Makandura (Sri Lanka).- Shantha Dissanayake, productor de mangos en el norte de Sri Lanka, ha pasado mucho tiempo preocupándose por que los elefantes no pisotearan sus huertos de mangos. Pero su temor fue mayor cuando llegaron expertos agrícolas del extranjero y talaron sus árboles hasta convertirlos en una pequeña sombra de lo que habían sido.

“Estos forasteros vinieron y cortaron todos mis árboles, reduciéndolos a troncos con unas pocas hojas. Parecían casi muertos”, dijo. “Sin embargo, este experimento ha resultado todo un éxito”, añadió.

Los árboles son mucho más bajos que antes y tienen menos ramas, pero más anchas, lo que permite que la luz del sol mejore la calidad de la fruta y prevenga de forma natural las enfermedades de las plantas. “Ahora veo que da resultado”, dice Shantha, un hombre de 53 a ños que siempre está de buen humor y cuya afición y obsesión es arreglar un viejo tractor oxidado que utilizaba cuando era joven para cultivar calabaza y maíz.

Menos árbol, más mangos

Zengxian Zhao, el hombre que cortó los árboles por primera vez, sonrió al recordar a Shantha. “Al principio se sorprendió, pero se ha convencido y está haciendo correr la voz”, explica Zengxian, experto en cultivos enviado por el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales de China.

En 2023, se lo asignó a este proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) centrado en el sector de las frutas tropicales de Sri Lanka, cuya finalidad era impulsar los ingresos de los agricultores que producen plátanos, piñas y mangos, frutas de gran valor que pueden crecer en el país.

“Aquí, los agricultores saben cómo hacer que los árboles de mango sean grandes, altos y muy resistentes”, afirma Zengxian mientras conversa con Shantha en su explotación, en las afueras de Anuradhapura. La explotación se ha convertido en una suerte de centro de exposiciones al que acuden los vecinos de Shantha para conocer las nuevas técnicas que se enseñan a través del proyecto de cooperación Sur-Sur de la FAO y China.

“Explico y muestro métodos de poda chinos que son muy diferentes”, indica Zengxian. “Buscamos que fluyan más nutrientes de la planta a los frutos”.

El método de poda manual de Zengxian —que ha demostrado a cientos de agricultores de Sri Lanka en más de 30 lugares de la provincia Centroseptentrional, seca y poco poblada— es sencillo. Consiste en seguir una lógica fractal, ahuecando la copa de cada árbol de mango y reduciendo a la mitad el número de tallos por rama.

Esencialmente, injerta el árbol en serie, a partir de unos 70 centímetros por encima del tronco, reproduciendo el patrón de dejar cuatro ramas en lugar de las siete usuales en cada punto para abrir la copa de una forma que aumenta la productividad de la fruta. En última instancia, lo ideal es tener un árbol con unas 87 ramas, cada una de las cuales producirá uno o dos mangos de forma ovoide, con un peso ideal de algo más de 500 gramos.

La menor altura de los árboles de mango facilita el embolsado y la recolección de la fruta en la cosecha, que se hace a mano. Una mayor exposición a la luz del sol también reduce las posibilidades de que aparezcan plagas invasoras, lo que disminuye tanto las necesidades de mano de obra como los gastos en productos agroquímicos.

Shantha dice que, aunque el rendimiento bruto por árbol podado ha disminuido un poco, su rendimiento comercializable neto ha aumentado un 50 %, ya que ahora obtiene principalmente fruta de primera calidad, mientras que antes la mayoría de los frutos eran demasiado peque ños o irregulares y tenía que venderlos a precios muy bajos.

Shantha afirma que se ha convertido a las nuevas técnicas que ha aprendido y ahora tiene previsto adoptarlas en el resto de sus árboles. Está convenciendo a su cuñado, Jayasekara, para que siga el ejemplo en su explotación cercana, donde los árboles de mango son hasta tres veces más altos, pero dan rendimientos económicos apenas marginales.

