Latacunga (Ecuador) (AFP) – Desde los mercados urbanos hasta las aldeas aisladas entre los volcanes, los indígenas de Ecuador hacen campaña para las elecciones del domingo, confiando en la popularidad de la masiva revuelta que protagonizaron en 2019 y en Yaku Pérez, su primer candidato presidencial propio en 15 años.

«El movimiento de octubre de 2019 nos dio un mandato (…), una identidad política», dice una de las figuras de la movilización, Leonidas Iza, de 38 años, rodeado de las banderas arcoíris del partido indígena Pachakutik.

Con un poncho rojo, unos vaqueros negros y una larga trenza, este dirigente en aquellas manifestaciones -desencadenadas por un alza de los precios de los carburantes y que hicieron vacilar el poder del presidente Lenín Moreno, con un saldo once muertos y 1.340 heridos- acude a apoyar a los candidatos de Pachakutik para las legislativas, que coinciden con la primera vuelta de la presidencial.

«Cualquier gobierno que venga va a tener que lidiar con la postura del movimiento indígena y de los sectores populares» unidos en las protestas de 2019, dice Iza a la AFP mientras acompaña a repartir folletos en el mercado de Latacunga, la capital de la provincia de Cotopaxi, a unos 90 km al sur de Quito.

Varios de los presentes empiezan a corear: «¡Iza, Iza, el pueblo te apoya!», señal de la popularidad del presidente del Movimiento Indígena y Campesino de Cotopaxi (MICC). «Yo no soy candidato. Estoy defendiendo al movimiento», aclara, riendo.

«Proyecto pluriétnico» –

Para la presidencial, Pachakutik, brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), apuesta a Yaku Pérez y su mensaje de reconciliación de toda la sociedad ecuatoriana.

A sus 51 años, este ecologista de izquierda «parece conciliar más los sectores [del resto de la sociedad] que vieron muy mal [la protesta de] octubre, como una emergencia izquierdista radical», explica Franklin Ramírez a la AFP.

Su candidatura «trata de ocupar el espacio más centrista, trata de distanciarse a la vez» del exbanquero derechista Guillermo Lasso, de 65 años, y del izquierdista Andrés Arauz, de 35 años, delfín del expresidente socialista Rafael Correa (2007-2017), los dos favoritos, añade este politólogo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

El último candidato presidencial indígena, Luis Macas, sólo obtuvo el 2,2% de los votos en 2006. Antes de él, Antonio Vargas logró un 0,9% de los sufragios, en 2002.

Frente al 32% de Arauz y el 21% de Lasso, Yaku Pérez tiene el 12% de las intenciones de voto, según la última encuesta de la investigadora Market.

Los 14 pueblos autóctonos de Ecuador sólo representan el 7,4% de la población del país, según el censo de 2010. Pérez, de la etnia kañari, afirma que, según estudios antropológicos, un 25% de los 17,4 millones de ecuatorianos son autóctonos.

El voto indígena, que «volvió a recuperar vigor» tras la movilización de 2019, precisa Ramírez, no tiene tanto peso en términos demográficos que por su «proyecto político pluriétnico», que abarca más allá de los derechos de las comunidades autóctonas.

El mensaje cala en Bertha Quishpe, una enfermera desempleada a pesar de la pandemia de covid-19, que el año pasado desbordó el sistema hospitalario en Ecuador y ahora acumula más de 250.000 casos y unos 15.000 fallecidos.

«Mi aspiración es que lleguemos a un país más bueno, más constructivo, más honesto (…) Apoyo a Yaku porque es sencillo, humilde. Es del campo como nosotros, sabe de nuestra realidad», explica esta madre soltera de 38 años, que lamenta las «humillaciones» sufridas por los indígenas como ella, de los cuales el 60% viven en la pobreza.

Por una vida mejor –

En una camioneta roja por una carretera bordeada de eucaliptos, enormes aloes y cactus en flor, y un camino de guijarros, Iza sube a más de 3.500 metros de altitud en el páramo andino. Ahí se une a otros militantes y candidatos en la aldea de Cusubamba. Un altavoz emite consignas electorales.

Pero antes de la política, un momento de diversión. El líder indígena se quita el poncho y participa en un partido de voleibol en un predio, con una red colocada a más de cuatro metros de altura, sujetada a dos troncos de árboles.

Sentadas en la hierba, unas mujeres miran el partido y estudian un folleto de Pachakutik, que defiende una distribución equitativa del agua, el acceso a la educación y se opone a la extracción minera «irresponsable» y a la corrupción.

«Lo que queremos nosotros como indígenas es algo mejor que lo [que] estamos sufriendo», dice Selia Ortiz, de 41 años, empobrecida por los bajos precios de los productos agrícolas y las tasas de interés demasiado altas.

Pachakutik espera conseguir entre 17 y 24 de los 137 escaños de la Asamblea Nacional, y así, según Iza, reformar las leyes sobre la tierra y el agua, y promover una regulación de la producción agrícola para que mejorar la vida de los campesinos, principalmente indígenas.

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