Huila (Angola).- Juliana camina por el estrecho sendero que divide meticulosamente su huerto en prósperas cosechas. Se detiene ante una col, la levanta y sonríe. En su huerto, que antes era de tierra seca, ahora florecen cultivos gracias a un sistema de riego de baja presión alimentado con energía solar, que distribuye el agua de manera eficiente, incluso en los períodos secos. Estas prácticas herramientas, junto con la capacitación recibida sobre cómo utilizarlas, le han permitido cultivar alimentos de manera constante, a pesar de la imprevisibilidad del clima de la región.
Hace apenas unos años, Juliana perdió a su esposo y desde entonces tuvo que esforzarse mucho para mantener a sus seis hijos con las escasas cosechas que obtenía en su pequeña explotación agrícola. Al igual que muchas familias de Baixa da Missão, situada en la provincia de Huila, al sur de Angola, tuvo que hacer frente temporada tras temporada a la falta de lluvias y la pérdida de cosechas. Las perturbaciones climáticas, como El Niño, acortaron los períodos de siembra y redujeron los rendimientos.
Decidida a cambiar su situación, Juliana se apuntó a la escuela de campo para agricultores, que en la lengua local se llama chitaka. Este grupo de aprendizaje comunitario cuenta con el apoyo del programa “Fortalecimiento de la resiliencia y la seguridad alimentaria y nutricional en Angola” (FRESAN), financiado por la Unión Europea. En colaboración con el Instituto de Desarrollo Agrario y con la asistencia técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el programa ha brindado capacitación a más de 7.425 pequeños agricultores en más de 30 escuelas de campo para agricultores de toda la región.
Las escuelas de campo para agricultores cuentan con una pequeña parcela de demostración donde los agricultores trabajan juntos para poner a prueba soluciones prácticas durante toda la temporada. Aprenden qué técnicas y prácticas climáticamente inteligentes funcionan mejor en su entorno. Se abordan muchas cuestiones a la vez en un mismo espacio: técnicas de riego que permiten ahorrar agua, la salud de los suelos, la diversidad de cultivos y el cuidado del ganado.

A través del programa, el grupo de Juliana, formado por más de 20 agricultores, recibió una pequeña bomba de riego alimentada con energía solar, que extrae agua subterránea utilizando energía renovable. Instalaron asimismo un sistema de riego por goteo de baja presión para optimizar el uso de los limitados recursos hídricos disponibles. Este sistema suministra el agua directamente a las raíces de las plantas, reduciendo la evaporación y asegurando una humedad constante incluso durante los períodos secos.
“Antes transportábamos el agua en baldes, y nunca era suficiente”, recuerda Juliana. “Ahora, con la bomba solar y el sistema de goteo, podemos regar incluso durante los períodos secos. Las plantas están más sanas, y ahorramos tiempo y energía”.
El grupo de Juliana también cubrió el huerto con un mantillo orgánico para mantener el suelo fresco y húmedo y cultivó una combinación de verduras de crecimiento rápido, cultivos básicos para mantener la seguridad alimentaria de los hogares y plantas leguminosas para enriquecer el suelo.
“Utilizamos el estiércol de nuestras vacas y cabras”, explica Juliana sobre sus cultivos de maíz y verduras. “Gracias a la escuela de campo para agricultores, he aprendido nuevas técnicas y he visto cómo mejoran mis cosechas”.

Además, gracias a las sesiones de capacitación sobre sanidad animal y uso seguro de kits veterinarios, los participantes aprendieron que los cultivos y el cuidado animal pueden complementarse y apoyarse mutuamente para aumentar la resiliencia.
Las sesiones impartidas en las escuelas de campo para agricultores han fortalecido las capacidades locales al brindar capacitación no solo a pequeños agricultores, sino también a facilitadores comunitarios y agentes de extensión. De este modo se garantiza que las prácticas climáticamente inteligentes y las habilidades adquiridas se pongan en práctica no solo en la parcela de demostración, sino también en los huertos domésticos.
Estos cambios han proporcionado a Juliana y a las comunidades de Huila un acceso más fiable a verduras frescas y les han permitido obtener unos ingresos más estables para ayudar a pagar los gastos escolares y otros gastos familiares.
“Ahora puedo costear la educación de mis hijos. Los mayores estudian en la universidad y los pequeños me ayudan en el campo después de la escuela”, cuenta Juliana.

Aunque los beneficios de las escuelas de campo para agricultores puedan parecer modestos al principio, son fiables: garantizan un suministro estable de alimentos, un pequeño excedente para venderlo en los mercados locales y destrezas prácticas que benefician a la comunidad.
A medida que más personas se suman a las escuelas de campo para agricultores, la agricultura climáticamente inteligente, la capacitación práctica y el riego alimentado con energía solar están creando comunidades más fuertes y resilientes, preparadas para hacer frente a los desafíos de un clima cambiante.































































