México (AFP) – María Alvarado siente coraje e impotencia cuando camina junto a un inmenso puente que se construye en el humedal de Xochimilco, pulmón e ícono de Ciudad de México.

«Sinceramente pasa por mi cabeza que esa obra no va a durar, que no va a aguantar, o será que eso es lo que yo deseo», dice la mujer de 60 años, integrante de la coordinación de pueblos originarios de Xochimilco, que se opone al proyecto.

De unos 1.745 metros de longitud y casi terminado, el viaducto se erigió sobre un humedal, zona fangosa que funciona como regulador de la temperatura de la ciudad y depósito del agua de lluvia, lo que previene la inundaciones.

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Cientos de árboles han sido talados en esta reserva que alberga especies endémicas como el ajolote -anfibio parecido a una salamandra- y varias aves locales.

Los habitantes de Xochimilco y expertos temen que el puente sea solo un primer paso para una urbanización acelerada de la zona, considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1987.

«Vamos a seguir en la lucha (…) por el temor que tenemos que luego se siga queriendo urbanizar, que los lagos que están acá al rato estén queriéndolos rellenar para hacer una plaza comercial», señala a la AFP María, cuya voz se pierde entre el ruido de las máquinas y el tráfico de la capital, de 9,2 millones de habitantes.

Batalla judicial –

Xochimilco, con sus canales y chinampas (islotes artificiales donde se cultivan alimentos y flores desde tiempos prehispánicos), está en riesgo desde hace varios años por el acelerado crecimiento de la mancha urbana.

De hecho, la reserva ya había quedado dividida por una autopista que circunvala la metrópoli y el vecino Estado de México.

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La última gran amenaza es esta mole de hierro y hormigón -que tuvo un costo de casi 680 millones de pesos (unos 40 millones de dólares)-, opina la Coordinación de Pueblos Originarios.

Para frenar la obra, el grupo interpuso varios amparos judiciales y realizó manifestaciones en dependencias del gobierno. Incluso, llegó a bloquear la construcción, que avanzó en medio de la pandemia de covid-19.

«No solo pierde Xochimilco, pierde toda la ciudad», afirma Elia Solares, de 65 años, miembro del colectivo.

Pero la alcaldesa capitalina, Claudia Sheinbaum, defiende que la obra resolverá problemas de conexión.

«Va a ser muy importante para la zona (…), tanto para el transporte público como privado que se mueve hacia el oriente», dijo la mandataria izquierdista a inicios de junio, subrayando que la obra no genera daño ecológico.

Su gobierno se ha comprometido a restaurar el humedal con la plantación de vegetación endémica y a conectarlo con otros humedales.

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«El humedal en esta zona de Xochimilco va a ser muy importante», ha dicho sobre el plan de remediación.

«Destrozos descomunales» –

Sin embargo, para Luis Zambrano, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el viaducto solo traerá destrucción.

«Dicen ‘¡ay, es bien poquito!’, ‘¡ay, afecta casi nada’!, pero están haciendo destrozos descomunales», asegura el académico, para quien la alcaldía sabe que el proyecto no soluciona el problema de movilidad.

«Están abriendo la puerta a la destrucción de cualquier ecosistema, por muy protegido que esté con diferentes herramientas tanto nacionales como internacionales», añade.

Xochimilco forma parte de la lista de humedales de importancia internacional de Ramsar, convención establecida por la UNESCO.

Pese a todo, María y sus vecinos prometen seguir batallando para que no entre en fu el puente, que en algunas partes ya muestra inundaciones.

«Seguiremos insistiendo para se detenga su uso, que se pare y que se quede ahí como obra muerta», sostiene.

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