Por Aurelia Fierros

La Vía Dolorosa marca piedra por piedra, paso por paso, el camino estrecho y accidentado en que fue cargado el pesado madero de la cruz. Un hombre condenado a muerte, de cuerpo flagelado y sangrante, intentaba levantarse de sus caídas para dar cumplimiento a la profecía divina en la cima del Monte Calvario.

La reminiscencia para los fieles cristianos es tan viva, que la Pasión de Cristo, es casi visible.

Y como sacadas de los pasajes bíblicos, ahí están, grabadas en las altas paredes de caliza blanca de Jerusalén, las estaciones de la cruz. Tocar, explorar la textura rocosa de esos muros milenarios es una experiencia ferviente y extraordinaria.

Israel Camino la dolorosa
Israel: La octava estación de la Vía Dolorosa. (Foto: Aurelia Fierros)

Cristianos de todo el mundo llegan en peregrinaciones a la Ciudad Vieja de Jerusalén y siguen los pasos del viacrucis de Jesús, culminando en el lugar de la crucifixión dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro, edificada en el monte también conocido como el Gólgota.

Hoy en día, esta iglesia es la sede más sagrada del cristianismo. Construida en un radio en que se cree Jesús murió y resucitó, los fieles esperan en largas filas para venerarlo y rezar en el lugar de la crucifixión. A unos cuantos pasos, bajo un gran domo, un pequeño templo encierra en penumbra la tumba de Jesús, sólo iluminada por las velas que los peregrinos encienden en su nombre.

Es el viejo Jerusalén, cuyos muros confinan una antigua

Israel Santo Sepulcro
Los fieles hacen largas filas para entrar al Santo Sepulcro. (Foto: Aurelia Fierros)

promesa de paz. Del linaje de Abraham, hasta Jesús el nazareno, del cruento Holocausto a la disputa por el dominio de las sedes santas que la ocupan, Jerusalén es una ciudad tan codiciada que en la lucha por dominarla ha sido destruida 18 veces. En este territorio ha corrido sangre judía, romana, babilonia y persa. Han luchado por ella ejércitos árabes, cruzados, turcos otomanes y el imperio británico. La tierra que israelís y palestinos disputan es para un tercio de la humanidad, literalmente, tierra santa.

El epicentro sacro de Israel es Jerusalén. Para los cristianos, el lugar donde Jesús fue crucificado y la sede de su resurrección. Para los judíos, el sitio sagrado donde se erigió el Templo de Salomón y donde aún aguardan la llegada de su mesías. Para los musulmanes, alberga la cima desde donde el profeta Mahoma hizo su viaje al cielo. Es el punto de convergencia de las tres religiones predominantes en el mundo, escenario de conflicto y guerras, de una lucha ideológica, política y teológica que ha persistido durante siglos.

Tres religiones

Esta región del Medio Oriente comparte más que un árbol genealógico. Es la raíz de la teología judeo-cristiana que data de unos 4,000 años.   Los israelís eran judíos. Los cristianos siguen a Jesús, a quien veneran como el mesías. Pero a esta fecha, la mayoría de los árabes son musulmanes – una religión que llegó mucho después con el profeta Mahoma, en el Siglo VII D.C.

Israel: Muro de los Lamentos
El Muro de los Lamentos, en primer plano. Al fondo, la Cúpula de la Roca. (Foto: Aurelia Fierros)

Las tres grandes religiones monoteístas en el mundo han jugado un papel determinante en la historia de Israel, y en particular de Jerusalén.

Además de la Iglesia del Santo Sepulcro, lugar de la más elevada divinidad para los cristianos; ahí se encuentra el Muro de los Lamentos, la sede más sagrada para los judíos, y La Cúpula de la Roca, reverenciada por los musulmanes.

Los musulmanes creen que Mahoma fue llevado a visitar el cielo desde el Monte del Templo y han rezado en ese lugar desde hace 1,300 años.

Antes de que apareciera Mahoma, los judíos veneraban esa misma colina, como el lugar donde a Abraham, en prueba de su fe, le fue pedido que sacrificara a su hijo Isaac. Han orado allí por 3,000 años.

Según la tradición judeo-cristiana, mil años Antes de Cristo, el Rey David reunió a las 12 tribus de Israel y tomó Jerusalén. Su hijo Salomón, construyó ahí el Primer Templo. Fue luego devastado y el Segundo Templo fue construido. Posteriormente, en el año 70 D.C., los romanos lo destruyeron de nuevo y fue cuando los judíos se convirtieron en un pueblo sin patria y se dispersaron por el mundo.

Sólo los cimientos del lado oeste de este templo ancestral han prevalecido al embate de las guerras y del tiempo. Es el Muro de los Lamentos, que funciona como una sinagoga al aire libre, donde hombres y mujeres son separados para orar. Ellos a la izquierda y ellas a la derecha del muro. Los fieles creen que sus peticiones de fe, escritas en pequeñas notas que son incrustadas entre las rocas de la enorme pared, serán concedidas por Dios.

Las áreas de control

La Ciudad Vieja de Jerusalén, se divide en cuatro barrios: judío, musulmán, armenio y cristiano. La lucha por el control en ese territorio es un enorme reto político.

Como recordatorio permanente de esa tensión está el muro que Israel construyó en los límites con Palestina. Lo que los israelís llaman una “muralla de seguridad”, los palestinos consideran el despojo de su tierra. Lo cierto es que ha habido muerte y destrucción, en ambos lados de ese muro.

