Asunción (Paraguay).- Durante generaciones, los antepasados de Ariel Benítez —el pueblo Ava Guaraní, uno de los Pueblos Indígenas que habitan en el este del Paraguay— han recolectado las hojas verdes del árbol de yerba mate para preparar la amarga infusión con cafeína tan preciada en América del Sur y otros lugares.

Pero lo que ahora ha cambiado es que las hojas que tradicionalmente recolectaban en estado silvestre se han vuelto cada vez más escasas, en parte como resultado del cambio climático.

Por lo que Ariel y otros miembros de su comunidad, radicada en Ka’atymiri San Francisco, a unos 230 kilómetros de la capital Asunción, están cultivando actualmente plántulas para aumentar la producción.

Han plantado más de 1.500 de estas plántulas junto con algunas otras especies de árboles autóctonos, que son importantes para el ecosistema local y también como fuente tradicional de alimentos y medicamentos.

«Están [los árboles] adaptándose y creciendo muy bien. Se podría decir que están en una tierra que les resulta familiar», cuenta Ariel.

Todo esto forma parte del proyecto «Pobreza, Reforestación, Energía y Cambio Climático» (PROEZA), que cuenta con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Verde para el Clima y la Secretaría Técnica de Planificación del Desarrollo Económico y Social del Gobierno del Paraguay, junto con otras ocho instituciones públicas.

Con la intención puesta en la captura de carbono, el proyecto busca ayudar a reforestar la región, mejorar la nutrición de las comunidades indígenas e incrementar sus ingresos. Las familias reciben suministros, maquinaria y asistencia técnica para ayudarles a plantar los árboles y cuidar de la siembra.

Para él y su comunidad, integrada por unas 25 familias, «la yerba mate es una planta sagrada utilizada para nuestro consumo y como remedio natural», explica Ariel. «Cuando hay ceremonias religiosas siempre está presente».

Ariel, actualmente líder de su comunidad, acababa de nacer cuando su familia se instaló en medio de 600 hectáreas de bosque y yerbales (una zona en la que abunda la yerba mate) en el distrito de Capiibary, del departamento de San Pedro.

La comunidad ha venido reproduciendo durante mucho tiempo las técnicas ancestrales practicadas por el Pueblo Indígena Ava Guaraní desde antes de la llegada de los españoles al territorio. Estas técnicas, que abarcan el conocimiento de los ciclos lunares para la poda y la cosecha, el control natural de las plagas y enfermedades y la conservación del suelo, son a la vez fiables y respetuosas con el medio ambiente.

Las plántulas de yerba mate, que se plantaron en mayo de 2022, estarán listas para su cosecha a partir del cuarto año. Una vez que lleguen a esa fase, puede esperarse una productividad de más de 60 años, a juzgar por la experiencia en otros lugares del país.

El rendimiento medio por hectárea en el Paraguay es de 5 000 kilogramos/hectárea, lo que genera unos ingresos brutos medios anuales de 1.100 USD por hectárea, un volumen significativo para una familia media en esta comunidad.

Cabe destacar también que, cultivada junto con otros árboles y bajo su sombra, la yerba mate representa un valioso activo para la conservación de los bosques autóctonos.

El supermercado de la naturaleza

En los países de influencia guaraní, como el Paraguay, beber infusiones de yerba mate con agua caliente o fría forma parte de la vida cotidiana. Esta planta, cuyo nombre científico es Ilex paraguariensis, se exporta cada vez más a países de todo el mundo, donde se comercializa fundamentalmente como té energizante.

Pero no es el único recurso en la comunidad de Ariel. «El bosque es nuestro supermercado. Tiene todo lo que necesitamos: remedios, alimentos, animales silvestres, fruta…», señala Treli Gabriela Fernández, pareja de Ariel. Y añade que sienten la obligación de proteger y fortalecer lo que queda de bosque con la ayuda de prácticas tradicionales que han pasado de generación en generación y que serán transmitidas a los cuatro hijos de la pareja, con edades comprendidas en la actualidad entre los tres y los 12 años.

«Ahora, el calor y el viento pueden ser extremos, pero no lo notamos tanto porque aún queda algo de bosque”, indica Treli. “Lamentamos el cambio climático porque los árboles están desapareciendo».

El proyecto PROEZA aporta a los Pueblos Indígenas y a la naturaleza numerosos beneficios ambientales, económicos y culturales que van desde la generación de oportunidades de ingresos y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero hasta la revitalización de los bosques y el fortalecimiento de las prácticas espirituales.

En la comunidad Ava Guaraní de Ka’atymiri San Francisco, los hombres y mujeres indígenas comparten las tareas agrícolas. Cuentan que los tiempos más difíciles son aquellos en los que no hay una producción suficiente de alimentos durante determinados ciclos del año o como consecuencia de los efectos climáticos.

En respuesta a esta necesidad, el proyecto PROEZA también promueve la producción de alimentos como frijoles, maíz, sandías, melones y yuca para el consumo propio de las familias y la generación de ingresos.

Aún queda mucho por hacer para aumentar la cubierta forestal, como el fortalecimiento de la aplicación de la legislación ambiental, pero las comunidades están empezando a notar los efectos positivos del proyecto.

El éxito de la comunidad indígena de Ka’atymiri San Francisco y los esfuerzos en curso relacionados con la yerba mate muestran cómo la agricultura, combinada con los conocimientos ancestrales, puede ir de la mano con la naturaleza para trazar el camino hacia un futuro más sostenible y respetuoso con el clima.