Túnez.- Mohamed Ali Gaidi saca a pastar a sus ovejas al atardecer. Esta es su parte favorita del día, caminar junto a sus ovejas y observarlas para comprobar si gozan de buena salud.

Luego regresa a su casa, que comparte con sus padres y su hermana en una pequeña ciudad de la región de Beja, en el noroeste de Túnez. Dado que se crió en una zona rural, en una de las partes más pobres del país, cultivó su pasión por la cría de ovejas: “Es parte de mí, como respirar”, dice.

Esta pasión no fue casual. Mohamed procede de una larga estirpe de ganaderos especializados en la cría de ovejas lecheras para la producción de queso.

Lo aprendió todo de su abuelo: desde mantener sanos a los animales hasta preparar las mejores recetas de queso.

Cuando su abuelo murió, la familia no pudo mantener el rebaño de ovejas, y súbitamente perdieron su principal fuente de medios de vida. Estas circunstancias fueron muy dolorosas para Mohamed y quería recuperar los rebaños, pero, a sus 24 años, no estaba en condiciones económicas para hacerlo.

Ante esa situación de pobreza y falta de oportunidades, Mohamed decidió trasladarse a Túnez, la capital, para trabajar en la construcción. Se trata de una encrucijada que resulta familiar para muchas mujeres y hombres jóvenes de zonas rurales como Béja.

Muchos de ellos no tienen acceso a una educación de calidad, oportunidades de empleo decente, recursos o servicios esenciales. La respuesta parece ser a menudo trasladarse a las zonas urbanas en busca de oportunidades de empleo.

Mohamed trabajó arduamente en la construcción para ahorrar dinero y, tras seis años en la capital, regresó a su pueblo para cumplir su sueño: reconstruir el negocio familiar de ovejas lecheras y continuar con el legado de su abuelo.

Cuando regresó a Béja, Mohamed obtuvo una certificación en la producción de queso y compró un rebaño con el que pudo empezar finalmente a producir su propia leche. Se centró en la cría de ovejas de la variedad sicilo-sarda, típica de la zona donde vive.

Esta variedad fue llevada a Túnez desde el sur de Italia a principios del siglo XX. Sin embargo, con el tiempo, la variedad se ha debilitado debido a técnicas de cría deficientes. Hoy en día, la raza está en peligro de desaparecer, ya que el número de rebaños disminuye día a día.

Mohamed entiende la importancia de salvaguardar esta raza mediante técnicas de cría adecuadas. “El patrimonio cultural y agrícola de mi zona está, desgraciadamente, a punto de desaparecer. Solo quedamos unos pocos que lo hemos conservado”, explica.

Además de salvaguardar esta raza, su otra prioridad es mantener la calidad de la leche, lo que le ha merecido una buena reputación. Trabaja en colaboración con Fadi Hamzaoui, un amigo de la infancia que dirige una pequeña fábrica de quesos y un restaurante donde se utilizan productos locales.

Fadi es como parte de la familia para Mohamed. Siempre lo ha animado a mejorar y ampliar su negocio. Le brindó apoyo a la hora de hacer frente a dificultades cotidianas, como llevar la leche a la planta de procesamiento.

En Béja, como en muchas otras zonas rurales pobres, las carreteras no suelen conectar casas aisladas como la de Mohamed.

En esta zona de colinas, Mohamed depende de su burro para llevar la leche penosamente por un camino de tierra hasta la granja lechera. Sin embargo, cada día, Fadi está allí, a medio camino, esperándole en su automóvil para llevarlo.

También impulsó a Mohamed para que se uniera a él en la solicitud para el “Centro Agroacelerador”, una iniciativa que la FAO puso en marcha junto con la Agencia para la Promoción de las Inversiones Agrícolas y el Instituto Nacional de Investigación Agronómica de Túnez.

Esta iniciativa presta apoyo a los jóvenes para establecer pequeñas y medianas empresas sostenibles mediante inversiones responsables en la agricultura y los sistemas alimentarios.

Estas apoyarían la conservación sostenible de los recursos naturales, con beneficios para el medio ambiente y los medios de vida de la población de las comunidades rurales, prestando especial atención a los que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.

Mohamed y Fadi recibieron capacitación, junto con más de un centenar de jóvenes agroempresarios de entre 18 y 40 años, sobre cómo formular y poner en marcha sus proyectos.

El Centro, que se puso en marcha como parte del subprograma denominado “Aprovechar los instrumentos y conocimientos globales”, financiado con fondos de contribuciones voluntarias de la FAO , ayudó a jóvenes inversionistas a perfeccionar sus planes de actividades mediante asesoramiento y servicios de incubación personalizados.

Se seleccionaron 18 proyectos que recibirían asesoramiento práctico. Se seleccionaron otros 10 proyectos que recibirían apoyo material.

El de Mohamed fue uno de estos proyectos. Se le entregaron equipos para la producción de leche que le ayudarán a conservar y transportar mejor la leche a la planta de procesamiento, manteniendo las más altas normas de inocuidad de los alimentos a pesar de la limitada red de carreteras.

Su participación en el Centro fue un factor decisivo para mejorar su proyecto y lograr que su negocio fuera más exitoso.

Ya tenía nociones acerca de prácticas favorables al medio ambiente y de la importancia de los alimentos saludables, pero el programa le enseñó más sobre métodos agrícolas que respetan la tierra y el medio ambiente.

Con una renovada confianza, Mohamed puso en práctica lo que había aprendido. Ha desarrollado su propia fórmula para alimentar a las ovejas utilizando únicamente ingredientes naturales. Además, ha diseñado un nuevo envase para el queso, y utiliza una base de paja en lugar de plástico.

Gracias a su éxito, otros jóvenes agricultores de su zona ven a Mohamed como un líder y acuden a él para pedirle consejo.

Y siempre está dispuesto a ayudarles compartiendo sus conocimientos y experiencia, ya que sabe que esto es clave para el empoderamiento de su comunidad y el desarrollo de su querida tierra.

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