Tehuacán-Cuicatlán (México).- El hallazgo de un monumental montículo en forma de escorpión, oculto por siglos en el sur del estado de Puebla, ha revelado nuevas dimensiones del legado mesoamericano en la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán.
Esta escultura de 62.5 metros de largo y 13.2 de ancho, elaborada con piedra de travertino, data de entre los años 600 y 1100 d.C., y se considera un elemento clave en un complejo cívico-ceremonial prehispánico que conjugaba lo agrícola con lo astronómico.
El descubrimiento, publicado recientemente en la revista especializada Ancient Mesoamerica*, fue documentado por primera vez en 2014 durante una prospección arqueológica liderada por James Neely, de la Universidad de Texas en Austin, como parte del proyecto «Los contextos y mapeo de los sistemas de canales fosilizados del Valle de Tehuacán, Puebla».
La investigación, desarrollada durante dos décadas (2004–2024), contó con la participación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y diversos expertos nacionales e internacionales.

De acuerdo con el arqueólogo Blas Román Castellón Huerta, quien colabora en el proyecto, este montículo efigie no solo representa un avance artístico y constructivo, sino que también se plantea como un centro de observación astronómica asociado a rituales agrícolas. Se encuentra vinculado a un sistema de irrigación con una extensión estimada de 10,000 hectáreas, considerado el más grande y mejor conservado de Mesoamérica, con evidencia de uso continuo desde el año 2000 a.C. hasta el presente.
En el pensamiento cosmogónico mesoamericano, el escorpión —tlāhuizcalpantēcuhtli— simbolizaba a Venus como estrella de la mañana y estaba asociado con Tláloc, dios de la lluvia, y Quetzalcóatl, deidad del viento. Esta conexión sugiere que el escorpión no solo tenía funciones ceremoniales, sino que también formaba parte del complejo entendimiento astronómico y ecológico de las culturas que habitaron esta región.
Ubicado cerca del llano de la Taza, el montículo tiene orientación hacia el este y el noroeste, alineación que puede haber estado relacionada con fenómenos celestes observables desde el sitio. La estructura forma parte de un conjunto mayor de unas nueve hectáreas, con once montículos de diversas características, varios con muros y habitaciones, y un pozo de función aún desconocida.
La cola y el aguijón del escorpión contienen fragmentos cerámicos que aportan claves sobre su función ritual y el contexto cultural del sitio.

Uno de los aspectos más reveladores fue la presencia de una ofrenda moderna en la parte superior de la cabeza del escorpión: dos vasijas trípodes con tabaco y chiles, elementos que apuntan a una continuidad simbólica y cultural por parte de las comunidades actuales de la zona. Esto refuerza la idea de que los sitios arqueológicos no son meramente vestigios del pasado, sino espacios vivos que aún resuenan en la identidad local.
Entre los materiales recuperados se encuentran vasijas, jarras, cajetes, molcajetes, un incensario, un xantil (escultura de barro) y una hoja de laurel en obsidiana, objetos que evidencian prácticas rituales y comercio con regiones como Cacaxtla (Tlaxcala), Tehuacán, Oaxaca y el Golfo de México. Estos hallazgos permiten comprender mejor la amplitud de las redes económicas y culturales de la época.
La investigación fue respaldada por un detallado mapeo topográfico y fotogramétrico realizado por Archaeo-Geophysical Associates, LLC, que brindó imágenes precisas del terreno. Este trabajo fue liderado por un equipo multidisciplinario en el que participaron también el antropólogo Samuel Wilson, el especialista en cartografía digital Mark Willis y el experto en geofísica aplicada Chester Walker.
El grupo de investigadores considera que este montículo es una pieza excepcional del patrimonio mesoamericano, comparable únicamente con una efigie dual de serpiente y ave encontrada en Paquimé, Chihuahua. Por esta razón, se ha sugerido llevar a cabo una excavación arqueológica en el lugar, junto con estudios de arqueoastronomía y análisis comparativos de las piezas de cerámica para verificar fechas y lugares de origen.

La cerámica y artefactos recolectados ya han sido analizados y serán resguardados por el INAH en el Museo de Sitio de Teteles de Santo Nombre, asegurando su conservación y futura exhibición. Esta acción contribuirá a fortalecer el conocimiento sobre las culturas del Valle de Tehuacán y su compleja relación con el entorno natural.
Más allá de su impresionante tamaño y diseño, el escorpión de piedra encierra un universo de significados que apuntan a una cosmovisión profundamente integrada con la tierra, el agua y el cielo. Su descubrimiento no solo enriquece el acervo arqueológico de México, sino que invita a repensar la sofisticación con la que las civilizaciones mesoamericanas administraban sus recursos y ritualizaban su existencia.





































































