Región de Oio (Guinea‑Bissau).- Manuel Bidan Santa y un equipo de dos docenas de hombres se pasan gruesas bolas de arcilla del tamaño de balones de fútbol en la región de Oio, en Guinea‑Bissau.

Sus cuerpos se encuentran inmersos en esta sustancia fangosa que se seca rápidamente bajo el sol abrasador del mediodía.

La pelota de arcilla pasa de uno a otro, quedando suspendida en el aire durante un instante. Cuando llega a las manos de la última persona, ésta la aplasta y coloca en su sitio en el dique que conforma el perímetro de uno de los muchos arrozales de las afueras del pueblo.

Manuel y sus compañeros están reparando los diques que protegen sus arrozales, su medio de vida. Estos arrozales están rodeados de las aguas del océano y de manglares. Sin los diques, el agua salada se filtraría y arruinaría sus cultivos.

“Trabajamos aquí durante la estación de lluvias”, explica Manuel, cubierto de pies a cabeza por el barro resbaladizo y pegajoso. “Hay otras zonas que también necesitan reparaciones, pero sólo podemos trabajar allí durante la estación seca”.

Las labores de reparación deben hacerse todos los años. Con las mareas oceánicas, los diques se erosionan rápidamente: es algo que ocurre habitualmente. Pero desde la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID‑19) y las restricciones asociadas, los diques se han ido desmoronando y sus campos se han resentido.

Las medidas restrictivas de la pandemia —como las limitaciones para viajar y el cierre de fronteras y comercios—, tuvieron un profundo efecto en los medios de vida de los pequeños productores. Manuel y muchos otros agricultores tuvieron que dejar de trabajar en el campo y buscar empleos ocasionales para mantener a sus familias.

“En lugar de dedicar mi tiempo aquí a reparar el dique, he tenido que buscar otras formas de alimentar a mi familia. No podía dejarles pasando hambre en casa y venir aquí todo el día. Así que venía una hora más o menos de vez en cuando, pero eso no me llevaba a ninguna parte”.

Esta temporada, las inundaciones les impidieron sembrar amplias zonas de sus campos. Manuel tenía la sensación de que se estaba esforzando por llegar a fin de mes, pero nunca lo conseguía del todo.

Desde enero de 2023, Manuel y otros productores de arroz de la aldea de Iungun reciben una paga por reparar estos muros de arcilla, como parte de un proyecto de dinero por trabajo implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y financiado por el Banco Mundial.

El programa se enmarca en el Programa de seguridad alimentaria de emergencia del Gobierno de Guinea‑Bissau (conocido por sus siglas en portugués PUSA-GB).

Los diques y otros trabajos comunitarios que están realizando les permitirán preparar el terreno para la próxima temporada agrícola.

La FAO colabora con PUSA-GB para mitigar parte del impacto que la pandemia tuvo en la seguridad alimentaria de muchos pequeños productores del país, proporcionando empleos que dan ingresos regulares a los participantes en el proyecto.

Además del programa de empleo remunerado, PUSA-GB proporcionó transferencias directas incondicionales de efectivo a 3.000 agricultores en situación de mayor vulnerabilidad para cubrir sus necesidades más urgentes.

El proyecto también apoya a agricultores de todo el país de otras formas, como la distribución de 25.000 aperos agrícolas (cubos, regaderas, azadas y rastrillos), 1.278 toneladas de semillas y 655.000 toneladas de fertilizantes.

También se crearon escuelas de campo para agricultores, con el fin de promover las mejores prácticas en la producción agrícola.

En cuanto a la producción de arroz, las escuelas de campo para agricultores están introduciendo la metodología del sistema de cultivo intensivo de arroz, diseñada para incrementar la productividad cambiando la forma en que se utilizan las plantas, el suelo, el agua y los nutrientes y reduciendo los insumos externos.

Este será el enfoque que Manuel aplique en sus campos en la próxima campaña agrícola.

Para Manuel, las transferencias de efectivo suponen una gran ayuda para poder levantar cabeza.

El proyecto dinero por trabajo significa también que él y otros miembros de su comunidad no tienen que irse lejos de su aldea para obtener ingresos. Manuel solía tener que ausentarse durante varias semanas para recolectar anacardos. Ahora puede regresar a su aldea todas las noches.

“Con el dinero que recibo, puedo dejar a mi familia y venir a trabajar tranquilo”, asegura Manuel. “Me voy a trabajar sabiendo que podrán comer y que mis hijos asistirán a la escuela”.

Se calcula que el 72 % de la población de Guinea-Bissau necesita actualmente algún tipo de apoyo para su seguridad alimentaria. Hasta la fecha, el proyecto “dinero por trabajo” ha llegado a 6 000 hogares, mientras que otros 3.000 recibieron transferencias incondicionales de efectivo. Más de 70.000 agricultores se beneficiaron de asistencia agrícola en forma de insumos o capacitación.

Para finales de 2023, el proyecto aspira a llegar a un total de 11.000 hogares a través del dinero por trabajo y las transferencias incondicionales de efectivo.

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