Santiago (AFP) – Generaciones de chilenos conviven por primera vez con la alta inflación: mientras las clases trabajadoras hacen malabares para hacer rendir el dinero, los niveles de compras en los estratos más altos se resisten a bajar.
Los altos precios están en boca de todos, pero son los más pobres quienes sufren más de sus consecuencias.
Con la venta de ensaladas en el mercado popular de La Vega, Ana pagó la educación de sus cuatro hijos. Pero ahora sus clientes compran las verduras y las preparan ellos para capear los altos precios.
«En la semana no vendo. Antes vendía por kilos», pero hoy solo con las ventas de sábado y domingo «podemos salvar para la semana», relata a la AFP Ana, de 56 años, cuarenta y dos de ellos en La Vega.
«Nunca había visto algo parecido. Hay gente que anda pidiendo verduras para llevarlas a su casa», agrega, en su puesto vacío pero al que asiste todos los días para alimentar a sus gatos.
En mayo, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) ganó 1,2%, para alcanzar una cifra anual de 11,5% de alza, la más alta desde 1994, muy por encima del 3% que bordeó la inflación la última década. En lo que va del 2022, el alza alcanza 6,1%.
El reemplazo de las categorías más caras, la elección de las «marcas propias» y la preparación de alimentos en el hogar son hábitos tradicionales de protección de los consumidores frente a las alzas de precios, de acuerdo a expertos.
Dedicada a la venta de huevos, Roxana confirma la teoría: hoy vende menos y productos más pequeños.
«Cuando la gente tiene plata, lleva el (huevo) más grande; ahora lleva el más chico, porque está tratando de encontrar lo más barato y que el presupuesto le alcance», dice a la AFP.
Liquidez acumulada –
Pero pese a las quejas, el consumo se resiste a bajar en Chile.
El remanente de la fuerte inyección de liquidez en la economía chilena hasta el año pasado explica en parte el fenómeno de la inflación y también del consumo.
Producto de los tres retiros de fondos de pensiones y a las ayudas estatales entregadas a las familias para hacer frente a la pandemia, ingresaron a la economía unos 90.000 millones de dólares, casi un tercio de su PIB.
«La economía tiene liquidez acumulada desde varios meses. (…) Es imposible que (el nivel general de compras) caiga con las cantidades que se inyectaron a la economía», explicó a la AFP Francisco Castañeda, director de la escuela de negocios de la Universidad Mayor.
En abril, el Índice de Actividad de Comercio aumentó 12,6% interanual, apuntalado por las ventas de prendas de vestir y calzado, lo que se refleja en la gran afluencia de público a los centros comerciales.
Para George Lever, gerente de estudios de la Cámara de Comercio de Santiago, la concurrencia a los centros comerciales está vinculada a un «desahogo» tras las restricciones de la pandemia.
Sin embargo, este efecto se va a ir «ajustando en el tiempo»:
«La exceptiva para lo que viene en término de consumo es de un periodo de contracción respecto a lo que vimos hace 12 meses atrás», agregó el experto.
Aprender a vivir con la inflación –
La inflación comenzó a bajar en Chile tras el retorno de la democracia, en 1990. A mediados del año pasado, comenzó nuevamente a subir de manera consistente.
Para el tercer trimestre, la tasa se elevaría a 13% anual, según el Banco Central.
«La inflación tiene un componente externo, un componente interno y también un componente que el Banco Central llama ‘idiosincrático’, que tiene que ver con la actual discusión constituyente», que juega sobre la incertidumbre, debido al proceso para cambiar la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), agrega Castañeda.
Para frenar las alzas, el gobierno del izquierdista Gabriel Boric se opuso a un nuevo retiro de fondos de pensiones, congeló el precio de la electricidad y el transporte, y alimenta un fondo de estabilización de los precios de la gasolina y el kerosene.
El Banco Central, por su parte, aumentó la tasa de interés hasta al 9%.
De esta forma, los chilenos están aprendiendo a lidiar con la inflación, cuyo bajo valor era uno de los grandes logros del modelo económico del país.
«No hemos sido educados por la vida las nuevas generaciones para comportarnos en ambientes de alta inflación (…) Tenemos esa desventaja en la conjuntura respecto a países estructuralmente inflacionario», agrega Lever.
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