Zé Celso, 60 años de teatro en Brasil con
El actor y director brasileño José Celso Martinez Corrêa, alias Zé Celso, se alista para una presentación en Rio de Janeiro, el 22 de noviembre de 2019 © AFP CARL DE SOUZA

Río de Janeiro (AFP) – Vestido de blanco, Zé Celso cruza el escenario y gesticula con entusiasmo antes del inicio de la obra que Teatro Oficina consiguió montar en Rio de Janeiro gracias a la energía de su elenco y de su mítico director, quien a los 82 años sigue creyendo en las virtudes de la insurrección.

Para llevar de Sao Paulo a Rio «Roda Viva», una pieza de 1968 del joven Chico Buarque que combina danza, canto, música, teatro y video, hubo que encontrar autobuses que aceptasen transportar gratuitamente a los más de 60 miembros de la «troupe», amigos para alojarlos y un público dispuesto a participar en un mecenazgo colectivo.

Y es que tanto Zé Celso como Teatro Oficina, fundado en 1958, están curtidos en el arte de la resiliencia: juntos atravesaron la dictadura militar (1964-1985), crisis diversas y ahora mantienen su identidad y su desafío en plena presidencia del ultraderechista Jair Bolsonaro.

«Roda Viva», para plasmarse en realidad, «tuvo que superar mil problemas, pero lo que importa es resistir», dijo José Celso Martinez Corrêa, alias Zé Celso, en una entrevista con la AFP. «Yo tengo la insurrección en el cuerpo», aclaró, por si para alguien no fuera evidente.

En 1968, «la milicia del Comando de Caza a los Comunistas llevó a cabo una operación policial contra ‘Roda Viva’. Invadieron el teatro, destruyeron cuanto pudieron y fueron hasta los camarines para pegarles a las actrices», rememora el director.

«Actualmente no tenemos ningún apoyo [oficial], nuestra situación financiera es precaria y estamos luchando desde hace 40 años» contra un proyecto inmobiliario, sintetiza Zé Celso.

Ese proyecto, por el cual se libra una prolongada batalla judicial, podría dejar la sede histórica de Teatro Oficina, diseñada por la célebre arquitecta italiana Lina Bo Bardi, encajonada entre rascacielos de un terreno aledaño, propiedad del dueño de la televisión SBT, Silvio Santos.

«Tengo 82 años, he sido torturado durante la dictadura militar, pero lo que está viniendo ahora es mucho peor. Nunca he visto tanta ignorancia y tanto odio», advierte.

Sin embargo, en ese clima de censuras y autocensuras que se acentúan desde la llegada de Bolsonaro al poder en enero, Teatro Oficina ha conseguido mantener casi un año «Roda Viva» en la cartelera de Sao Paulo.

– Bolsonaro en Hitler –

«En reacción [a Bolsonaro], la cultura está muy fuerte, con los teatros llenos y los artistas con mucha vibración. Toda la cultura está sublevada en Brasil», estima Zé Celso.

Ejemplo de ello es la propia «Roda Viva», una «tragicomedia orgiástica», burlesca, anarquista, ácida y sarcástica, que cuenta con ritmo frenético las aventuras del cantor popular Benedito Silva, escoltado por un «ángel guardián» que se queda con el 20% de sus ganancias.

Benedito se convierte en Ben Silver, un héroe pop, antes de metamorfosearse, en una operación de marketing, en Benedito Lampiao, el más célebre de los ‘cangaceiros’, que hasta los años 30 del siglo pasado recorrían el nordeste en bandas, desvalijando grandes propiedades agrícolas.

En una adaptación a los tiempos actuales, «Roda Viva» versión 2019 denuncia con vehemencia a Bolsonaro, presentado con un mechón y bigotes de estilo hitleriano y admirador apasionado de Donald Trump. Todas sus apariciones en grandes pantallas provocan abucheos.

Los actores llaman con insistencia al público a participar en la obra o a aplaudir al expresidente de izquierda Lula. Los bailarines trepan sobre las hileras de butacas, el excéntrico Zé Celso se acuesta sobre los regazos de tres espectadores y al final de la obra, artistas y público bailan en el escenario.

Para Zé, «el sexo es todo» y las escenas de violación o de orgías son de gran crudeza. En cierto momento, los actores totalmente desnudos se desplazan entre los espectadores.

 – Una farsa amarga –

Nada escapa a la furia y la sátira de Zé Celso: los incendios en la Amazonía, las sospechas de corrupción sobre Flávio Bolsonaro, uno de los hijos del presidente, las fórmulas del «gurú» de la familia presidencial, Olavo de Carvalho, la invasión de las tierras indígenas, los sermones de evangélicos histéricos.