Por ahora, Jayasekara utiliza una vara larga de bambú para derribar los frutos de las ramas superiores. Suelen quedar magullados hasta el punto de tener que procesarlos para elaborar salsa picante de mango el mismo día, o se pudren. Con árboles más bajos, no tendría este problema.

El dilema de la piña

Más al sur, en las localidades de Makandura y Horana, el clima tropical plantea un reto especial ya que, con calor durante todo el a ño y dos fuertes temporadas de lluvias, hay un mayor riesgo de plagas, explica Yangyang Liu, que se ha centrado en la cadena de valor de la piña.

Las inundaciones también han sido un problema importante que ha llevado a muchos agricultores a dejar de producir piñas. él y sus colegas de la Academia China de Ciencias Agrícolas Tropicales han demostrado cómo una gestión poco costosa de los campos, basada en el uso de bancales elevados y novedosas técnicas de cobertura del suelo, ayuda a mitigar ese riesgo.

Los restantes consejos prácticos de los expertos chinos para mejorar el cultivo de piña se centraron en el riego, las redes integradas de fertirrigación que permiten “aplicar más utilizando menos” fertilizantes costosos y las coberturas del suelo para mantener la humedad y reducir la escorrentía de productos agroquímicos onerosos.

En conjunto, estas iniciativas redujeron en gran medida las necesidades de mano de obra para el deshierbe, que plantea especial dificultad con la variedad espinosa que se cultiva en la región. La colocación de bolsas alrededor de la fruta en crecimiento ayuda a evitar las quemaduras por el sol y, a su vez, ayuda a determinar el estado real de maduración con mayor precisión y permite obtener una producción más sabrosa.

En Sri Lanka, los agricultores aprendieron a utilizar la propagación por corona, un método para generar material de propagación fresco que es considerablemente más eficaz y aborda uno de los principales obstáculos relacionados con los costos que enfrentan los productores locales de piña. Este método triplica con creces la cantidad de material de propagación nuevo generado por las plantas existentes y responde a una de las principales necesidades de los agricultores locales.

Suneth Lakmal, que produce piña desde hace mucho tiempo, afirma que, gracias a la mayor disponibilidad de material y a las técnicas más resilientes al clima que ha aprendido, prácticamente ha triplicado el número de piñas que puede cultivar, hasta alrededor de 20 000 frutos por acre.

Se siente tan seguro que ahora planea duplicar la superficie de tierra que arrienda e impulsar la producción hasta el punto de poder negociar acuerdos de exportación. Dado que su nuevo método reduce la dependencia de plaguicidas costosos y mejora la eficiencia hídrica, sueña con expandirse y convertirse en agricultor a gran escala. “No veo límites en cuanto a la cantidad que puedo cultivar”, afirma.

La Sra. Dharshini Erangika Jayamanne, Directora de Agricultura del Centro de Investigación y Desarrollo de Makandura, al norte de Colombo, la capital del país, creó una explotación experimental de piñas que triplicó el rendimiento típico de la zona gracias a la aplicación de la tecnología de bajo costo presentada en el proyecto. Además, las frutas son de mayor calidad y tienen épocas de cosecha uniformes, lo que aumenta la escala para satisfacer las necesidades de los compradores extranjeros.

En colaboración con los expertos, ideó una forma de generar nuevos materiales de propagación para la piña y el plátano —conocidos localmente como chupones— de una manera que armoniza la estacionalidad y reduce la propagación de enfermedades de las plantas. También dirigió la capacitación de más de 1 000 agricultores y estudiantes mediante talleres.

Afirma que, aunque los primeros participantes recibieron ayuda financiera para sufragar los costos iniciales, estos pueden recuperarse en menos de tres temporadas y a veces en una sola, por lo que facilitar el crédito en lugar de ofrecer subvenciones es una oportunidad viable para el Ministerio.

