Jubilado y estudiante comparten aspiraciones por una Nicaragua más justa / AFP
Fotos de estudiantes muertos durante las recientes protestas son exhibidas en la entrada de la Universidad Politécnica de Nicaragua, el 27 de abril de 2018 en Managua © AFP INTI OCON

Managua (AFP) – Don Gilberto, de 61 años, exguerrillero sandinista, llega cansado en su bicicleta a su casa después de pasar una noche en vela cuidando, machete en mano, una tienda para ganar un dinero adicional, porque su pensión no le ajusta para sostener a su familia y aspiran por una Nicaragua.

El año pasado se jubiló con una pensión de 175 dólares que sacó trabajando duro como jornalero y guardia de seguridad en diferentes empresas.

Pero cuando supo que el gobierno del presidente Daniel Ortega le rebajaría 5% de su pensión como parte de una reforma al Seguro Social se enfadó como muchos otros jubilados que, dice, reciben menos que él para sobrevivir en la vejez.

«Me sentí molesto porque me iban a quitar un dinero con el cual uno puede comprar su libra de arroz, azúcar, es un dinero que le hace falta a uno», dice a la AFP Gilberto Castillo, al llegar a su humilde vivienda en Managua, donde lo espera su mujer con un plato de arroz con frijoles, huevos fritos y café para el desayuno.

«Soy sandinista, pero no me gustan las injusticias», dice este hombre de tez morena y afable, que en su juventud se sumó a la lucha guerrillera del Frente Sandinista para sacar del poder a la dictadura dinástica de los Somoza (1936-1979).

Hoy, don Gilberto continúa trabajando por cuenta propia en lo que sea, pese a su diabetes e hipertensión, para completar los gastos del hogar, en un país donde el costo de la canasta básica supera los 400 dólares.

«¿Por qué no le quitan a los diputados que ganan como 100.000 y pico (más de 3.000 dólares)?», reclama el pensionado, padre de nueve hijos y originario del municipio occidental El Sauce, donde en su infancia laboró en el campo.

«Éramos pobrecitos, mi mamá tuvo 14 hijos, ella trabajaba en las calles o en el monte cortando algodón para darnos a comer a nosotros que éramos un montón de niños pobres. Mi papa la dejó botada, nunca la ayudó», recuerda.

Don Gilberto no está de acuerdo con la violencia con la que el gobierno reprimió las protestas contra la reforma al seguro social, que dejaron al menos 38 muertos.

«El hombre (presidente) no hubiera actuado de esa manera, luchamos para vivir en una Nicaragua libre», subraya.

Sin embargo afirma que sigue siendo «un sandinista de corazón» y defiende que el presidente Daniel Ortega ha hecho buenas cosas.

– «No más», dicen jóvenes –

La reforma al sistema de pensiones fue el desencadenante de que manifestantes –en su mayoría jóvenes– salieran la semana pasada a las calles a defender el dinero de sus abuelos, y fueron reprimidos por el gobierno.

«Fue muy impactante ver cómo había ancianos golpeados, jóvenes reprimidos por otros jóvenes que fueron enviados por el gobierno», dice a la AFP Yoshua Guevara, un menudo universitario de 19 años.

«Era algo a lo que nosotros ya estábamos acostumbrados, pero esta vez decidimos levantarnos. Era el momento de decir ¡no más!, no dejar que nos abofeteen», agrega el joven.

Fue así que el pasado jueves, Yoshua decidió dejar su casa para apoyar a sus compañeros y defender la pensión de su abuela, de 67 años.

«(A mi abuela) le iban a quitar un porcentaje de dinero demasiado alto que ella ocupa para víveres», cuestiona.

Yoshua es uno de los jóvenes atrincherados en la Universidad Politécnica de Managua, en espera de que el gobierno haga efectiva su promesa de diálogo con la mediación de la jerarquía católica.

Creció en una familia pobre que vivía en una casa forrada con láminas de zinc.

Con mucho trabajo, sus padres lograron hacerse de una vivienda de concreto y procurar una buena educación a sus tres hijos.

«Ha sido difícil, pero hemos sabido superarnos», relata el joven en el recinto universitario, el único que resistió la represión y mantiene una fuerte reserva de víveres y medicinas.

«Queremos una Nicaragua más transparente», dice Yoshua, quien aboga por que los jóvenes no emigren y se queden a luchar para por una Nicaragua «mejor».

Lleva varias noches sin dormir bien y se cubre el rostro con una mascarilla para no ser identificado por las autoridades por temor a represalias.

Sin embargo, le entusiasma ver cómo la fuerza del movimiento juvenil consiguió que el presidente revocara el decreto que afectaba las pensiones. Y observa que es la primera vez que Ortega cede frente a una protesta en sus 11 años de gobierno en Nicaragua.