Chocó, Colombia.- A lo largo de los años, la vida ha resultado complicada para los habitantes de la pequeña comunidad de Cedro, en el departamento colombiano del Chocó en el Pacífico. Su región se ha visto castigada por inundaciones destructivas, el cultivo de productos ilegales y oleadas de conflictos armados, que en ocasiones les han obligado a huir de sus hogares o les han dejado sin medios de subsistencia.

En los últimos decenios, la violencia ha desplazado internamente a millones de colombianos. Un acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia alcanzado en 2016 supuso un importante punto de inflexión.

Sin embargo, seis años después, la violencia y los desplazamientos han continuado en las provincias afectadas históricamente por el conflicto, lo que ha hecho que 7,35 millones de personas en el país sigan necesitando asistencia para la seguridad alimentaria.

Pero al menos para los habitantes de Cedro, la vida cotidiana ha logrado recientemente una sensación de mayor tranquilidad y normalidad. “Hoy en día, los niños cuidan de las gallinas. Cuando cacarean, van a recoger los huevos; cuando sale el sol, las mujeres van a recolectar las hortalizas.

Ahorramos dinero porque tenemos los cultivos aquí mismo; no necesitamos comprar cebollas o tomates”, dice Edgar Mosquera, uno de los líderes de la comunidad.

Edgar ha apoyado la ejecución de un proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia de las Naciones Unidas (CERF) para ayudar a atender las necesidades de alimentos y medios de vida de los aldeanos y permitirles retomar el camino hacia una vida normal.

En este asentamiento establecido hace 20 años, las 11 familias que aquí residen se conocen de toda la vida. Edgar sostiene que ha sido relativamente fácil atender las diferentes necesidades de los miembros de la comunidad. “Estamos muy unidos; lo que decimos cuenta con la aprobación de todos y este es el motivo por el que funcionamos tan bien”, subraya.

Cedro es solo una de las 37 comunidades, formadas por 1 161 familias (5 805 personas en total) en los departamentos del Chocó y Nariño, que han recibido el apoyo de la FAO y el CERF. La asistencia se concentró en restablecer con rapidez la producción de cultivos básicos esenciales para su seguridad alimentaria y nutricional, así como una vía hacia medios de vida pacíficos y legítimos.

Esta labor se llevó a cabo mediante el establecimiento de 23 centros demostrativos de capacitación, así como huertos y sistemas de producción ganadera familiar centrados en las aves de corral, los peces y los cuyes, donde se impartieron semanalmente sesiones de capacitación sobre prácticas para reducir al mínimo la pérdida y el desperdicio de alimentos, disminuir los riesgos de catástrofes y adaptarse al cambio climático.

En algunas de las zonas del proyecto, la FAO llevó a cabo las actividades directamente y, en otras, contó con el apoyo de la Corporación Integral para el Desarrollo Comunitario Corpocaminar, asociado en la ejecución.

Estas iniciativas generan claros dividendos. Por ejemplo, la comunidad de Almendró, que se vio afectada por inundaciones históricas en enero de 2020, logró evitar daños o pérdidas para los huertos familiares y las unidades de producción ganadera gracias a la aplicación de prácticas para la reducción de riesgos de catástrofes y la adaptación al cambio climático.

Así como las gallinas ofrecen un suministro regular de huevos, “las familias disponen ya de huertos y parcelas diversificadas con todos los alimentos que pueden necesitar”, en particular piña, guayaba y lulo (una fruta local típica con forma de naranja), según señala Edgar.

Las familias han aplicado también planes mayores, como una iniciativa para producir panela, o bizcochos de azúcar de caña sin refinar para su venta, y fueron seleccionadas para otro proyecto financiado por la Dirección General de Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea. Esto les permitió obtener capacitación en educación financiera, espíritu de empresa, habilidades socioempresariales y gestión de riesgos.

Servando Cuesta Mosquera, supervisor técnico de la FAO en el Chocó, afirma que uno de los principales éxitos se derivó del hecho de que la población local comercializara sus productos en las propias comunidades. Entre los productos alimentarios que producían se encontraban huevos, pollos para asar y carne de cerdo.

“El proyecto también brindó apoyo a grupos de pescadores, a los que se ofrecieron equipos de pesca artesanal que permitieron a las familias obtener ingresos”.

Pero la iniciativa aportó muchas más cosas que seguridad alimentaria y perspectivas económicas para Cedro y otras comunidades.

“El proyecto nos ayudó a restablecer costumbres que estábamos perdiendo. Recibimos insumos y capacitación que nos ayudaron a conseguir muchas cosas y yo siempre le decía a mi gente que debíamos intentar aprovechar la capacitación, porque los conocimientos permanecerían con nosotros toda nuestra vida”, declara Edgar.

Este departamento es uno de los más pobres y más sacudidos por la violencia en Colombia, donde en ocasiones miles de personas han tenido que huir de sus hogares ante el conflicto de grupos armados.

Era fundamental “contar con apoyo psicosocial. Es una cuestión muy importante, ya que esta comunidad se vio desplazada y nunca pudimos acudir a un psicólogo que nos pudiera ofrecer orientación. La comunidad se sintió muy apoyada por la FAO y por Corpocaminar”, añadió Edgar.

Para ganarse la confianza de las comunidades, ha resultado fundamental contar con personal que tuviera profundas raíces en la zona, dice Servando: “Hemos crecido aquí y conocemos bien la dinámica de las comunidades, lo que nos permite saber atenderlas de la mejor forma”.

Aunque la violencia sigue afectando a muchas partes del departamento, «la labor realizada por la FAO y sus asociados para ayudar a las comunidades a asegurar sus medios de vida hace que la población tenga realmente interés en la paz y sus aspiraciones de llevar una vida normal, lo que contribuye de forma importante a las perspectivas a largo plazo de la región,» según señala Alan Bojanic, Representante de la FAO en Colombia.

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