“La clave de este proyecto fue la orientación y la relación entre los científicos. Como siempre están con nosotros, siempre podemos encontrar soluciones para los problemas locales, y esta ha sido la clave del éxito del proyecto”, afirma la Sra. Dharshini, una científica consumada que ha logrado grandes innovaciones en el cultivo de tejido de piña y tiene previsto tomar el proyecto de la FAO y hacerlo “legible y transferible” para los centros de investigación regionales.

“De cara al futuro, los servicios de extensión son esenciales y resultan fundamentales para evitar que se caiga en creencias erróneas sobre los fallos de la tecnología”, sostiene. “No solo basta con aprender cosas de Internet para lograr resultados”.

Parte de la divulgación se produce espontáneamente. Los agricultores que participan en el proyecto suelen decir que sus vecinos no cesan de pedirles que sigan instruyéndolos.

“Miran por encima del muro y me preguntan por qué siembro con tanta densidad, y yo les hablo del proyecto de la FAO”, explica Seela Wickrama, que está transformando la pequeña explotación de sus padres, en la que se producía betel, en una empresa de cultivos múltiples centrada en las piñas y los plátanos. También señala que, aunque obtuvo subvenciones iniciales a través del proyecto, ahora también invertirá en la explotación por su cuenta.

Beneficios a largo plazo

Los participantes en el proyecto de cooperación Sur-Sur reciben subvenciones para sufragar parte de los costos de inversión iniciales, como la instalación de sistemas de riego, mientras que el Departamento de Agricultura de Sri Lanka paga la mitad de los costos de los fertilizantes. Esa ayuda es fundamental en la fase de demostración, pero una vez que el enfoque se adopte a gran escala, requerirá “relativamente poco capital” y puede ser “beneficioso para los peque ños agricultores incluso sin incentivos públicos”, afirma el Sr. Bandara Abeysinghe, un instructor agrícola provincial que ha contribuido a que el proyecto de la FAO llegue a un público más amplio. El verdadero beneficio del proyecto es la creación de capacidad, que incluye el aprendizaje de técnicas nuevas, sencillas y de bajo costo, para aumentar la producción.

Shantha coincide. “No quiero cosas gratis o subvenciones, sino préstamos a largo plazo”, dijo. Con pruebas del aumento de la productividad, es más fácil acceder a préstamos bancarios. El objetivo del Gobierno, señala el Sr. Abeysinghe, es aumentar la productividad de la fruticultura tropical, no necesariamente promover la producción de mango, piña o plátano por encima de otros cultivos básicos de la región, como el pimiento picante, la soja y varios tipos de arroz.

“Con una aplicación adecuada, los agricultores obtienen un mayor rendimiento de la inversión”, afirma, y añade que su equipo impartirá 50 cursos al a ño sobre las técnicas de poda de Zengxian.

Producir localmente para exportar a todo el mundo

Lo que realmente desean Shantha, Suneth y otros productores de Sri Lanka es encontrar la forma de acceder al mercado mundial de frutas tropicales, cuyas exportaciones se valoran en 11.000 millones de USD, y que ofrece precios considerablemente más altos.

La conocida variedad de mango TJC que cultiva Shantha es apreciada por tener semillas pequeñas, con una mayor cantidad de pulpa más suave y carnosa, y ha impulsado un reciente repunte de las exportaciones al Oriente Medio. Aun así, las exportaciones totales ascienden a unas 430 toneladas, incluidos los frutos desecados, esto es, menos del 1% de la producción nacional.

Sin embargo, liberar el formidable potencial de las frutas tropicales para contribuir a los medios de vida que dependen de la transformación de los sistemas agroalimentarios de Sri Lanka implica algo más que resolver el papeleo.

Estas dificultades se superponen con cuestiones como la contratación local y, en particular, el transporte, que en el caso de las frutas tropicales frescas es un proceso delicado de principio a fin. Los expertos de China han enseñado técnicas eficaces, como colocar las piñas boca abajo en cajas para minimizar los golpes entre los frutos durante el transporte.

