Ciudad de México (México).- Un hallazgo sin precedentes está reescribiendo la historia del México antiguo desde el corazón de su capital. 

Bajo los cimientos del Templo Mayor de Tenochtitlan, el Proyecto Templo Mayor (PTM), dirigido por el arqueólogo Leonardo López Luján, ha encontrado una ofrenda intacta compuesta por más de 19,700 elementos que muestran el poder, alcance y complejidad del imperio mexica.

Este descubrimiento, parte de una serie de excavaciones llevadas a cabo desde hace años, es una muestra vívida de la cosmovisión y la capacidad logística de una civilización que, sin tecnología moderna, logró trasladar fauna y objetos preciosos desde rincones distantes del actual territorio mexicano.

La ofrenda, la número 178 documentada hasta ahora, fue localizada al centro del Cuauhxicalco, una plataforma ritual situada entre el Huei Tzompantli y la pirámide principal del Templo Mayor, donde convergían los rituales dedicados a Tláloc y Huitzilopochtli. Su exploración comenzó en 2019 y continúa hasta hoy.

En ella, los arqueólogos han encontrado piezas provenientes tanto del Golfo de México como del océano Pacífico: frondas de coral, estrellas marinas, caracoles, peces globo y, lo más impresionante, el cuerpo completo de una jaguar hembra adornado con cascabeles de cobre.

Este tipo de hallazgos no solo son asombrosos por su riqueza material, sino por el estado en que se han conservado. El equipo dirigido por López Luján considera este descubrimiento como una ventana única a la biodiversidad de hace cinco siglos, en un momento en que muchas de las especies encontradas ya no existen en el país o han reducido drásticamente su presencia debido a la actividad humana y el cambio climático.

El hallazgo que revela el esplendor mexica 19 mil tesoros ocultos bajo el Templo Mayor
Hasta el momento, se han recuperado 19,710 elementos, entre ellos, restos de más de 400 frondas de coral, 200 estrellas marinas y un jaguar hembra. Foto Gerardo Peña, INAH

Especies como la gorgonia del género «Pacifigorgonia», hoy proliferante en Nicaragua, ya no se encuentran en las costas mexicanas. El jaguar descubierto, de dimensiones excepcionales, habría sido capturado en la selva y mantenido con vida en los vivarios del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin.

El arqueólogo Miguel Ángel Báez, junto al veterano Tomás Cruz Ruiz —quien ha estado en el PTM desde sus inicios—, destaca que este depósito ritual es uno de los más grandes encontrados hasta la fecha, con una profundidad excavada de 60 centímetros de los 90 que mide. Entre las conchas halladas, muchas conservan el periostraco, lo cual indica que fueron enterradas vivas, probablemente transportadas en vasijas con agua salada, lo que subraya la precisión ceremonial de los mexicas.

Esta dedicación minuciosa refleja una cosmovisión profundamente espiritual y organizada, donde cada elemento tenía un lugar simbólico exacto. Él mismo inició en este campo en 1980, con apenas 16 años, motivado por su madre y con el apoyo de su mentor Eduardo Matos Moctezuma, protagonista de la primera etapa del proyecto.

Hoy, bajo su dirección, el PTM ha vivido una nueva etapa dorada que no solo suma descubrimientos, sino que profundiza en el entendimiento simbólico y ecológico de la cultura mexica.

Los hallazgos recientes han sido posibles gracias a un equipo diverso de 25 personas, entre las que se incluyen jóvenes como Karen Jiménez Mendoza y veteranos como el propio Tomás Cruz.

Este colectivo no solo trabaja con rigor académico, sino con un sentido de misión que trasciende lo científico, entendiendo que cada fragmento hallado cuenta una historia de un pueblo que dominó vastos territorios y dejó una huella perdurable en el alma de México.

El hallazgo que revela el esplendor mexica 19 mil tesoros ocultos bajo el Templo Mayor
La ofrenda al centro del Cuauhxicalco, una muestra del poderío mexica y de la pérdida de la biodiversidad. Foto Gerardo Peña, INAH

Uno de los aspectos más impactantes de esta ofrenda es su preservación. A pesar de haber estado enterrada durante más de 500 años, estuvo a punto de desaparecer a principios del siglo XX por la instalación de un colector urbano en 1900.

El hecho de que haya sobrevivido es considerado por los arqueólogos como un golpe de suerte histórico que hoy permite conocer con detalle los rituales, la biodiversidad y la organización social de uno de los imperios más fascinantes del continente.

“¿Quién puede traer tantos elementos naturales de sitios tan lejanos y enterrarlos en el corazón de un altépetl a más de 2,200 metros de altura?”, se pregunta López Luján.

La respuesta es clara: solo un imperio. Un imperio que no solo conquistó territorios, sino también imaginarios. Como escribió el propio López Luján en  Al pie del Templo Mayor, estos hallazgos «son un testimonio elocuente de la devoción de un pueblo entero, que creó su propia manera de percibir e incidir sobre un entorno natural y social, distinto al nuestro».