Mapou (Haití).- Yolande Saint Louis se describe a sí misma como una persona que se complace en ayudar a los demás, ofreciendo sus servicios a quienquiera que los necesite.

Cuando otras mujeres le preguntan cómo le van las cosas, contesta que le gusta su comunidad de Mapou, en el sudeste de Haití, y no quiere vivir en ningún otro sitio. Eso a pesar de que muchos han abandonado la zona para establecerse en otros lugares de Haití o en el extranjero.

A partir de estos simples hechos, es fácil entender por qué esta madre soltera de 42 años fue una de las 1.200 mujeres que participaron en una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) — “Apoyo al Gobierno haitiano con vistas al empoderamiento socioeconómico de las mujeres rurales”— puesta en marcha en las comunas de Thiotte y Belle-Anse (Mapou forma parte de esta última).

En las zonas rurales de Mapou, las principales fuentes de ingresos de la población son la agricultura y la ganadería, pero, debido a la falta de infraestructura vial y otros servicios básicos, la comunidad afronta considerables dificultades para alcanzar la seguridad alimentaria y nutricional.

Además, un tercio de las explotaciones agrícolas están dirigidas por mujeres. Sin embargo, la participación de las mujeres en las esferas de la adopción de decisiones y el liderazgo sigue siendo escasa.

El proyecto de la FAO tiene por objeto empoderar a las mujeres rurales apoyando sus actividades económicas y ayudándolas a acceder a los recursos.

En concreto, eso ha significado apoyar la creación de asociaciones de ahorro y préstamo en las aldeas, que ayudan a las mujeres a invertir en sus propias empresas agrícolas y sus actividades empresariales.

Yolande acoge en su propia casa las reuniones de la asociación de su aldea. En su comunidad, hay dos grupos de prestatarias, cada uno de 30 personas.

En la actualidad, cada grupo dispone de alrededor de 2.700 USD (416.000 HTG) en efectivo, y en cada grupo se han beneficiado de los préstamos 18 personas. Este dinero puede utilizarse para cualquier cosa, desde pagar las tasas escolares de los niños hasta poner en marcha empresas o llevar un plato a la mesa durante los períodos de vacaciones.

Según Yolande, “Por primera vez contamos en la comunidad con esta clase de grupo de crédito. Antes nos veíamos obligados a pedir préstamos que luego nos resultaba difícil devolver”.

En total, la iniciativa ha dado lugar a la creación de 16 grupos de ahorro y crédito para mujeres, a los que la FAO también ha facilitado un experto para ofrecerles apoyo y equipo, como calculadoras, libretas de ahorro y cajas fuertes para guardar el dinero en efectivo de las asociaciones.

Yolande ha tomado un camino distinto al de muchas aldeanas. Además de supervisar su explotación agrícola, regenta una panadería que atiende a clientes procedentes tanto de Mapou como de fuera.

Es responsable de unos 20 empleados que trabajan en sus tierras y cuidan del ganado a cambio de un salario. Cuenta con los ingresos que necesita para su propio sustento y el de su familia.

Pero también ella ha tropezado con no pocas dificultades a causa de la actual crisis de violencia que reina en el país.

Antes viajaba a la capital, Puerto Príncipe, para adquirir suministros, pero ahora prefiere entregar el dinero a conductores para que le compren lo que necesita porque, según dice, “Me asaltaron varias veces cuando iba a comprar mercancías”.

Modelo para muchas mujeres de su comunidad y de fuera, Yolande sigue muy apegada a sus raíces en Mapou y prefiere vivir allí antes que en cualquier otro lugar.

Yolande es también la coordinadora de la Organización de Mujeres Asesoras (Oganizasyon Fanm Konsekan Mapou,en criollo), una asociación propietaria de un molino de maíz que fue proporcionado en el marco del proyecto de la FAO y presta servicio a la localidad.

Antes de que el molino llegara a la comunidad, la población local, en especial las mujeres, se desplazaban hasta un molino situado cerca de la frontera con la República Dominicana para moler el maíz, pero a veces regresaban con las manos vacías debido a las demoras, las averías que se producían en el camino o las aglomeraciones en el propio molino.

El molino de maíz local ha resuelto ese problema.

Está claro que la iniciativa “ha desempeñado un importante papel en la reducción de las desigualdades a las que se enfrentan las mujeres y que ahora estas se encuentran en mejores condiciones para contribuir al desarrollo de sus comunidades”, dice el Sr. José Luis Fernández, Representante de la FAO en Haití.

Aunque las necesidades de las mujeres sean aún considerables, el hecho de que inviertan en sí mismas es un paso pequeño pero significativo para transformar sus vidas, las de sus familias y las de la sociedad en general.

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