Sin embargo, nada es tan sencillo como parece a simple vista. Incluso el uso de cajas de plástico rígidas requiere una intervención sistémica, ya que estas deben reutilizarse y redistribuirse a los lugares donde se necesitan, y es necesario modernizar los mercados mayoristas para lograr que abandonen hábitos como el uso de sacos o el amontonamiento de la fruta fresca en camiones abiertos y en los almacenes.

El impulso gradual de esta reforma ha contribuido en gran medida a reducir a la mitad la pérdida y el desperdicio de alimentos, según el Sr. Chandana Wasala, Director Adjunto del Instituto Nacional de Gestión Poscosecha, un centro de investigación creado originalmente con ayuda de la FAO en 1976 para mejorar la elaboración de arroz en el país.

En los laboratorios del instituto, donde jóvenes investigadores se centran ahora en la evaluación de la inocuidad alimentaria de las mermeladas de mango y otros alimentos elaborados con frutas deformes, pueden verse estantes con frascos que contienen variedades autóctonas de arroz. De forma un tanto irónica, el instituto alberga enormes árboles de mango de 25 metros de altura, que sirven más para dar sombra y ornamentar que para producir.

El Sr. Chandana afirmó que el proyecto ha ofrecido un medio para poner en marcha una amplia campaña regional de sensibilización sobre la pérdida de alimentos. Además, ha investigado las consideraciones financieras y prácticas que impulsan a los actores de la cadena de valor —especialmente los comerciantes y transportistas que lo consideran un costo adicional— a resistirse a sustituir los sacos de polietileno por cajas de plástico rígidas.

Como parte del proyecto, el Sr. Chandana llevó a parte de su equipo a China en un viaje de estudios y capacitación, y comentó que la transformación del sector de las frutas tropicales de Sri Lanka es una cuestión sistémica, que en muchos aspectos implica los mismos retos de integración en el mercado y de eficiencia que China superó en los últimos decenios con su gran mercado interno.

Desde entonces, él, Zengxian y Yangyang han colaborado con colegas locales para impartir unas 80 sesiones de “formación de instructores” y reunirse con cientos de agricultores para explicarles las medidas en pequeña escala que pueden tomarse ahora para lograr repercusiones mucho mayores.

Una cuestión que se subestima es que los materiales para embolsar la fruta, los insumos químicos para herbicidas y fertilizantes y las tuberías de riego son relativamente caros en Sri Lanka.

“He comprobado que todos los agricultores están deseosos de probar estas nuevas técnicas, pero, en comparación con China, a menudo no pueden conseguir localmente lo que necesitan a buen precio, lo que aumenta la presión financiera”, afirma Dequan Sun, jefe de los expertos que trabajan en el proyecto.

Dequan se reunió con proveedores locales para inventar alternativas asequibles para productos que van desde bolsas de fruta a mezclas de fertilizantes. “Los agricultores locales llevan siglos dedicándose a esto, se desempeñan bien y hemos aprendido mucho de ellos y sobre las variedades locales de fruta”, afirma. “Pero hay margen para mejorar, y por eso estamos aquí. Dado que ya hemos pasado aquí dos a ños, dos temporadas enteras con todas sus fases, la capacitación que ofrecemos y nuestras explotaciones experimentales de demostración son intensivas y permiten a las personas comprender cómo pueden aumentar la producción y los rendimientos”.

Gracias al intenso contacto, los agricultores y los expertos técnicos armonizan la búsqueda de soluciones viables para tomar los conocimientos especializados de China y adaptarlos a las circunstancias de Sri Lanka, y las dos partes aprenden. “Cada vez que surge un problema, discutimos mucho y lo resolvemos para que todos entendamos qué sucede”, dice Yangyang. “Responder a las preguntas es la mejor solución”.

