Ciudad Juárez (México) (AFP) – El amor es lo que anima al nicaragüense José Luis Alvarado y a la guatemalteca Wendy España, varados en la frontera entre México y Estados Unidos, a persistir en el sueño americano pese a los angustiosos vaivenes de su política migratoria.

«Yo le decía: un día vas a ser mi familia y vas a ser la madre de mis hijos», recuerda José Luis, de 29 años, cuando coqueteaba con Wendy en el albergue migrante «Pan de Vida» en la fronteriza Ciudad Juárez (norte).

Ambos llegaron allí expulsados de Estados Unidos, junto a más de 71.000 solicitantes de asilo, luego de que el expresidente Donald Trump implementara en enero de 2019 los Protocolos de Protección a Migrantes -conocidos como MPP o Quédate en México- que los fuerzan esperar respuesta a sus pedidos en este país.

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La mayoría de deportados regresaron a sus países, pero miles permanecieron en la frontera.

José Luis salió de Nicaragua, donde era enfermero militar, perseguido por razones políticas, mientras que Wendy huyó de amenazas de muerte de criminales en Guatemala.

«Alegre y divertido», como él mismo se describe, el nicaragüense debió vencer los reparos de Wendy y convencerla de que no estaba «jugando con ella».

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«Yo venía con mucho miedo, con mucho temor de las personas, con desconfianza», reconoce la joven, de 26 años. A punta de cariño, «enlazamos y nos conocimos mejor», replica José Luis.

En el albergue los dejaron mudarse juntos a un espacio que se empleaba como bodega y que ellos arreglaron como su hogar. Allí nació Danna, su hija mexicana que ya cumplió un año.

Angustiosa espera –

Con la presidencia del demócrata Joe Biden, el MPP fue desactivado permitiendo que 13.256 migrantes ingresaran a Estados Unidos entre febrero y agosto de 2021, apoyados por la oficina del Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

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Pero un fallo de la Corte Suprema estadounidense ordenó a Biden restaurar el MPP en agosto pasado, suspendiendo indefinidamente el ingreso de solicitantes.

El programa, denunciado internacionalmente como violatorio de los derechos humanos, entró nuevamente en vigor en diciembre.

Wendy y José Luis se suman a casi 3.000 solicitantes que se registraron pero que no lograron cruzar tras la sentencia de la Corte.

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Él estuvo a punto de hacerlo, pero representantes de ACNUR le aconsejaron aguardar tres semanas para poder ir acompañado de Wendy y Danna. Eso nunca ocurrió.

Con sus solicitudes entrampadas, la joven pareja se angustia.

«Lastimosamente, hemos estado intentando saber cómo están nuestros datos y Estados Unidos no nos abre las puertas para aunque sea ver el estatus de cómo estamos», dice José Luis.

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En el albergue, otros migrantes retornados desde 2019 también esperan respuesta.

Uno de ellos es Santos Felipe Salmerón, de 44 años, quien tras huir de la violencia de las maras (pandillas) de El Salvador y ser devuelto a México, terminó secuestrado y no pudo llegar a su audiencia de asilo.

«Cuando la policía fue a la casa de seguridad y me sacó, ya habían pasado como cinco días y ya no pude ir», narra entre lágrimas «Don Felipe», como lo llaman y quien aún sufre las secuelas psicológicas del plagio.

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«Una bendición» –

Ninguno de los tres ha podido localizar su expediente en la plataforma electrónica del gobierno estadounidense desde que se reinstauró el MPP.

Más de 190.000 migrantes indocumentados fueron detectados en México entre enero y septiembre de 2021, el triple de 2020.

Pero en la incertidumbre, el amor es un bálsamo.

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Esta semana, Wendy y José Luis compartieron su felicidad con otros migrantes festejando con una carne asada la entrega del acta que los certifica como esposos, tras casarse por el civil el 6 de enero.

Su esposa y su hija impulsan a José Luis a persistir en el sueño americano. «Yo siempre decía: ‘Yo vengo solo’. Ahora tengo dos mujeres», dice orgulloso.

Emocionada, Wendy asegura que su esposo y especialmente Danna son «una bendición». «Es mis ganas de levantarme todos los días, de seguir adelante y luchar por ese sueño de llegar a Estados Unidos».

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