Sao Paulo (AFP) – En un mercado de Sao Paulo, Célia Silva procura gastar lo mínimo ante la alta inflación, esperanzada en que pronto «Brasil volverá a andar sobre rieles» y ya no tendrá que hacer malabares para llegar a fin de mes.

La inquietud de esta analista de marketing de 61 años refleja una de las mayores preocupaciones de los votantes a un mes de las elecciones presidenciales: su bolsillo.

Según una encuesta del Instituto Datafolha, la economía determinará el voto del 53% de los brasileños, que reelegirán al ultraderechista Jair Bolsonaro o devolverán al poder al favorito en las encuestas, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.

La mayor economía de América Latina da muestras de recuperación, con un crecimiento de 1,2% en el segundo trimestre y 1,1% en el primero, tras avanzar 4,6% en 2021 respecto a 2020, marcado por una caída de 3,9% debido a la pandemia.

Esto, sumado al retroceso del desempleo hasta 9,1% y a una caída de la inflación en julio (-0,68%) es aprovechado en la campaña por Bolsonaro para defender la acción del gobierno y asegurar que Brasil está «mejor que muchos otros países», en un sombrío contexto económico mundial.

La leve mejoría económica ha tenido un impacto moderado en las encuestas: según la última de Datafolha del jueves, Lula cuenta con 45% de la intención de voto, frente a 32% para Bolsonaro. En julio, la distancia era de 18 puntos.

Inflación y hambre –

«Lo peor ya pasó: hay una mejora en la economía y el empleo se recuperó más rápido de lo esperado», hasta 9,1% entre mayo y julio pasados, desde 13,7% en igual periodo de 2021, señala Igor Barenboim, economista jefe de la consultora Reach Capital y profesor de la Fundación Getúlio Vargas.

Pero los datos macroeconómicos contrastan con una caída de los ingresos en los hogares.

«El salario medio real del brasileño (2.693 reales, unos 538 dólares) está en uno de los peores niveles en una década», afirma André Perfeito, de la administradora Necton.

Pese a frenar el ritmo en julio, la inflación se ubicó en 10,07% en 12 meses, manteniéndose en dos dígitos desde septiembre de 2021.

La caída del mes pasado «se explica por bajas en los combustibles», que se habían disparado por la invasión rusa de Ucrania, y en servicios «como la energía eléctrica», explica Perfeito.

Pero la inflación de los alimentos siguió trepando y alcanzó 14,72% en 12 meses a julio, agravando el flagelo del hambre.

«Nunca hubo tanta gente pasando hambre. Brasil está hoy sobre la media mundial y con 60% de la población padeciendo inseguridad alimentaria», dice Paulo Feldmann, profesor de Economía en la Universidad de Sao Paulo.

Feldamann cree que este problema, negado públicamente por Bolsonaro, dará ventaja a Lula, durante cuyos mandatos (2003-2010) unos 30 millones de brasileños salieron de la pobreza, según datos oficiales.

Ayudas por seis meses –

Como paliativo, desde agosto y hasta diciembre, el gobierno incrementó de 400 a 600 reales (de 80 a 120 dólares) la ayuda mensual del programa Auxilio Brasil, antiguo Bolsa Familia creado por Lula, para 20,2 millones de familias.

Además, subió los subsidios para el gas y concedió beneficios a los camioneros.

En medio de los anuncios, la percepción sobre la economía mejoró: un 58% de los brasileños cree que su situación financiera mejorará en los próximos meses, según Datafolha.

El mercado elevó por su parte a 2,1% la proyección de crecimiento para 2022, desde 0,28% en enero, según la última encuesta Focus del Banco Central, debido entre otros factores a los altos precios de las materias primas, de las que Brasil es un gran exportador global.

Sin embargo, los analistas advierten del desajuste fiscal alimentado en parte por el aumento del gasto público. La duda es si la deuda, situada en 77,6% del PIB, «seguirá o no una trayectoria explosiva», dice Barenboim.

En el mercado de Sao Paulo, muchos ya decidieron su voto.

Edelzuita Ferreira, una jubilada de 71 años, votará a Lula para «volver a comer carne y dejar de comer pata de gallina».

Adriana Do Prado, de 38 años optará por Bolsonaro. «Estamos en pie gracias a él», asegura, señalando que si el mandatario no se hubiera opuesto a los cierres de establecimientos durante la pandemia, su restaurante habría cerrado.

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