Transferencia de conocimientos

Todo el proyecto, que incluye innovaciones en los sectores del plátano, el mango y la piña de Sri Lanka, es representativo del tema de la cooperación Sur-Sur, y consiste en transferencia de tecnología, agricultura de precisión, normas jurídicas de comercio, métodos de transporte y comercialización y la adopción y ampliación de buenas prácticas agrícolas.

“Este método beneficia tanto a los agricultores individuales como a la economía del país”, afirma Shantha.

El proyecto de cooperación Sur-Sur, con un presupuesto de 1,5 millones de USD, es un “proyecto experimental y una prueba de concepto”, afirmó el Sr. Vimlendra Sharan, Representante de la FAO en Sri Lanka. Colocar bolsas de plástico alrededor de la fruta para evitar que se queme por el sol, armonizar la maduración y evitar las plagas “no es una tecnología asombrosa”, señaló. El verdadero valor añadido es que los expertos de China están allí, durante varias temporadas para ver los retos, no para ofrecer un único tutorial, añadió. “Los agricultores tienen un instinto asombroso para entenderse entre sí”.

Mantener el impulso

Zengxian, con su contagioso entusiasmo, y Yangyang, con su fluidez en cingalés y su poética nostalgia por las serenas escenas de “búfalos en arrozales con garzas posadas cerca”, han dejado el país tras dos a ños en los que ayudaron a impartir cientos de tutoriales prácticos a más de 1900 agricultores, así como a decenas de trabajadores de extensión, instructores y estudiantes.

Sin embargo, el Sr. Kuragamage Don Lalkantha, Ministro de Agricultura, Ganadería, Tierra y Riego del Gobierno de Sri Lanka desde finales de 2024, se ha comprometido a garantizar que el proyecto de cooperación Sur-Sur siga vivo y evolucione. El Sr. Lalkantha es un hombre sensato que quiere contribuir a la recuperación de su país tras el drástico colapso económico de 2022.

Tras señalar que muchos proyectos de desarrollo anteriores acabaron “sin que se lograran resultados”, afirma que está decidido a restablecer los beneficios de los productos agrícolas de alto valor por los que se reconoce a su país insular desde hace milenios.

“Necesitamos inversiones del extranjero (…) y debemos centrarnos en aumentar la producción e impulsar las exportaciones”, afirmó. “Nuestro país produce una gran variedad de frutas, pero aún no hemos sido capaces de preservar esta diversidad y presentarla al mundo de forma eficaz. (…) Estamos profundamente interesados en que esto sea una realidad”.

Los funcionarios ministeriales de todas las provincias están colaborando más estrechamente para garantizar que el sector agrícola genere resultados significativos e inclusivos que lleguen también a las personas más pobres y contribuyan a la seguridad alimentaria de todas las personas. El Gobierno ha puesto en marcha planes de costos compartidos con los que subvenciona los equipos de riego, las cajas de plástico rígidas y otros artículos que los agricultores necesitan para ampliar los resultados del proyecto.

Los funcionarios públicos de primera línea concuerdan con estas medidas. “Tras completar estas investigaciones y experimentos de campo, tenemos una idea muy clara de cómo ampliar estas tecnologías, y creo que tendrá un efecto muy extendido y positivo”, afirmó la Sra. Dharshini. “Los expertos de China lograron aumentar nuestra confianza. (…) Somos más fuertes y estamos preparados para seguir nuestro camino hacia el futuro por nuestra cuenta”, añadió.

“Todavía queda un largo camino por recorrer” antes de que los agricultores familiares de Sri Lanka puedan exportar frutas tropicales a gran escala, señala Yangyang, que ha sondeado a las principales empresas mundiales de frutas para conocer sus necesidades, pero van por buen camino.

“Un dicho local dice que, para hacerse rico, hay que cultivar mangos fuera de temporada”, explica Shantha. Con las nuevas tecnologías de bajo costo compartidas mediante la cooperación Sur-Sur, ahora confía en que haya otra forma más viable.