Archivo de la Memoria, ámbitos que resisten ahora la escasez de presupuesto. Organizan exposiciones de arte, cursos, obras de teatro, conciertos.

«Donde hubo muerte, hoy hay vida», sintetizó en su título un libro sobre este Espacio para la Memoria.