La cadena de fallas que tiene sedientos a millones de venezolanos
Millones de venezolanos continúan sin una gota, debiendo abastecerse en manantiales, alcantarillas e incluso en redes de aguas servidas de Caracas, desafiando el riesgo sanitario © AFP/Archivos YURI CORTEZ

Caracas (AFP) – Los sistemas de agua de Caracas fueron diseñados para dar servicio incluso tras un terremoto, pero su abandono provocó que apenas un apagón los colapsara. Una serie de fallas tiene sedientos a millones de venezolanos luego de la emergencia eléctrica.

Los masivos y abruptos cortes de energía iniciados el 7 de marzo sacaron de operación los equipos de bombeo de agua; las termoeléctricas debían apoyar el suministro, pero la mayoría no funciona, según expertos consultados por la AFP.

Millones continúan sin una gota, debiendo abastecerse en manantiales, alcantarillas e incluso en redes de aguas servidas de Caracas, desafiando el riesgo sanitario.

Los más afortunados compran cisternas. «No puedo trabajar porque tengo que surtirme», protesta Carlos Martínez, administrador de 38 años, en fila para llenar varios bidones en un pozo a 14 kilómetros de su casa en la capital.

Un 60% de la población -de 30 millones- depende del bombeo al estar sus ciudades a mayor altura que los embalses. Este proceso requiere «enormes cantidades de electricidad para el arranque y luego para mantenerlos en funcionamiento», señaló José Aguilar, consultor de energía y riesgo.

Solo Caracas -de seis millones de habitantes y a 900 metros de altitud- destina un cuarto de la energía que consume a ese esfuerzo, detalló el ingeniero José María de Viana, presidente de la compañía Hidrocapital entre 1992 y 1999.

Pero la infraestructura de bombeo y transporte de agua está seriamente averiada

«Algunos tienen más de cinco años fuera de servicio, eso hizo más dura la recuperación», señaló De Viana, indicando que el arranque, que debió tomar máximo 24 horas, tardó una semana.

Además, según Aguilar, de una capacidad termoeléctrica instalada de 19.000 megavatios solo se cuenta con 2.000, pese a ser el país con las mayores reservas petroleras, donde el combustible es regalado.

– Menos agua – 

De Viana cuenta que los sistemas de agua de Caracas fueron pensados, en los años 1940, en función del «alto riesgo sísmico», por lo que incluyen tres embalses internos para emergencias que no requieren bombeo, además de los externos, a decenas de kilómetros.

Pero al momento del apagón, dos de los concebidos para la contingencia estaban vacíos porque la capital produce 14.000 litros por segundo, 6.000 menos que hace dos décadas cuando parecía superarse el desabastecimiento de inicios de los noventa.

«Las ciudades venezolanas tienen entre 30% y 50% menos agua disponible que hace 20 años. Las deficiencias en operación y mantenimiento son gravísimas», sostuvo de Viana. Los servicios terminaron siendo casi gratuitos durante la era chavista, iniciada en 1999.

Desde hace cinco años los racionamientos son comunes. La falla eléctrica -que el presidente Nicolás Maduro atribuye a ataques de Estados Unidos y la oposición- solo destapó una crisis que mezcla falta de mantenimiento, impericia y presunta corrupción.

«Aquí hay muchos sectores que tienen meses y años sin agua potable», denuncia Carmen Veliz en la empinada barriada de Petare, en Caracas, donde sus vecinos se aprovisionan en un pozo en una calle fangosa.

La oposición y analistas aseguran que un incendio forestal provocó los apagones al afectar líneas de transmisión de la hidroeléctrica Guri, que genera 80% de la electricidad.

– «Cementerio de obras» –

El colapso se produce pese a que el país, con vastas reservas hídricas, realizó las mayores inversiones de su historia en electricidad y agua: 100.000 millones de dólares y 10.000 millones, respectivamente, gracias a la bonanza petrolera de 2004 a 2014, según De Viana.

Pero «la mayoría de esas obras están dañadas o fueron mal concebidas», afirma el académico, citando el acueducto más largo del país, de 160 km, en el estado Falcón (noreste), donde se invirtieron 400 millones de dólares.

«Fue conectado a un embalse seco, en una zona desértica. Es perfecto, solo que no puede llevar agua», observa.

Los expertos señalan graves problemas de mantenimiento, como en Taguaza, un megaembalse que alimenta a Caracas construido en los años 1990, que aun estando lleno durante la crisis no pudo surtir porque las bombas están dañadas.

También subrayan el caso de la ciudad petrolera de Maracaibo, pionera en el uso de electricidad en Latinoamérica, que soporta con mayor rigor la falta de servicios pues su parque térmico -que la hacía autosuficiente- está parado.

«Terminamos con un cementerio de obras inútiles, algunas con sobreprecios», afirma De Viana, indicando que hoy el país depende de la infraestructura construida hace dos décadas.

Detrás también está la pérdida de capital humano. Gran parte de los técnicos forman parte de los 2,7 millones de venezolanos que migraron desde 2015 por la crisis económica.

Otros salieron por la politización de las empresas, asegura el especialista, que estima en 300 millones de dólares la inversión necesaria, en el primer año, para rehabilitar el sistema de agua.

La perspectiva es sombría: Maduro pidió almacenar agua en cuanto recipiente haya, lo que alienta la proliferación de plagas transmisoras de enfermedades tropicales. Un anticipo de que la sequía persistirá.