Tijuana (México) (AFP) – A plena luz del día y ante la impotencia de fuerzas estadounidenses fuertemente armadas, algunas familias de migrantes centroamericanos escalan, con niños bajo el brazo, el muro fronterizo entre México y Estados Unidos para buscar su irrenunciable sueño americano pese a las amenazas del presidente Donald Trump.

Cerca de las playas de Tijuana, una ciudad del noroeste de México que colinda con la estadounidense San Diego, California, un puñado de migrantes que llegaron en caravana desde Honduras encontraron un tramo vulnerable del muro fronterizo, lejos de los filosos entramados de púas recientemente instalados por el ejército de EEUU.

Viajando ligeros con pequeñas maletas y batallando con niños pequeños, una decena de centroamericanos se apoyan en rocas de la desértica barranca y se impulsan unos a otros para trepar la reja de metal oxidado.

Apenas brincan hacia el lado estadounidense, agentes de la patrulla fronteriza se precipitan para rodearlos y detenerlos. Aterrados, los niños gritan y lloran.

«No tengo nada que perder. En Honduras no hay vida y aquí (en México) está cada vez más difícil», dice a la AFP Albita, una joven hondureña que no quiso dar más detalles de su identidad.

«Me la juego, todo o nada», dice tiritando de frío en el albergue de migrantes en Tijuana, poco antes de lanzarse al muro fronterizo y lograr sortearlo.

La caravana migrante recorrió más de 4.000 km durante más de un mes desde San Pedro Sula, Honduras con el objetivo de llegar a Estados Unidos, donde buscan pedir asilo y construir una vida lejos de la pobreza y violencia de Centroamérica.

– Imparables –

Escalar el muro México-EEUU, el desafiante intento de migrantes centroamericanos
Agentes de la Patrulla Fronteriza de EEUU arrestan a migrantes centroamericanos que saltaron el muro de metal que separa a EEUU de las playas de Tijuana en México, el 2 de diciembre de 2018.
© AFP Pedro PARDO

Trump acusa a estos migrantes de querer perpetrar una «invasión» a su país y desplegó miles de soldados a la frontera, quienes en las últimas semanas han reforzado el muro con barricadas y alambramados, además de desplegar impresionantes demostraciones de poder.

El momento más crítico ocurrió el 25 de noviembre, cuando unos 500 migrantes con numerosos niños pequeños embistieron en horda contra el muro fronterizo, en un desesperado intento de cruzar en masa.

Las fuerzas estadounidenses respondieron con gases lacrimógenos y balas de goma que descargaron indiscriminadamente desde helicópteros que volaron al ras de la frontera.

Estos hechos infundieron terror entre los centroamericanos, e incluso muchos de ellos renunciaron a su sueño americano.

Cientos de ellos solicitaron su repatriación y más de 2.000 han empezado a regularizar su estancia en México para instalarse definitivamente.

Otro tanto se ha doblegado a la exigencia de Trump de permanecer en México mientras solicitan el asilo, uno a uno, en cortes fronterizas, aunque para este trámite existe una lista de espera de más de 5.000 personas, incluyendo a migrantes de otros países que llegaron a Tijuana hace tiempo.

Pero a los más aguerridos no les detiene nada, sobre todo los que saben que un juez federal de California suspendió recientemente un decreto firmado por Trump que establecía que los migrantes que cruzaran clandestinamente no podrían pedir asilo.

«No soporto que se den por vencidos, tenemos que seguir luchando por lo que vinimos», dice Jecson Fuentes, un hondureño de 22 años cuya madre logró cruzar la frontera hace unos días con su hermana de 15 años. Se entregaron a las autoridades y ahora siguen adelante con su proceso de asilo.

Así, algunos migrantes han empezado a escabullirse por debajo del muro por las noches y bajo la guía de algún experimentado traficante de personas, y otros se aventuran en pequeños grupos a plena luz del día.

La caravana, que llegó a sumar unos 7.000 personas, ha empezado a disolverse, estancada ante la imposibilidad de cruzar la frontera en masa.

Unos 2.000 migrantes se encuentran en un nuevo albergue instalado para recibirlos tras más de dos semanas bajo la intemperie y condiciones de hacinamiento en otro centro que las autoridades de Tijuana habían improvisado en un barrio marginal, a unos metros del muro fronterizo.

Unos 500 centroamericanos se rehúsan a abandonar el primer albergue ahora clausurado, y el resto de los integrantes de la caravana se han esfumado, según autoridades.