Texcoco (México) (AFP) – En un orfanato de México las monjas tienen que rebajar la leche con agua y estirar el poco dinero para alimentar a niños rescatados de la violencia y la pobreza, que vuelve a castigarlos a raíz de la pandemia.

La Casa Hogar San Martín De Porres y Juan XXIII, dependiente de recursos estatales que ya eran insuficientes antes de la epidemia, perdió además a varios de sus benefactores habituales por la crisis que desencadenó el nuevo coronavirus.

«Muchos de ellos pues se quedaron sin trabajo, entonces suspendieron su donativo hasta nuevo aviso», cuenta a la AFP su directora, la madre Inés de María Piedras.

La situación se ha tornado crítica para este albergue de Texcoco (estado de México, centro), que desde 1965 acoge a niños víctimas de maltrato, abusos sexuales o la repentina desaparición de los padres. Actualmente viven allí 65 niños y adolescentes.

Por disposiciones sanitarias, las religiosas no han podido recibir a más menores, como tampoco las visitas sabatinas de empresas y organizaciones civiles que solían llevar ayuda en especie.

«No se recibe ropa ni juguetes», se lee en la puerta del hospicio, al que siguen acudiendo algunos bienhechores a dejar un poco de comida.

«Es una situación que nos preocupa muchísimo porque no tenemos una seguridad económica», afirma Piedras, de 52 años, en una pequeña sala colmada de juguetes, el primer lugar que pisan los chicos.

Huella de violencia

En su mayoría son niñas. Las que más tiempo llevan se expresan con amplias sonrisas, a diferencia de otras que llegaron recientemente y mantienen la cabeza gacha y una actitud asustadiza.

La madre de una de ellas fue asesinada y enterrada por su padre en el patio de la casa; la de unos gemelos que llegaron de 10 meses el año pasado simplemente despareció.

Texcoco está a 30 km de Ecatepec, considerado el municipio más peligroso del país para las mujeres.

Sólo en lo que va de este año, las autoridades han registrado 473 presuntos feminicidios en todo el país. El estado de México encabeza la lista por regiones con 63 casos.

Los niños llegan al orfanato remitidos por autoridades como la fiscalía, pero solo el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia financia su manutención con 1.500 dólares mensuales.

Es apenas la cuarta parte de lo que se requiere, comenta Piedras, mientras se seca las lágrimas con el hábito durante un recorrido por la cocina.

«Hacemos milagros»

La situación ha obligado a tomar medidas extremas. «Un litro de leche lo rebajamos a tres cuartos de leche y un cuarto de agua», confiesa Bárbara de la Rosa, cocinera del asilo.

«¡Hacemos milagros!», añade la mujer de 37 años. De la casa de ella, las monjas sacan agua potable porque el pozo del que se surten se está secando.

En las estanterías para frutas y verduras hay apenas unos cuantos kilos de papas, chayotes y tunas, y en los refrigeradores algunas salchichas.

Los gemelos de grandes ojos negros juegan en el césped del patio. Aquí aprendieron a caminar y han empezado a decir sus primeras palabras, pero su futuro podría quedar comprometido si las dificultades se profundizan.

«Es preocupante (…), es algo incierto a dónde vayan a parar los pequeños» si la precariedad se prolonga, afirma la cocinera.

México, de 128,8 millones de habitantes, es el tercer país más enlutado por la covid-19 con más de 48.000 muertos y unos 450.000 casos confirmados.

Al saldo trágico se suma una caída histórica del PIB de 17,3% en el segundo trimestre de 2020, y la pérdida de más de 12 millones de puestos, especialmente en el sector informal, lo que ensombrece aun más el panorama.

Ante esta situación, las monjas lanzaron un llamado de auxilio y en redes sociales se organizó una campaña para recaudar fondos. La respuesta hasta ahora ha sido modesta.

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