Río de Janeiro (AFP) – Raquel Potí amaba las fiestas populares desde niña. Adulta, creó grupos de zanqueros para participar en algunos de los principales ‘blocos’, o desfiles callejeros, del carnaval de Rio de Janeiro. Con la pandemia, necesitó reinventarse y lo hizo creando «gigantes soñadores».

«A los 4 años, la ‘Folia de Reis’ [desfile del día Día de Reyes] llegó al pueblo de pescadores donde vivía en Pedra de Guaratiba [zona oeste de Rio]. El payaso me encantó y nunca más lo olvidé. Pasé la vida buscando esa magia nuevamente. Cuando percibí que se manifestaba en la cultura popular, me encontré a mí misma», resume Potí a la AFP.

En su búsqueda, viajó por el mundo, convivió con comunidades que utilizan la cultura para promover el desarrollo humano y se subió a un par de zancos.

«Los zancos son ancestrales, un instrumento muy poderoso, un canal de autoconocimiento. Dan visibilidad a personas que suelen ser invisibles», cuenta la artista, que mide 1,55 metros.

Potí, de 37 años, desfila desde hace siete sobre sus maderos en el carnaval y ofrece talleres en los jardines del Museo de Arte Moderno, en el centro de Rio.

Ha formado a más de 500 personas y creado grupos de zanqueros en populares blocos como Cordão do Boitatá, Cacique de Ramos y Carmelitas.

El éxito le trajo invitaciones para trabajar en acciones institucionales en empresas y organizaciones. Con los eventos cancelados por la pandemia, tuvo que buscar alternativas.

Gigantes soñadores –

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«El carnaval es como un Maracaná lleno, con todos apoyando al mismo equipo. Cuando no tenemos esa posibilidad, es necesario alimentar los sueños para no sucumbir a la realidad», dice Potí.

Con ese espíritu, concibió y dirigió el Ritual Cortejo Musical Gigantes Soñadores, lanzado en abril en YouTube.

El espectáculo celebra a los pueblos nómadas y reproduce un cortejo de figuras circenses -acróbatas, zanqueros o conductores de monociclos- junto a «gigantes» ataviados extraídos de antiguas mitologías, que durante el show se convierten en Movimiento, Sonido, Profano, Sagrado y Nada.

«Fue la forma que encontramos para hablar del carnaval, el mayor ritual colectivo de Rio y tal vez de Brasil, ya que este año no lo tuvimos», explica Potí.

Luz al final del túnel –

El espectáculo se benefició de la ley Aldir Blanc, sancionada en junio de 2020 para auxiliar al mundo de la cultura, duramente afectado por la pandemia. Según números oficiales, casi 700.000 trabajadores del sector se acogieron a esa ley hasta diciembre de 2020.

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«Fue como una luz al final del túnel, un respiro», dice Potí, que trabajó en su proyecto Gigantes Soñadores con 27 profesionales, muchos de ellos sin empleo desde hacía un año.

La producción rindió frutos y favoreció el desarrollo de otros proyectos financiados por otras instancias. Aunque algunos están paralizados, por trabas burocráticas.

En abril, la Cámara de Diputados prorrogó la ley Aldir Blanc y el texto espera ahora la sanción presidencial.

«Necesitamos que esa ley sea prorrogada y que se abran nuevos concursos, porque estamos lejos de tener un escenario cómodo para la cultura. Nunca fue cómodo, pero ahora está insalubre», dice Potí.

Potí, madre de un niño de cuatro años, explica que necesitó de la ayuda de su familia para sobrellevar la pandemia.

«La pandemia expuso violencias y exclusiones que nuestra sociedad impone sobre todo a los negros y pobres, lo que es histórico, aunque las personas les prestaban menos atención. Ahora hay una urgencia de transformación de la sociedad», opina Potí.

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