Al acercarse a cualquier ciudad palestina, sea en la Franja de Gaza o en la Ribera Occidental (West Bank) -por otros llamada Cisjordania, o como Judea y Samaria- grandes señalamientos de color rojo establecen que se está dejando el área controlada por el ejército israelí, y entrando a la zona monitoreada por seguridad palestina. Seguidamente, se encuentran retenes a veces con algún soldado, en ocasiones sin ellos, pero siempre hay logística de vigilancia.

Israel Letrero hacia Palestina
Señalamiento que advierte a los israelíes que no pueden entrar a territorios dominados por los palestinos. (Foto: Aurelia Fierros)

Mientras se recorren esas regiones, se aprecia la complejidad y el grado de control que ejerce Israel. Los palestinos que viven en la Ribera Occidental, aunque autónomos, viven bajo ocupación israelí. Además, Israel controla la mayor parte de sus caminos y del territorio. De considerarlo necesario, Israel puede activar retenes a lo largo del país, blindar y parar todo el tráfico de las ciudades palestinas, en sólo minutos.

Belén y Nazaret

A sólo cinco millas de la Cúpula de la Roca, en la cima del Monte del Templo, está un retén por donde se puede pasar caminando de Jerusalén, directo a Belén.

Belén es una de las principales ciudades palestinas, dentro de lo que se conoce como la Ribera Occidental.

Aunque es venerada entre los cristianos por ser el lugar donde nació Jesús, Belén es ahora una ciudad musulmana. Pero, mientras los palestinos son árabes, no todos los árabes son musulmanes. Una minoría de ellos es cristiana.

Al centro de esta ciudad bíblica, se encuentra la Plaza de la Natividad, donde se erigió un templo sobre el lugar en que se cree nació Jesús. Constantino, el primer emperador romano cristiano, ordenó construir la Iglesia de la Natividad en el año 326 D.C.

Hasta el lugar de la primera Navidad llegan turistas y peregrinos de todo el mundo. Se postran en oración en el lugar donde la tradición también señala que los Reyes Magos llegaron a ofrecer sus presentes al niño Jesús y a reconocerlo como el hijo de Dios.

De acuerdo con el Evangelio de Lucas, Nazaret era la villa donde se encontraba la humilde casa de María, y también donde tuvo lugar la Anunciación, referida en la Biblia como el suceso en que el ángel Gabriel le informó que daría a luz al hijo de Dios. Pasajes bíblicos también señalan a Nazaret como el lugar donde Jesús pasó parte de su niñez. Nazaret se localiza en el Distrito Norte de Israel, al sur de la región de Galilea.

La Basílica de la Anunciación se edificó sobre el sitio que se atribuye a esa aparición angélica en Nazaret. En su interior se encuentra la Gruta de la Anunciación, a la que se puede descender para orar y la que es considerada por muchos cristianos como los restos de la casa de la infancia de la Virgen María. Al igual que Jerusalén y Belén, Nazaret recibe el peregrinaje de decenas de miles de católicos de todo el globo.

En el recorrido entre Israel y Palestina, los más fascinantes y memorables escenarios se encuentran en el Desierto de Judea.

Al internarse en ese paisaje intenso y de belleza salvaje, los oídos se tapan con el descenso hacia una altitud poco explorada. El camino termina en el punto más bajo de la tierra: en el legendario Mar Muerto, cuya superficie se encuentra a más de 430 metros por debajo del nivel del mar.

Según la Biblia, las ciudades de Sodoma y Gomorra, estaban en la orilla sur del Mar Muerto, cercano a la actual península de Lisán. Se alimenta entre otros, del torrente del Río Jordán, que según el Evangelio de Marcos, es donde fue bautizado Jesucristo.

Demografía

Israel tiene unos 8.5 millones de habitantes, de los cuales casi 6.5 millones son judíos, 1.7 millones son árabes y sólo 384,000 son cristianos. Hoy en día, la población combinada de Israel y Palestina es de alrededor de 13.5 millones –más de la mitad son judíos (7.1 millones), 6.2 millones son árabes musulmanes (de los cuales 4.5 millones viven en la Ribera Occidental y en Gaza) y, se calcula, sólo un dos por ciento son cristianos -y la mayoría de estos, viven en Belén.

Jerusalén a la vez, es una ciudad creciente y moderna de unos 800,000 residentes. Pero su médula central, la llamada “Ciudad Vieja”, alberga a unos 35,000 habitantes.

Tierra de paz

 En esta tierra atesorada por judíos, musulmanes y cristianos por igual, no hay una sola respuesta. La violencia no lo es. La dignidad, seguridad y justicia económica es para todos, la meta común.

El siglo XX ha dejado las reminiscencias de una lucha que arrojó lo que hoy conocemos como Israel y Palestina. En 1947, después del Holocausto, y el fin de la Segunda Guerra Mundial, Naciones Unidas apoyó la creación del Estado de Israel, y los judíos dispersados alrededor del mundo, pudieron regresar a su tierra ancestral. En este proceso, cientos de miles de palestinos fueron desplazados. En 2012, la ONU también reconoció a Palestina como Estado, pero hasta la fecha, ambas partes continúan en conflicto en la defensa de lo que cada uno considera el derecho a vivir en su patria. Una patria para todos ellos, escogida por Dios como tierra prometida, como tierra de paz, como tierra santa.

Por Aurelia Fierros