Bogotá (AFP) – La violencia y la discriminación avivaron su defensa de los pueblos originarios. Ahora Leonor Zalabata, la primera indígena que representará a Colombia ante la ONU, llevará su causa al seno de la diplomacia mundial.

Nació hace 67 años allí donde el mar Caribe se encuentra con la cadena montañosa más alta del país: la Sierra Nevada de Santa Marta (norte), ondeada de picos nevados que superan los 5.700 metros y es considerada «corazón de la Tierra» por los arhuacos, la etnia de Zalabata.

Desde niña defiende los derechos humanos, la naturaleza y las comunidades indígenas en medio de un sangriento conflicto armado de más de medio siglo. Sus luchas le han valido prestigio internacional pero también amenazas, en el país más peligroso para los activistas ambientales.

«He vivido circunstancias en donde la discriminación de indígenas fuera fuerte (…) a veces el hecho de ser solamente mujeres, por ser pobres», sostiene la mujer de voz susurrante en conversación con la AFP en Bogotá.

Guneywya, su nombre en arhuaco, lleva un vestido blanco tradicional, bolso tejido y un collar en degradé fabricado por ella misma.

«Pero la discriminación que más he sufrido es por ser defensora de derechos humanos, eso le puede costar a uno la vida (…) No somos capaces de convivir con diferentes ideologías, culturas», añade Zalabata en un parque de la capital.

El nombramiento como nueva embajadora ante Naciones Unidas en Nueva York por parte del presidente izquierdista Gustavo Petro, la tomó por sorpresa el 19 de julio y desde entonces su teléfono no para de sonar.

«Es una asignación que yo no buscaba ni pensaba», confiesa la mujer, acompañada de uno de sus cinco hijos, Arukin Torres.

Nunca antes un indígena había ocupado un puesto diplomático tan alto en Colombia. Zalabata aspira a ser la voz de las casi 90 comunidades originarias que representan el 4,4% de los 50 millones de habitantes del país.

-El país «cambió»-

Zalabata estudió odontología en la Universidad de Antioquia, pero su bagaje intelectual lo adquirió junto a los líderes espirituales y políticos de la comunidad.

«Ese mundo tradicional creo que es la mejor guía que tuve» porque «formarse en un liderazgo es algo de convicción espiritual, muy íntimo» que «se adquiere en la práctica y no en la academia», afirma.

En la década de los ochenta participó en la expulsión de la orden capuchina que por más de 65 años se impuso como enseñanza en las escuelas arhuacas. Los religiosos les prohibían hablar su lengua y practicar sus ritos ancestrales.

«Son más de 200 años de vida republicana, donde el sistema de Colombia ha sido muy duro contra las culturas diferentes a la hegemónica (…) Antes de que llegaran los conquistadores ¡esto era indígena!», asevera la mujer de rostro atezado por el sol.

Años más tarde ayudó a redactar la Constitución de 1991, a partir de la cual los indígenas dejaron de ser considerados como «salvajes».

«La sociedad colombiana cambió» y desde entonces sigue dando «pasos» hacia el reconocimiento de «un país pluriétnico, multicultural y multilingüe», concede la consultora internacional.

Por eso cree que Colombia tendrá pronto un primer gobierno indígena.

-Sin traje de cóctel-

En el último acto de campaña previo a su elección como el primer presidente de izquierda de Colombia, Petro fue hasta los pies de la Sierra Nevada. Decenas de indígenas vestidos de blanco, entre los que se encontraba Zalabata, celebraron un rito de purificación en su nombre.

Petro «nos dijo ‘yo quiero desarrollar la paz de Colombia, la justicia social y la justicia ambiental’. Y para nosotros había compatibilidad de pensamiento», recuerda la activista.

Como embajadora, Zalabata aspira a «liderar en Naciones Unidas una convención mundial de pueblos indígenas» y trabajar por la implementación del acuerdo de paz firmado en 2016 con la entonces guerrilla de las FARC.

«Yo siempre he sentido amenazas de todos los actores armados porque es que la cultura arahuaca no admite la guerra de donde venga. Nosotros nunca fuimos imparciales, no estábamos de acuerdo (…) con los grupos armados, ni siquiera con la militarización», explica.

Aunque se siente emocionada por el nombramiento, ha tenido que soportar cierto recelo en su tránsito hacia la diplomacia internacional.

«De pronto no nos vestimos con trajes especiales de cóctel, yo creo que siempre les da un poco de inseguridad (…), la participación de lo diferente les crea dudas», lamenta.

En la línea del gobierno, Zalabata apuesta por una transformación ambiental en la que los pueblos originarios son ficha clave: «Poder respirar aire puro, tener agua, tener animales, equilibrio ecológico. Yo creo que eso es lo que Colombia podría lograr a través de los indígenas», sostiene.

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