Monterrey (México) (AFP) – «¡Jugamos sabiendo que vamos a ganar mucho más!», celebra jocosa Megan Rapinoe, flamante capitana de la selección estadounidense de futbol femenino y también líder en la lucha para conseguir el histórico acuerdo de igualdad salarial entre hombres y mujeres.

El campeonato femenino de Concacaf de Monterrey, donde se disputa el pase a tres torneos internacionales, fue el terreno para que la escuadra de las barras y las estrellas reapareciera en competencia oficial tras este jugoso contrato alcanzado en mayo pasado.

«Pinoe», como la aclama la afición a la capitana estadounidense, pisó la cancha apenas 15 minutos, pero fueron suficientes para llevarse los reflectores en el partido inaugural contra Haití, que su escuadra ganó 3-0.

La central del OL Reign hizo gala de su veloz toque y hasta bailó en el pasto para deleite de la afición del estadio universitario de Monterrey.

Ante la prensa, apareció modelando la casaca azul claro de Tigres, el equipo femenil de casa, rematada por un delicado collar de perlas al cuello y vistosas gafas oscuras verdes que contrastaban con los mechones rubios y rosados de su corto cabello.

«Bromeamos acerca del dinero, pero es una de las formas en que la sociedad te hace saber que vales», retoca la capitana estadounidense usando por momentos un tono solemne.

Con el nuevo acuerdo, que estará vigente de 2023 a 2028, según estimaciones de medios estadounidenses, una jugadora podría ganar anualmente unos 450.000 dólares si es llamada a todas las convocatorias y la cifra se duplicaría según los resultados del equipo. Antaño, esa compensación era menor a 250.000 dólares.

«Ya hicimos el trabajo afuera, ahora toca en la cancha», dice de su lado la defensora Becky Sauerbrunn, que milita en el Portland Thorns.

Considerada la escuadra más poderosa del balompie femenino, Estados Unidos se ha coronado en cuatro ocasiones campeona mundial y olímpica y acumula ocho torneos de Concacaf.

Tras ganar el último mundial en 2019, las jugadoras se llevaron un bono de 110.000 dólares, pero si hubieran sido varones sumarían 450.000.

Más lucrativas –

Negocio a fin de cuentas, en el fútbol los salarios se miden en función de las ganancias de un equipo y es la justificación constante a las magras primas a jugadoras de distintos países que muchas veces tienen que realizar otras actividades para subsistir.

Pero para las estadounidenses, punto a favor pues según estimaciones de The Wall Street Journal, entre 2016 y 2018 la escudra femenina arrojó 50,8 millones de dólares por venta de boletos contra 49,9 millones de los varones.

«Era lo justo», dice a la AFP Adrianelly Hernández, comentarista mexicana del programa Cancha y aparte, especializado en fútbol femenino.

«En Estados Unidos el deporte masculino más popular es el fútbol americano, por eso a nadie le importó que las mujeres empezaran a jugar ‘soccer’, era un espacio que podía tomar, era perfecto que se lo apropiaran», añade la especialista al explicar el fenómeno de este equipo, aclamado mundialmente y cuyas figuras son inspiración de chicas jugadoras.

Para «Pinoe», el ser retribuidas justamente por hacer algo que disfrutan ha creado una «increible atmósfera» en la selección, incluidos directivos.

«Y claro, queremos marcar el ritmo para las próximas generaciones, para jugadoras de otros países. Esto es algo bueno, estamos muy orgullosas, nos costó mucho trabajo conseguirlo»

Las noruegas fueron las primeras en pelear por esta igualdad salarial en 2017 y tras las estadounidenses, «Las Rozas» de España consiguieron también un acuerdo histórico el 14 de junio.

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