San José (Costa Rica).- Violeta Barrios de Chamorro, primera mujer electa presidenta en América Latina y figura crucial en la historia reciente de Nicaragua, falleció este 14 de junio de 2025 en San José, Costa Rica, a los 95 años.

Su muerte marca el cierre de una era política y simbólica en la región: la de una mujer que emergió del duelo personal y la censura para liderar una transición pacífica hacia la democracia en un país devastado por la guerra civil.

El anuncio fue hecho por su familia, que también confirmó que sus restos permanecerán en Costa Rica hasta que Nicaragua recupere su libertad democrática.

Nacida el 18 de octubre de 1929 en Rivas, Nicaragua, en el seno de una familia conservadora y acomodada, Chamorro se formó parcialmente en Estados Unidos, donde estudió en colegios de Texas y Virginia.

Su vida cambió radicalmente al casarse en 1950 con Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, director del periódico La Prensa y uno de los críticos más valientes del régimen de Anastasio Somoza. El asesinato de su esposo en 1978, ampliamente atribuido al régimen somocista, la empujó al centro del activismo político y la llevó a tomar las riendas del diario, que se convirtió en una trinchera de resistencia tanto contra la dictadura como, más tarde, contra los abusos de poder del gobierno sandinista.

En 1979, tras el derrocamiento de Somoza, Chamorro integró la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, dominada por los sandinistas. Sin embargo, su desencanto con las políticas marxistas y autoritarias del nuevo régimen la llevó a dimitir en 1980.

Durante la década de 1980, enfrentó la censura y el cierre de La Prensa; fue acusada por el gobierno de colaborar con Estados Unidos, pero mantuvo una posición crítica independiente, sin alinearse plenamente con la Contra, la guerrilla antisandinista apoyada por Washington.

Su momento histórico llegó en 1990, cuando encabezó la candidatura presidencial de la Unión Nacional Opositora (UNO), una coalición de 14 partidos que, contra todo pronóstico, derrotó a Daniel Ortega con el 55% de los votos. Su campaña apeló a la paz y la reconciliación nacional, logrando poner fin al conflicto armado a través del diálogo. Ya en la presidencia, entre 1990 y 1997, Chamorro revirtió muchas políticas de los sandinistas: levantó la censura, promovió privatizaciones, redujo el tamaño del ejército y aceptó la permanencia de figuras sandinistas en cargos clave como gesto de unidad nacional, algo que le valió críticas desde sectores más conservadores.

Su gestión coincidió con difíciles años de ajuste económico, marcados por la herencia de una guerra devastadora, un embargo económico estadounidense y reformas impuestas por organismos internacionales. La pobreza aumentó y el índice de desarrollo humano cayó, ubicando a Nicaragua como el segundo país más pobre del hemisferio, solo por detrás de Haití 

No obstante, hubo progresos en salud: la mortalidad infantil disminuyó y la esperanza de vida se incrementó ligeramente.

Impedida constitucionalmente de buscar la reelección, se retiró de la vida pública en 1997 y se dedicó a promover causas por la paz y la libertad de prensa. Su fundación, la Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH), operó por dos décadas como defensora de los derechos humanos y la libertad de expresión, hasta que en 2021 fue forzada a cesar operaciones al negarse a inscribirse como «agente extranjero», en respuesta a una ley del gobierno de Ortega que pretendía controlar a las organizaciones civiles independientes.

En 2018, un derrame cerebral deterioró su salud y la alejó por completo de la vida pública. En 2023, se trasladó a Costa Rica, acompañada por familiares que, al igual que muchos opositores, fueron exiliados o despojados de su nacionalidad por el actual régimen nicaragüense. 

En sus últimos años, vio a su país desde la distancia, dividido incluso dentro de su propia familia: dos de sus hijos apoyaban a la oposición, y dos mantenían afinidades con el sandinismo, reflejando las profundas fracturas sociales y políticas del país que gobernó.

Su muerte generó una oleada de reacciones en América Latina. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala expresó su pesar por “la partida de una defensora de la paz y la democracia”, mientras el expresidente de Costa Rica, Óscar Arias, la describió como una mujer “a quien la historia le encargó reconciliar a su pueblo”.

Desde el exilio, el presidente electo de Venezuela, Edmundo González Urrutia, reconoció su valentía como «una convicción absoluta de que la democracia es el único camino». La dirigente opositora venezolana María Corina Machado resaltó su legado como símbolo de transición pacífica. Por su parte, los expresidentes costarricenses la recordaron como «una ciudadana admirable que sirvió con valentía, dedicación y honradez».

Chamorro deja un legado ambivalente: por un lado, su rol protagónico en el fin de una guerra y la instauración de un régimen democrático; por otro, las secuelas sociales y económicas de su mandato, así como las tensiones generadas por su cercanía con actores externos. 

Su autobiografía Dreams of the Heart ofrece un testimonio íntimo de su vida, desde ama de casa hasta jefa de Estado. Pero será la historia la que, con el tiempo, termine de juzgar el impacto profundo y contradictorio de su figura.